Imaginemos por un momento que pudieses conseguir un premio. Un premio muy caro, aproximadamente valorado en 322.1 millones de anuales. Este premio permite que vengan a tu ciudad unos 900 trabajadores, todos ellos muy bien cualificados y posiblemente científicos de primer nivel internacional. Gracias a la labor de éstos, cerca de 35.000 personas entre expertos nacionales, científicos y demás reguladores, se trasladarán cada año a tu ciudad por motivos de trabajo y de reunión. Estos visitantes a su vez querrán hospedarse y consumir dentro de la amplia oferta cultural y de playa que, como ciudad, eres capaz de proporcionarles. Por si esto fuese poco, el tipo de trabajador que se desplazará de forma permanente a tu ciudad, no se tratará de un trabajador con el sueldo medio. No, para nada. Estaríamos hablando de una plantilla cuyas condiciones laborales la colocarían en la distribución alta de la renta de cualquier país europeo. Es decir, tu ciudad recibiría dos regalos dentro del mismo paquete: inmejorable capital humano e individuos de renta media-alta que bien harán las mieles de arrendadores, dueños de primeras marcas comerciales e incluso de colegios internacionales, pues al ser estos nuevos trabajadores mayormente extranjeros, buscarán que sus familias se muevan en entornos internacionales.
Este premio está a la vista. Sólo estirando un poco más el brazo quizás puedas conseguirlo ya que posees las aptitudes y las condiciones para ello. Pero de repente, decides que no merece la pena perseguirlo. Que es mejor centrarte en tus escollos internos en lugar de sacar lo mejor de ti para conseguir algo por lo que, en otra época, bien hubieses luchado por ello, o lo que es peor aún, compañeros de viaje que bien podrían haber optado al premio, han decidido cederte a ti la oportunidad de conseguirlo. ¿Qué te parecería esta actitud? Creo que sin mucho lugar a dudas, podríamos aventurar que tu estrategia ha sido totalmente errónea. Y lo más importante, este es el premio que seguramente haya perdido la Ciudad de Barcelona ante la eminente decisión de dónde se recolocará la nueva Agencia Europea de Medicamentos (EMA con su siglas en inglés).
Y es que, desde la resolución del Brexit, las instituciones de la Unión Europea no se han quedado de brazos cruzados esperando a ver qué podría ocurrir con las sedes que están localizadas en Reino Unido (RU). Por el contario, casi desde el minuto uno han puesto en marcha su maquinaria para recolocar dichas sedes, principalmente la mencionada EMA y la Autoridad Bancaria Europea (EBA en inglés). El tiempo apremia ante la salida definitiva de RU y los movimientos y decisiones se han ido tomando con premura. Ante ello, no han faltado ofertas por parte del resto de ciudades europeas, para albergar las sedes de estas dos agencias, siendo posiblemente la EMA la joya de corona.
La EMA es la encargada de impulsar el conocimiento científico con el que evaluar y supervisar los medicamentos que posteriormente se pondrán en circulación dentro de la Unión Europea, con el fin de preservar los estándares de calidad y salud (humana y animal) perseguidos dentro de la normativa europea. Por su parte, la EBA tiene como fin regular y supervisar el sector bancario europeo, ayudando a impulsar la tan ansiada unión bancaria. Todo ello desde un contexto de independencia política por parte de ambas instituciones. En la siguiente figura podemos ver cuáles son las ciudades que se han presentado con el fin de atraer dichas sedes. Mientras para la EBA se han postulado ocho ciudades con un fuerte bagaje en el sector financiero (Frankfurt, Luxemburgo, París, Dublín), en el caso de la EMA lo han hecho 19 ciudades. Ésta puede permitirse un alcance geográfico mucho mayor que la EBA pues estaríamos hablando de una institución que, en esencia, requiere de cercanía a la red institucional de los Estados miembro, buenas infraestructuras de comunicación y servicios de calidad con los que atender a sus trabajadores y a las tareas que se desarrollarán dentro de dicho centro.
Ciudades candidatas a albergar las sedes europeas en RU
Fuente: European Council
Para decidir la localización de las agencias, el Consejo Europeo estableció una serie de requisitos que las nuevas ciudades tendrían que cumplir. Entre éstos, la ciudad debería de asegurar que la agencia siguiese funcionando una vez RU dejase la UE. Además de cerciorarse de que el mercado laboral y los sistemas de comunicación y de salud de la ciudad receptora resultasen excelentes, el Consejo pretendía que la nueva sede cubriese objetivos de homogenización territorial entre los países de la UE. Esto es, dentro de las instituciones europeas existe una fuerte asimetría en la colocación de estas sedes. Mientras los países de la UE-15 concentran la mayoría de ellas (especialmente Bélgica, Alemania, Luxemburgo y Francia), Europa del Este hasta el momento sólo dispone de algunas agencias (Lituania, Polonia y Hungría, entre otros). De ahí, que la recolocación de la EMA y la EBA fuese una buena oportunidad para ganar cierta simetría, aunque la cada vez mayor inestabilidad política de algunos países de Europa del Este no aventura a pensar en ellos como futuros destinos.
En el caso de España, el Gobierno central decidió optar por la candidatura de Barcelona como aquella ciudad que albergase la sede de la EMA. Sus condiciones para ello son óptimas y difícilmente superables: Dispone de capital humano de vanguardia y una red de centros de investigación de primer nivel en ciencias de la salud con la que satisfacer de recursos a la EMA; su red de comunicaciones y de infraestructuras (la EMA se situaría presumiblemente en la Torre Glòries) permite conectar a Barcelona con (casi) cualquier destino europeo; su fuerte estructura económica le permite tanto dotar de buenos servicios profesionales a la EMA, como proporcionar el hospedaje necesario (hoteles) para todos los eventos que ésta llevase a cabo; y, por último, su ambiente internacional, confiere a Barcelona de un carácter cosmopolita en el que trabajadores de fuera de España bien pudiesen desarrollar sus vidas familiares con total normalidad.
Pese a todas estas condiciones, el movimiento independentista las ha pasado por alto a la hora de seguir con su propia agenda política. Ante la incertidumbre de los últimos meses, parece que la UE y los medios internacionales han descartado a Barcelona como un destino preferente para la EMA. A la espera de la decisión final que tendrá lugar el 20 de noviembre, todo apunta a que dicha ciudad no será finalmente elegida, pues ¿qué sentido tendría para la UE escapar de una localización que ya no será parte de la UE (RU), para moverse a otro destino que no pertenecería a la UE en caso de llevase a cabo la secesión? Por estos riesgos políticos, hace unos días el propio Financial Times apostaba por las ciudades de Milán o Bratislava como posibles ganadores. De hecho, no sólo Barcelona saldría perjudicada de no ser elegida, sino que España en su conjunto tendrá que asumir el coste de no albergar a la EMA porque, empezando por Madrid, otras ciudades como Valencia, Zaragoza o incluso Málaga (con aeropuerto internacional), bien podrían haber sido claras candidatas en lugar de Barcelona.
Pronto saldremos de dudas. Hasta entonces, seguiremos viendo como Barcelona, y Cataluña en general, no sólo expulsa a sus propias empresas sino que, además, parece haberse decantado por no apostar ni siquiera por premios que en otros tiempos hubiesen enorgullecido públicamente a cualquier gestor político aunque quizás más impactante es que Londres se haya permitido perder dos sedes de este tipo.