10 de Noviembre de 2017, 20:51
En los últimos años es frecuente escuchar que los catalanes comenzaron a sentirse (más) frustrados con el sistema político español, y en particular con el Estado Autonómico, alrededor de 2010. Se dice que, en buena medida aunque no solo, ello se debió a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut y que esta desafección estuvo en el origen de lo que tan angustiosamente vivimos hoy. Pocas veces hemos analizado qué sintieron los ciudadanos de otras partes de España en 2010 y cómo se canalizaron sus actitudes.
En este post pretendo analizar las actitudes de estos ciudadanos. La comparación entre las actitudes de los catalanes y el resto de los españoles me permite realizar algunas reflexiones sobre el peso real de la sentencia del Estatut así como de otros factores en la desafección de los catalanes y añadir alguna modesta evidencia a las explicaciones acerca de la situación actual que se vive en Cataluña que otros antes que yo han puesto sobre la mesa (por ejemplo aquí o aquí o aquí o aquí y en decenas de artículos periodísticos).
En el gráfico 1 vemos que, al menos entre 1996 y 2005, los catalanes que creían que la creación y el desarrollo de las CCAA eran algo positivo para España alcanzaba el 77% (CIS). Se trataba de un porcentaje de ciudadanos que seguramente ahora nos parece sorprendente porque es muy elevado. Este porcentaje cayó primero en 2010 y luego en 2012, un total de 35 puntos.
Gráfico 1
En el gráfico 2 vemos que entre 1996 y 2005, los catalanes que creían que el Estado Autonómico funcionaba bien o muy bien eran más del 50%. Este porcentaje cae al 25% en 2010 y al 12% en 2012.
Gráfico 2
En ambos casos se trata de unos descensos muy acusados y muy llamativos. Seguramente muchos de ustedes habrán ya sacado sus conclusiones: ahí está, la creciente desafección catalana con el Estado Autonómico se debe a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut que se produjo en el verano de 2010.
Además de que la encuesta de donde extraigo esos datos de 2010 para Cataluña se realizó antes de que se dictara la sentencia mencionada, la validez de esta explicación deja de estar clara cuando en la ecuación, en vez de incluir solo a Cataluña, introducimos a otras Comunidades Autónomas (CCAA). Miren los dos siguientes gráficos. Junto a Cataluña también aparecen otras CCAA y el total nacional. Lo que pasa en el resto de CCAA es algo casi idéntico al caso catalán: en 2010 aumenta la desafección con el Estado Autonómico. Es cierto que la caída en la satisfacción es algo mayor en el caso catalán, pero no llamativamente mayor.
Gráfico 3
Gráfico 4
Con estos datos que incluyen a otras CCAA resulta forzado afirmar que las causas de la desafección entre los catalanes de a pie se deriven de la sentencia del Estatut ni en 2010 ni en 2012 como a veces se escucha. Más bien parece que a este aumento de la desafección con el Estado Autonómico pudo contribuir la crisis y en particular la muy agresiva campaña que durante esos mismos años 2010-2011 los partidos en la oposición y principalmente UPD llevaron a cabo contra el Estado Autonómico (una campaña de tal calibre que incluso llevó a Chaves, ministro de política territorial, a encargar en el Congreso un informe sobre las "duplicidades, solapamientos e ineficiencias" del Estado Autonómico en febrero de 2011 a la difunta Agencia de Evaluación (AEVAL). Al Estado Autonómico se le acusó de despilfarrador y de estar el origen de la crisis fiscal del Estado. La principal razón que esgrimen en Madrid (65%), Andalucía (58%) y Cataluña (50%) quienes lo valoran negativamente es que el Estado Autonómico ha aumentado el gasto público. Junto a ello, en 2010 se anunciaron los primeros recortes y entre esta fecha y 2012 fue cuando se llevaron a cabo el grueso de los mismos, impulsados por el Estado Central y las CCAA.
¿Es posible que los catalanes se sintieran especialmente maltratados por el gobierno central y eso contribuyera a su desafección con el Estado autonómico, aferrándose a su gobierno autonómico? En 2012, los ciudadanos de Cataluña, Madrid y Andalucía culpaban casi por igual del paro en su CA a los dos niveles de gobierno y además en porcentajes muy parecidos (a la política económica del Gobierno central un 89 catalanes, un 88 de los madrileños y un 82% de los andaluces y a la del autonómico un 80, 77 y 78% respectivamente). Además, en el gráfico 5, se ve que en 2012, el porcentaje de españoles que percibían que los servicios públicos gestionados por su CA era mejor que la que llevaba a cabo la Administración Central cayó 2 puntos (y subió 5 puntos el porcentaje de quienes creían que los servicios autonómicos funcionaban igual o peor que los gestionados por la Administración Central). En Cataluña, el porcentaje de quienes creían que la gestión autonómica de los servicios era mejor que la de la Administración Central cayó 7 puntos, más que la media nacional (y el porcentaje de quienes percibían que funcionaban igual o peor que los gestionados por el gobierno central aumentó 6, más que la media nacional).
