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¿Vivimos peor que nuestros padres? Qué nos dicen los datos

Ignacio Martín Granados

24 de Abril de 2018, 05:36

La crisis económica, social e institucional de los últimos años en España ha abierto una gran brecha entre generaciones. Esa distancia es muy evidente entre dos grupos de población, los baby boomers (que tienen entre 50 y 68 años) y los millennials (entre 18 y 35); o lo que es lo mismo, entre quienes ocupan los puestos de decisión y quienes intentan acceder a ellos. Para comprender los problemas de los más jóvenes y conocer los riesgos de esa brecha generacional -y, con ello, generar un debate constructivo con el que establecer los cambios que reparen, fortalezcan y renueven el contrato social entre generaciones-, la Fundación Felipe González ha puesto en marcha el proyecto Genera. Foro Intergeneracional junto con la Fundación Bancaria la Caixa, Resolution Foundation, Foundation for European Progressive Studies (FEPS) y Agenda Pública. La primera publicación es la investigación Comparativa europea de tendencias intergeneracionales, realizada por la Resolution Foundation británica. En dicho informe se analiza hasta qué punto el problema del nivel de vida intergeneracional se reproduce en diferentes economías de renta elevada y en los mismos ámbitos, principalmente los del mercado laboral, los ingresos y la vivienda. En primer lugar, hay un consenso entre los países de renta alta (Francia, Bélgica, Reino Unido, España, Italia, Alemania) respecto a que la evolución intergeneracional del nivel de vida ha sufrido un retroceso, y ya no se cumple esa aspiración social de que las generaciones venideras vivirán mejor que sus padres. Por el contrario, los países de rápido desarrollo -como China, Perú o India- creen que las generaciones más jóvenes tendrán una vida mejor que la de sus progenitores. La mejora de la esperanza de vida, como resultado de los avances en la salud, se traducen en una mejora del bienestar y en que cada vez más gente sobrevive hasta la vejez y disfruta de periodos de jubilación más prolongados. Y dichos cambios, aunque dignos de celebración, plantean dificultades a la sociedad en su conjunto porque provocan tensiones fiscales que repercuten en el nivel de vida presente y futuro. La actual tendencia económica en los países es que, a medida que disminuye el tamaño de la población ocupada respecto del de la dependiente, pagar los impuestos que mantienen a esta última se vuelve cada vez más gravoso por persona, lo que ejerce una presión cada vez mayor sobre las condiciones de vida durante la vida laboral, originando tensiones fiscales. Además, España (junto a Luxemburgo, Grecia, Francia e Italia) se encuentra entre los países en los que la renta de los jubilados supera a la de los trabajadores, según datos de Eurostat. Así, la renta mediana de los mayores de 65 años es un 1% superior a la de los menores de esa edad, mientras la media de la Unión Europea es de un 7% inferior. Este hecho, además de contribuir a las tensiones fiscales, afecta también a la influencia política de los diferentes grupos de edad. Por definición, los jóvenes tienen menores niveles de influencia electoral colectiva, mientras que la coordinación de los mayores es muy elevada. Un dato fundamental para entender en qué medida su mayor participación se refleja en la atención que le prestan los partidos políticos, provocando que los jóvenes no se sientan representados en el actual sistema político, se ponía de manifiesto en el informe Millennial Dialogue Spain. Otra conclusión importante que, por conocida, no deberíamos menospreciar es que España es el país que más ha retrocedido en la evolución de los ingresos intergeneracionales de entre los países analizados (Noruega, Reino Unido, Finlandia, Dinamarca, Estados Unidos, Alemania, Italia y Grecia). Si bien la crisis financiera no ha sido la única responsable de las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes en cuanto a su nivel de vida, ha desempeñado especialmente un papel fundamental en la configuración del mercado laboral, ya que este grupo generacional era el más expuesto a los efectos de la misma, debido a que estaban iniciando sus carreras profesionales y abriéndose paso en el mundo a la vez. La evolución de la renta (aumento proporcional respecto de las generaciones precedentes a la misma edad) que han conocido las generaciones más jóvenes es menor que la que han disfrutado las anteriores. En el análisis comparado de los nueve países citados anteriormente, los españoles -junto a italianos y griegos- son los que salen peor parados, especialmente los millennials, con una renta familiar significativamente más baja que la que tenían las generaciones anteriores a la misma edad, mientras que las de más edad conocieron, como mínimo, cierta evolución en su momento. Por el contrario, en Noruega los millennials y la generación X (el grupo de edad precedente, los nacidos entre 1966 y 1980) tienen una renta marcadamente superior que la que tuvieron las generaciones anteriores a la misma edad. Mientras que en el Reino Unido, Finlandia y Dinamarca, la generación silenciosa (los nacidos entre 1926 y 1945) y la del baby boom tienen considerablemente más renta que sus