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La digitalización de la Universidad: de la fontanería a la filosofía

Agustina Piedrabuena

16 de Abril de 2018, 21:00

En las últimas décadas no ha dejado de crecer la demanda de un cambio educativo. Ya en 1902, Émile Durkheim indicaba que "las transformaciones profundas que han padecido o que están padeciendo las sociedades contemporáneas exigen transformaciones paralelas en la educación nacional. Ahora bien, aunque sentimos la necesidad de cambios, no sabemos exactamente cuáles han de ser éstos". Es la historia del último siglo: una reforma necesaria que nunca termina de llegar o con la que nunca terminamos de estar satisfechos. Siempre ha sido difícil anticipar el futuro, pero quizá nunca lo haya sido tanto como ahora. Vivimos tiempos en los que los avances tecnológicos se suceden a una velocidad inusitada, y cuyos efectos sobre la economía, la sociedad, las personas y nuestra forma de relacionarnos van muy por delante de las medidas que se toman para gestionarlos o regularlos. La Universidad en España se enfrenta al reto de ser capaz de reinventarse para ofrecer una educación que permita al estudiante afrontar los desafíos que se le vienen encima en este panorama tan incierto: los valores líquidos de la sociedad, el uso de tecnologías en el aprendizaje, la formación para profesiones desconocidas, los efectos de la robótica y la inteligencia artificial en el futuro del empleo, la asunción del aprendizaje no como una etapa de la vida sino como un proceso continuo; el compromiso ético, personal y profesional, con los intereses generales en un mundo más complejo y global… Cuando se intenta analizar el impacto de las tecnologías en la Universidad española, es común encontrar recomendaciones como "generalizar la educación digital", "fomentar la inserción e integración de las Tecnologías de la Información (TI) en la docencia", "dinamizar el sistema para promover la modernización de sus infraestructuras...". Pesimistas como somos, nos puede hacer caer en una cierta melancolía y tener la sensación de que todo está por hacer y de que en nuestras universidades se sigue enseñando a golpe de tiza y pizarrón. Nada más lejos de la realidad. Vayamos a los datos. Universitic constituye el análisis global y minucioso de las TI en el Sistema Universitario Español. Sus informes nos ofrecen una radiografía del esqueleto tecnológico que sostiene nuestras universidades, las venas (redes) por las que circula la información y los músculos (servicios) que permiten que se muevan. En su última edición de 2017, donde se recogen los datos de 86% de las universidades públicas y del 25% de las privadas (y del 84% de los estudiantes), tenemos un catálogo de indicadores agrupados en dos niveles:
  • Los de descripción de las TI, que permiten obtener un inventario pormenorizado de las tecnologías implantadas en nuestras universidades, desde cinco ejes diferentes: enseñanza-aprendizaje, investigación, procesos de gestión, gestión de la información y formación y cultura TI.
  • Los indicadores de gestión de las TI, que sirven para analizar cuáles son las buenas prácticas en gestión de las tecnologías que en estos momentos están en explotación en las universidades, desde seis puntos de vista: recursos, proyectos, servicios, dirección, calidad, normativa y estándares y colaboración.
Éstas son algunas de las conclusiones más destacadas: 1.- La apuesta de las universidades por las TI como soporte y apoyo a la docencia ha alcanzado niveles de saturación:
  • La docencia virtual, la gestión de licencias software para enseñanza, el soporte a aulas de informática tanto de uso docente como de libre acceso están implantados prácticamente en la totalidad de las universidades participantes en el informe.
  • El porcentaje de PDI (Personal Docente e Investigador) que utiliza la plataforma de docencia virtual institucional es superior al 90%.
2.- En cuanto a la infraestructura TI como soporte y apoyo a la docencia presencial y no presencial:
  • El 83% de las aulas cuenta con conexión a Internet para los estudiantes y proyector multimedia.
  • Cada vez las universidades ponen menos equipamiento genérico a disposición de los estudiantes (unos 60.000 ordenadores), pero aumentan los servicios para facilitarles que usen su propio equipo: casi 20 millones de conexiones ‘wifi’ (unas 52.000 diarias) y un aumento del 13% en el catálogo de aplicaciones virtuales de escritorio para prácticas docentes.
  • Ha aumentado significativamente (un 17%) el número de titulaciones no presenciales ofertadas por las universidades españolas participantes en el estudio, alcanzando la cifra de 484, lo que supone poco más del 7% de las titulaciones que ofertan. Y casi un 85% de ellas ha considerado iniciativas en relación con la adopción de cursos MOOC (Massive Open Online Course).
  • Las herramientas necesarias para la implantación de la administración electrónica en las universidades ya están plenamente consolidadas y se está avanzando fuertemente en interoperabilidad.
  • En el 78% de las universidades hay en marcha proyectos de transformación digital del aprendizaje.
  • Para prácticamente todas las universidades, la mayor preocupación es la seguridad de la información.
Como podemos ver, la digitalización hace tiempo que ha llegado a la universidad española, y su grado de análisis, estudio e introspección alcanza cotas más que relevantes. Hasta ahora, la gestión de las Tecnologías de la Información en este sector se ha centrado en lograr una administración eficiente de los recursos tecnológicos como soporte fundamental del resto de servicios universitarios. A la vista de los datos anteriores, me atrevo a decir que este propósito se ha alcanzado y que la inserción de las TI es una realidad en la práctica totalidad de las universidades.