Gráfico 5
Por otro lado, la desafección con los gobiernos subestatales durante la crisis no es exclusiva de Cataluña, ni de España y su Estado Autonómico. También entre 2008 y 2010 en otros países como por ejemplo Italia, donde las regiones fueron acusadas también del despilfarro, la confianza cayó en esas fechas en 12 puntos porcentuales (aquí lo tratamos).
Igualmente, en España la caída de la confianza en las instituciones no se produjo solo alrededor del Estado Autonómico. Otras instituciones como las organizaciones empresariales o el Defensor del Pueblo también se vieron afectadas en 2010 y es poco plausible que se deban a causas específicamente catalanas. Alrededor de esos años, la práctica totalidad de las instituciones por las que el CIS pregunta sufrieron una (grave) erosión del grado de confianza que en ellas depositan normalmente los ciudadanos. En estos años subió incluso la aceptación de recortes del gasto público y descendió la disposición a pagar impuestos. Aunque la legitimidad de la democracia (la creencia ciudadana en que la democracia es la mejor forma de gobierno entre las posibles) ha permanecido por encima del 75% durante la crisis (en 2017 se ha recuperado hasta el 85%), la satisfacción con el funcionamiento de la misma se desplomó a partir de 2012.
En resumen, la frustración o la desafección crecieron no solo en Cataluña sino en todo el territorio nacional y parecen tener una íntima relación con la crisis. En 2012 se llevó a cabo el último Barómetro Autonómico del CIS así que no podemos saber cómo han evolucionado todos los datos analizados en los gráficos comentados más arriba. Sí disponemos de datos más recientes que han sido analizados otras veces por sociólogos y politólogos sobre cómo se canalizó esta desafección o frustración entre los catalanes. El gráfico 6, recoge el bautizado por Lluís Orriols como Klosómetro (en honor a Pau Marí-Klose) y muestra que el aumento más relevante en el número de catalanes que querían que el Estado reconociese a las CCAA la posibilidad de convertirse en Estados independientes se produce sobre todo en 2012. En el gráfico 7, vemos como el incremento importante de los que se sienten solo catalanes ocurre también en 2012 y se produce sobre todo a costa de los que afirmaban sentirse tan españoles como catalanes. La situación apenas afectó a los sentimientos nacionales en Madrid, Andalucía o el País Vasco. En cuanto a las preferencias por la organización territorial del Estado, en el total nacional subió hasta el 40% el porcentaje de personas que quería tener un Estado centralizado o en el que las CCAA tuvieran menos competencias que en la actualidad (por cierto, en marzo de 2017 este porcentaje había descendido al 27%).
Gráfico 6
Gráfico 7
Recapitulando, la desafección con el Estado Autonómico en 2010 se produce tanto entre los catalanes como entre el resto de españoles. Sin embargo, como hemos visto, los rasgos en relación a cómo esta desafección afectó sobre todo a partir de 2012 de manera distinta a las actitudes de los catalanes en cuanto a sus preferencias por la organización territorial del Estado y sus sentimientos nacionales, ha tratado de explicarse utilizando distintas teorías y a mi juicio necesitamos varias de ellas para entender lo que ha pasado.
Por un lado, la crisis y el que todos los gobiernos autonómicos, especialmente los que estaban gobernados por partidos distintos al del gobierno central hicieran un ejercicio de "traspaso de la culpa", es decir, en vez de asumir al menos una parte de su responsabilidad en recortes tan sensibles como la sanidad o la educación, le endosaron la culpa al gobierno central de todos o de la mayoría de ellos (lo expliqué en este post que es útil para entender cómo funcionan muchos sistemas federales en época de crisis). En todas las CCAA había ciudadanos dispuestos a aceptar que el gobierno central era el principal responsable de los recortes (especialmente si estos ciudadanos no lo habían votado). Sin embargo, en el caso de Cataluña, este ejercicio de traspaso de la culpa pudo ser más exitoso en un contexto en que los agravios en materia de financiación habían sido bien construidos, no solo entre los que ya antes eran independentistas, sino entre aquellos que habían tradicionalmente apoyado la descentralización (que eran más que los ciudadanos de otras CCAA).
Además, el malestar genuino de algunos actores políticos con la sentencia del Estatut encontró en la crisis y en la creciente desafección ciudadana un terreno abonado para su propagación. Un parte de las élites políticas catalanas quizá se hubiera conformado con reclamar más autonomía, un reparto de los recursos más cercano a los intereses de Cataluña y un mayor reconocimiento nacional, y quizá habrían consentido esperar hasta que la crisis aliviara las finanzas del país. Pero estos actores se vieron arrastrados por otra parte de las elites y también de la propia sociedad civil organizada alrededor del independentismo de base (que en 2012 podía representar más del 25% de la ciudadanía) que claramente no quiso esperar, bien porque eran genuinamente escépticos con la reformabilidad del Estado Autonómico y de la Constitución o bien porque no querían desperdiciar la oportunidad de iniciar la senda hacia la independencia en un momento de gran debilidad económica del Estado. Finalmente, como me explicaba uno de los líderes de ERC, el factor que aseguraba la tormenta perfecta era la victoria del Partido Popular en diciembre 2011, que como sabemos despierta enormes fobias entre muchos catalanes. Ahora o nunca, me dijo. El resto desde 2012, es ya una triste y dolorosa historia del presente.