predecesores, los millennials apenas han experimentado un aumento en comparación con la generación X. A consecuencia de la desaceleración económica profunda y duradera tras la crisis financiera global, los jóvenes españoles han padecido una notable involución de renta, no sólo comparada con el grupo de edad predecesor, la ‘generación X’ (un considerable 30%), sino incluso dentro de su propia generación (la renta tipo de los millennials que han llegado a la treintena es un 8% mayor que la de los que están al inicio de la veintena). Esto, unido al hecho de que las generaciones de más edad en España han conocido grandes aumentos intergeneracionales de la renta –al igual que en otros países europeos–, explicaría por qué los adultos españoles son de los más pesimistas del continente sobre las perspectivas de los más jóvenes. Como consecuencia del dato anterior, podemos deducir que las tendencias del mercado laboral y la forma en que asimiló el impacto de la crisis financiera son el factor más decisivo de los movimientos de la renta familiar. La tasa de desempleo juvenil aumentó más del doble en cinco países europeos (Irlanda, Portugal, Italia, España y Grecia) y los dos últimos llegaron en 2013 a máximos del 42,4% y 48,7% respectivamente. Estos incrementos altos y sostenidos explican en buena parte por qué ha sido tan débil el crecimiento de la renta de los millennials en estos países. Y aunque la falta de crecimiento en los salarios –más que la falta de empleo– ha sido la principal debilidad del mercado laboral tras la crisis, en la actualidad tampoco se está produciendo un ajuste salarial al alza, y menos entre los jóvenes. En los países con mercados laborales duales (modelo insider-outsider), como es el caso español, se da un resultado relativamente favorable para los que mantienen el empleo. En ellos existe una división evidente entre los internos (con contratos fijos y altos niveles de seguridad laboral) y los externos (los trabajadores temporales, a menudo más jóvenes), quienes tienen mayor riesgo de perder el empleo. A los salarios debemos sumarle también otros factores estructurales como el crecimiento del autoempleo, la movilidad, el incremento en la precariedad laboral y, sobre todo, el aumento del trabajo a tiempo parcial. Si bien es cierto que las razones varían según el país -pudiendo ir desde un deseo de flexibilidad a un cierto grado de subempleo-, en España (el 80% del incremento de 15,5 puntos porcentuales se ha producido después de 2007) el hecho de que el trabajo a tiempo parcial represente un porcentaje mayor del total del trabajo que desempeñan los jóvenes es un lastre para el crecimiento de los ingresos. Y por último, el otro ámbito estudiado, el de la vivienda, refleja el enorme incremento de la presión que ésta ejerce sobre el nivel de vida cotidiano de todas las generaciones y una de las manifestaciones más claras del problema intergeneracional. En España, todas las generaciones vivieron una evolución intergeneracional de la tasa de viviendas en propiedad antes de la crisis (cada una disfrutó de una tasa de viviendas en propiedad entre cinco y 15 puntos porcentuales superior a la de la anterior a edades comparables). Sin embargo, este fenómeno se ha detenido súbitamente en la generación X -a pesar de que para los jóvenes comprar una casa es una aspiración habitual- y las tasas de viviendas en propiedad han empezado a caer recientemente entre los miembros mayores de este grupo y entre una generación y la siguiente. Otras razones que explican este comportamiento (aunque la ratio entre el precio de la vivienda y la renta (RPVR) en España haya disminuido de media un 4,4% anual tras la crisis) son el acceso al crédito o los altos niveles de desempleo, también vinculados a la recesión. La combinación de un bajo crecimiento de la renta y el alto coste de la vivienda ha significado que los españoles dediquen casi un 30% de sus ingresos, frente al 5%-10% de sus abuelos. (en Reino Unido, la relación es de cerca del 25% frente al 7%, respectivamente). En definitiva, gracias a los datos de este informe, podemos constatar como un hecho lo que era una creencia común: que los jóvenes españoles -como muchos europeos- tienen peores expectativas de futuro que las generaciones precedentes. A pesar de haber crecido en un país más próspero, más abierto, más libre y con muchas más comodidades que sus padres, se han topado en su transición a la vida adulta con una triple crisis -la económica, la social y la institucional- que les ha convertido en los grandes perdedores del cambio en la estructura social que se ha producido últimamente en España. Esto ha despertado un sentimiento de pesimismo ante el futuro y frustración de expectativas que explica, entre otras cosas, la aparición de nuevos partidos políticos. Urge, por tanto, no sólo tratar de poner remedio a las causas y consecuencias de la crisis, sino trabajar en la renovación del pacto que ordene nuevamente la convivencia entre generaciones; porque esta transformación de la estructura social española seguirá, muy probablemente, afectando a los jóvenes del futuro. Este artículo forma parte del proyecto Genera. Foro Intergeneracional de la Fundación Felipe González. 
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