No quiere decirse con ello que la situación sea perfecta y, desde luego, siempre existe recorrido de mejora, pero esta evolución está en marcha y parece que no nos hemos dado cuenta. Decía Jean de Monet que el hombre nunca mira al cielo porque siempre lo tiene a la vista. Algo así nos sucede habitualmente en el mundo de las TI, que están tan mimetizadas en nuestra cotidianeidad que no las apreciamos, y como consecuencia, no se ponen en valor. Todo el mundo da por hecho que la videoconferencia debe funcionar, que el portátil se va a conectar automáticamente y de forma segura a la wifi de la universidad, que voy a poder conectarme para ver las notas del examen que han sido publicadas hace cinco minutos. Queda así oculto, e injustamente poco reconocido, el inmenso trabajo y colosal esfuerzo de los equipos existentes en las universidades españolas, que han logrado que las tecnologías se hayan imbricado con naturalidad en el día a día de la comunidad universitaria: los departamentos de Informática. Los Servicios de Informática de las universidades son los encargados de adaptar todas las tecnologías al ámbito universitario en cada una de sus facetas docentes, investi­gadoras, de gestión o de gobierno. La complejidad es grande: hablamos de entornos muy diversos, con necesidades muy dispares que van desde la presión de estudiantes y docentes por utilizar los últimos productos surgidos en los mercados hasta la necesidad de uso de sistemas robustos de gestión universitaria, herramientas ofimáticas y sistemas de planificación de recursos empresariales (ERPs), pasando por la administración de grandes redes de comunicaciones, sistemas y centros de procesamiento de datos (CPDs), o el cambio cultural constante de la mano de las nuevas herramientas para la docencia y la investigación. Por su carácter transversal, posiblemente sean el área que mejor conoce todos los departamentos que componen la universidad y sus particularidades. Son, además, un colectivo profesional en constante comunicación y compartición de conocimientos y experiencias en diversos foros y mesas sectoriales, con un nivel de capacitación reconocido en todo el sector TI. Es necesario un punto de inflexión en su trabajo. Ya desde 2011, en el libro Gobierno de las TI para universidades, se viene diciendo que no convendría concebir estas tecnologías como lo que han sido hasta ahora, elementos meramente tácticos de las universidades, que se han gestionado verticalmente y planificado de manera aislada, sino que tendrían que formar parte de la planificación global de la universidad. Éste es uno de los grandes retos pendientes a la hora de abordar el proceso de transformación digital en la universidad: la planificación estratégica e integral de las TI de manera alineada con los objetivos globales de la organización. El director de Informática habría de pasar a ser un verdadero Chief Information Officer (CIO), un estratega de tecnología de negocio, el responsable de definir el posicionamiento de la organización en la economía digital y diseñe sus posibilidades futuras. Para abordar el reto de la reconstrucción digital de la universidad (y cómo las tecnologías van a transformar los modelos de aprendizaje, los contenidos, la docencia; la relación con alumnos, con Personal de Administración y Servicios (PAS), Personal Docente e Investigador (PDIs), egresados, investigadores, empresas y sociedad…) no se puede actuar de espaldas al área digital por excelencia de la universidad. Las TI deben dejar de verse como el bastón postizo e incómodo en el que la universidad se ve obligada a apoyarse para pasar a considerarse como el intersticio humano, ese nuevo órgano que se encuentra bajo la piel y conecta todo el cuerpo, presente dentro y entre todos los órganos, y que al igual que las TI en la universidad, siempre ha estado ahí, entrelazándolo todo. No habiendo sido percibido ni apreciado con anterioridad, ahora le corresponde reivindicar su importancia y su protagonismo en el futuro. No va a ser fácil. A fecha de hoy, sólo el 40% de las universidades disponen de un plan estratégico para las TI alineado con la estrategia de la universidad, y sólo en la mitad de ellas su responsable participa en la estrategia global. Mientras tanto, the show must go on: en 2017, sólo el 3,48% del presupuesto de las universidades españolas se ha destinado a las TI, cuando lo recomendado por la OCDE es el 5%. Peor es comprobar que esta asignación presupuestaria es prácticamente la misma que había en 2007. Con estos cuantías menguantes (hay que recordar que las universidades siguen sujetas a restricciones presupuestarias, tanto en contratación de personal como en inversiones) son con los que los departamentos TI tienen que afrontar la transformación de personas, procesos y herramientas tecnológicas. Faraón Llorens, profesor de la Universidad de Alicante y miembro asociado de la cátedra Unesco de Gestión y Política Uni­versitaria, aportó en la Cruetic celebrada en Toledo en 2015 una reflexión que me pareció muy ilustrativa acerca del papel y la evolución de las Tecnologías de la Información en la universidad: el equilibrio entre fontanería y filosofía. Sus departamentos de Informática deben dar el salto a los niveles estratégicos de la organización, sin descuidar en el trance las infraestructuras, los sistemas y las redes. La sociedad nos demanda una ampliación del campo de juego, incorporando nuevos conocimientos, nuevos procesos y más actores al acto educativo. El éxito en la transformación digital universitaria residirá, entre otras cosas, en la medida en que doten de mayor visibilidad, autoridad y estatus a las áreas de Informática para que puedan convertirse en las verdaderas estrategas tecnológicas.
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