Desde el inicio de la crisis económica, la desafección política ha sido un concepto que ha aparecido recurrentemente en tertulias y medios de comunicación para describir el estado de la opinión pública española. Tras la publicación de la sentencia sobre el caso Gürtel la semana pasada, parece desencadenarse una nueva crisis de confianza en los políticos e instituciones. En los ciudadanos se entremezclan el enfado, la desconfianza, la apatía o la desafección. La moción de censura planteada por el PSOE parece anunciar elecciones en un futuro no muy lejano, por lo que conocer las consecuencias electorales de la desafección puede ayudar a clarificar el panorama político.
La difícil definición del concepto desafección es uno de los motivos principales de su excesiva versatilidad, como apuntaron José Ramón Montero y Mariano Torcal. Todos albergamos intuiciones fundadas sobre su significado pero, como ocurre con otras orientaciones políticas, definirla para el diccionario no es tan fácil. Así pues, empecemos por el principio: ¿qué significa que alguien sea un desafecto? Estudios previos lo han definido como la persona que siente alejamiento y desapego hacia el sistema político. Entre sus síntomas se encuentran el desinterés, la disconformidad, el cinismo, la desconfianza, el distanciamiento, la separación, la impotencia, la frustración, el rechazo, la hostilidad y la alienación (este otro artículo lo desarrolla detalladamente). Normalmente, se toma la presencia de alguna o varias de estas actitudes como prueba de que la desafección está presente.
Para poder estudiar esta forma de enfado político y sus consecuencias, hemos identificado sus dos dimensiones principales, combinándolas: (1) la falta de curiosidad y el distanciamiento de la política y (2) la desconfianza y rechazo hacia instituciones y representantes. Esta metodología propuesta por Montero y sus coautores permite categorizar a los ciudadanos en cuatro grupos en función de su confianza en las instituciones y su interés por la política (ver tabla 1). Entre los ciudadanos que desconfían de las instituciones encontramos a los desafectos, que desconfían y muestran desinterés por los asuntos políticos; pero también a los ciudadanos críticos, que no sólo desconfían de las instituciones, sino que tienen también niveles altos de implicación política. (Quedarían fuera los cive o buenos ciudadanos, que confían en las instituciones y tienen interés en la política).
Fuente: Montero, Sanz y Navarrete. En Pérez-Nievas y otros (2013).
Así, la desafección es un cóctel de actitudes negativas, centradas en la desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos y las instituciones, pero también una falta de curiosidad por la política. Esta multitud de facetas hacen que el uso corriente haya estirado el concepto y los medios lo usen en todo tipo de situaciones, algunas de ellas contradictorias entre sí:
a) Los nuevos partidos son la respuesta a la creciente desafección de los españoles;
b)
La desafección aumenta como consecuencia del discurso hostil de los nuevos partidos hacia los representantes de los partidos tradicionales;
c) La corrupción de los partidos tradicionales, sobre todo los múltiples casos que han afectado al PP, es la responsable de la creciente desafección de los españoles.
Investigaciones existentes apoyan la relación de la desafección política con el voto a nuevos partidos y a partidos ya existentes. Sin embargo, que ambos efectos se produzcan a la vez parece contradictorio. ¿Qué ha ocurrido en estos años en España? ¿Los nuevos partidos encuentran a sus votantes entre los desafectos? ¿O acaso beneficia a los partidos tradicionales por no pedirles cuentas? ¿Cómo pueden los mismos partidos beneficiarse y ser perjudicados a la vez por la desafección? En un estudio reciente en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas, examinamos en profundidad cómo había afectado al voto el enfado y la distancia que los ciudadanos españoles decían sentir hacia el sistema político. Para ello estudiamos dos elecciones durante la crisis, las de 2011 y las de 2015, en las que la insatisfacción con el sistema político ha sido especialmente alta, pero en las que los actores que participaban eran distintos. Estas elecciones no garantizan los resultados en futuras convocatorias, pero permiten algunos apuntes sobre las tendencias que podrían observarse.
