El Partido Comunista celebra su 19º Congreso Nacional. Y aunque España vive un momento convulso por el desafío independentista, y la Unión Europea con el Brexit, y Alemania con el auge de la extrema derecha, es necesario, aunque sea por unos minutos, poner en China el foco de atención.
Desde ayer hasta el día 24 el evento reunirá en Pekín a 2.300 delegados del sector público, privado y del ejército. Se debatirán distintos temas de carácter político, económico y social y se designarán los nuevos miembros de los principales órganos de gobierno del Partido: Comité Central, Buró Político y Comité Permanente.
Pese a que existe una gran especulación sobre los nuevos nombramientos, hay consenso sobre que el Congreso servirá para consolidar todavía más el poder del actual secretario del partido y presidente de China, Xi Jinping, que vería así ratificado su segundo mandato de cinco años.
El fortalecimiento de su poder vendrá dado por su designación como contribuidor a la ideología del Partido algo que sus antecesores no consiguieron durante su mandato y mediante el nombramiento de altos cargos afines;. Esto rompería la norma no escrita de dar paso, en los últimos cinco años de mandato de cada secretario general, a representantes de corrientes afines al antecesor en el cargo, algo que ha marcado las transiciones de poder entre las diferentes corrientes del Partido desde el fin del mandato de Mao. Asimismo, el Congreso puede romper algunas de las reglas establecidas desde el periodo de Deng Xiaoping: entre ellas, la edad máxima para ostentar un cargo y, sobre todo, eliminar la restricción de la Presidencia del partido a dos mandatos, lo que significaría uno de los cambios más relevantes desde la llegada del Partido Comunista al poder.
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Pese al descontento que esto generará en ciertas alas del partido, la acumulación de poder por parte de Xi Jinping hasta la fecha, en particular su control del ejército y de la agencia anticorrupción cuyo responsable Wang Qishan, es considerado la segunda persona más importante del Gobierno, por encima del primer ministro Li Keqiang y candidato a sucederle hacen poco probable un movimiento de ruptura que pudiera desestabilizar el sistema político en los próximos cinco años.
¿Qué podemos esperar de China en los próximos años bajo un mandato fuerte de Xi Jinping?
La agenda doméstica vendrá determinada por nuevas políticas que consoliden el ritmo de la transformación del país hacia una sociedad de consumo, que es desde 2015 el principal contribuyente al crecimiento del Producto Interior Bruto. En este sentido, se espera que durante el Congreso se anuncien medidas que apoyen esta transición. En particular, priorizar el acceso al crédito a consumidores y pymes, mientras se aceleran las medidas para sanear el sistema bancario (enfocadas fundamentalmente en reducir el endeudamiento de empresas ligadas al sector público y gobiernos locales); nuevas iniciativas para promover y facilitar la transición de trabajadores a sectores con alto crecimiento y mitigar así el riesgo de desempleo; y en el área de inversión, se dará prioridad al desarrollo urbano del interior de China y a la creación del mayor núcleo urbano del mundo alrededor de Pekín (Xiongan), que podría alcanzar los 100 millones de personas.
Dos iniciativas gubernamentales que merecen mención específica son el plan One Belt, One Road, uno de los pilares geopolíticos de China y que, con un presupuesto de un billón de dólares, tiene como objetivo desarrollar la infraestructura necesaria para conectar China con Asia Central, África y Europa. Asimismo, destacan los distintos planes que promueven la modernización país: el 'Made in China 2025', con un presupuesto de 150.000 millones de dólares para los próximos 10 años, con el objetivo de modernizar la capacidad productiva, desarrollar la nueva infraestructura de telecomunicaciones de alta velocidad que llegará a todo el país y liderar el desarrollo del coche eléctrico.
En materia de seguridad, la anexión de territorio en el Mar de China Meridional seguirá siendo una prioridad por su valor geoestratégico. Respecto al conflicto con Japón sobre las islas Senkaku, China parece querer evitar la confrontación. Corea del Norte seguirá siendo la gran incógnita y principal preocupación en la región. La probabilidad de conflicto armado sigue siendo baja, pero su impacto sería tan alto (ya que afectaría a las tres principales economías de la región, China, Japón y Corea del Sur) que exigirá la atención de todos los países involucrados.
La relación con Estados Unidos es otro de los elementos principales de la política exterior. Tras una reunión en abril más positiva de lo esperado por muchos analistas y numerosas conversaciones entre los equipos de ambos jefes de Estado durante los últimos meses para encontrar una solución al problema generado por Corea del Norte, Xi Jinping recibirá al presidente Donald Trump en Pekín a principios de noviembre, en lo que puede representar otro acercamiento entre ambos países. La cumbre tendrá previsiblemente como resultado concesiones por ambos lados que pueden facilitar la resolución del conflicto y una mayor estabilidad del comercio internacional.
El Congreso reconocerá también el papel que ha desempeñado Xi Jinping en aumentar la influencia de China en el exterior. Por méritos propios y decisiones de otros, la presencia del país en el ámbito global ha alcanzado cotas máximas. La participación de Xi Jinping en Davos y la inclusión del yuan en la cesta de monedas del Fondo Monetario Internacional han sido dos hitos que simbolizan este creciente papel. A futuro, el Banco Mundial, el FMI y la Unesco son organismos en los que China quiere adquirir mayor poder, además de consolidar el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. En paralelo, seguirá promoviendo, junto con otros países, acuerdos contra el cambio climático, un área que fortalece su papel de potencia internacional y responde también a prioridades de política doméstica, debido a la creciente preocupación de la población por la contaminación.
Sin embargo, en materia de libertades y de avance democrático se prevén pocos cambios. La situación de Hong Kong y numerosas medidas para controlar el acceso a la información indican que el Partido no tiene intención de reducir su control en este ámbito. A esto se une el creciente descontento de la clase media urbana con la contaminación medioambiental, la calidad de la educación y sanidad y la corrupción. La falta de avances y medidas en estas áreas podrían convertir a este segmento de la población, cada vez más numeroso y con mayor poder económico, en una fuerza de cambio en el futuro. Esto convertiría a los principales beneficiarios del histórico crecimiento económico en la principal amenaza del partido.
En definitiva, y pese a posibles fuentes de inestabilidad como las anteriormente mencionadas, el Congreso tiene lugar con un Gobierno fuerte, altas tasas de crecimiento económico y planes ambiciosos para la modernización del país y su ascenso en el panorama internacional.
El siglo XXI es el siglo de China. Como decíamos en una nota anterior, la capacidad para articular una estrategia que responda a esta nueva realidad marcará en gran medida la prosperidad económica de la UE en el futuro.