Históricamente, España se ha caracterizado por tener niveles relativamente altos de desafección política (desconfianza en las instituciones, en los partidos y en los políticos), así como bajos niveles de interés por la política. Durante la crisis, la confianza en las instituciones ha empeorado sensiblemente. Por el contrario, la cifra de ciudadanos interesados en la política está aumentando desde 2002, y esta tendencia se ha mantenido, incluso con mayor intensidad, durante la Gran Recesión. Esto apuntaría a que el número de desafectos no ha aumentado tanto como el número de ciudadanos críticos. Sin embargo, hay razones para pensar que, aunque no haya más desafectos, la desafección ha adquirido importancia en el comportamiento electoral. Las estrategias de comunicación de los partidos políticos podrían haber interpelado directamente a esta forma de desencanto con la política, activando electoralmente la desafección.
Por un lado, los nuevos partidos podrían haber incrementado la desafección o haber activado sus consecuencias políticas cuando subrayan la desconfianza en las instituciones que provocan los casos de corrupción. Pero por otro, la desafección podría beneficiar a los partidos tradicionales. La falta de interés entre los votantes desafectos implicaría cierta inercia en el voto y a no arriesgar eligiendo partidos sin experiencia, decidiendo votar por aquellos que ya conocían. El gráfico 1 muestra el porcentaje de votantes de cada partido de ámbito estatal en 2011 según la clasificación de ciudadanos antes descrita (críticos, desafectos y satisfechos).
Gráfico 1. Orientación del voto (%) para cada tipo de ciudadano (satisfechos, críticos o desafectos) en las elecciones de 2011
Fuente: elaboración propia con datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (panel electoral 2011).
En las elecciones generales de 2011, el porcentaje de votantes de cada partido se distribuye de forma parecida entre los diferentes tipos de ciudadano. Los críticos parecen mostrar la única diferencia, prefiriendo en mayor medida a IU y en menor medida al PP, pero sin verse alterada la distribución general.
Gráfico 2. Orientación del voto (%) para cada tipo de ciudadano (satisfechos, críticos o desafectos) en las elecciones de 2015
Fuente: elaboración propia con datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (panel electoral 2015).
El gráfico 2 muestra una fotografía distinta para 2015. La escalera descendente que mostraba el gráfico anterior da paso a la variedad de votantes en cada tipo de ciudadano, y no sólo por la presencia de nuevos partidos. Entre los 'desafectos' hay más votantes de los partidos tradicionales que entre los 'críticos', aunque algo menos que entre los 'satisfechos'. Esta evidencia parece apoyar el argumento del anclaje del voto entre los desafectos, que no buscan alternativas fuera de esos partidos políticos que, en la medida en que desconfían, parecen no gustarles. No parece que estos ciudadanos hayan optado por romper con unos partidos de los que se sentían distanciados y apoyar a los nuevos partidos, centrándose así en subrayar los errores de los que hasta la fecha han gobernado el país, PP y PSOE. El nivel de apoyo a Ciudadanos, aunque es ligeramente más alto entre los desafectos, no es realmente distinto en ninguno de los grupos. Por último, Podemos encuentra apoyos sobre todo entre los ciudadanos críticos y no tanto entre los 'desafectos'.
En un país tradicionalmente poco interesado por la política, esta actitud, y no sólo la desconfianza hacia las instituciones, nos cuenta entre qué votantes han encontrado más apoyo los partidos. La desafección, como un elemento de la cultura política española, parece haber contribuido al anclaje de los votantes en sus patrones tradicionales de voto, beneficiando a PP y PSOE más que a los partidos nuevos. Son los ciudadanos críticos los que parecen tener pautas de voto más diferenciadas, en beneficio de Podemos. Queda por ver en qué medida estas pautas tendrán continuidad en el futuro o si, como ocurría antes de la crisis, la desafección vuelve a ser un rasgo durmiente de la cultura política. Las próximas elecciones pueden convertirse en un buen termómetro para comprobar en qué medida la desafección se mantiene activa o ha vuelto a desactivarse.