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Deniz Toprak (Efe)

Gana Erdoğan. Cambio con resistencia

Ruth Ferrero-Turrión

4 mins - 17 de Abril de 2017, 22:07

Erdoğan ha ganado su tercer referéndum de reforma constitucional durante la última década (2007, 2010, 2017). Esta vez por un menor margen de votos, algo sorprendente especialmente si se tiene en cuenta el proceso represor y de purga de los distintos actores opositores al régimen que ha tenido lugar durante el último año y en el que más de 6.000 funcionarios han sido retirados de sus puestos. Lo ajustado del resultado ha hecho que las reacciones hayan sido cautelosas tanto desde el Consejo de Europa como desde la Comisión Europea, a la espera del informe que haga público la Osce. En ambos casos, se pide contención y esfuerzo por la reconciliación nacional por parte de las autoridades del país otomano ante la creciente polarización del país, las acusaciones de fraude electoral por parte de los partidos favorables al no, y la consiguiente inestabilidad social y política tan preciada por Bruselas en su vecindad.

En todo caso, esta victoria completa el proceso de cambio de sistema político iniciado por Erdoğan allá por 2007 y cuyo principal objetivo era la transformación de una república parlamentaria en un régimen semi-presidencial que dota de amplios poderes ejecutivos al jefe del Estado. Esto no sería un problema si no fuera acompañado por la desaparición de la división de poderes, que pasarían a estar significativamente dirigidos y controlados por el presidente, sin ningún tipo de mecanismo de check and balance.

La aplicación de la reforma aprobada se realizará una vez celebradas las elecciones presidenciales del año 2019, que Erdoğan tendrá que ganar para conseguir la presidencia ejecutiva que tanto anhela. Se ajusta, pues, al modelo de autoritarismo competitivo, puesto que existe una competencia política real entre diversas fuerzas políticas, lo que le otorga una apariencia procedimentalmente democrática. En este caso, el personaje es un líder político que forma parte del 'establishment' tradicional, nacionalista, conservador y con peligrosos tics autoritarios, más propio del siglo XIX que del siglo XXI.

Sorprende ver cómo toda una parte importante de la elite política europea se está llevando a estas horas las manos a la cabeza por lo que puede llegar a suceder en Turquía a partir de ahora ante el temor de la deriva autoritaria de Erdoğan. Y sorprende porque nadie dijo nada cuando tuvo lugar la brutal represión contra los defensores del parque Taksim Gezi, que iba a ser transformado en un centro comercial, en el año 2013.

Tampoco hubo reacciones contundentes frente a la deriva autoritaria del presidente Erdoğan tras el fallido golpe de estado del año 2016, y que ha concedido el dudoso honor de convertir a Turquía en el país con más periodistas arrestados del mundo. Las persecuciones de las minorías étnicas y sexuales tampoco merecieron respuestas políticas por parte de las cancillerías europeas. Y no sólo eso, sino que además se catalogó a Turquía como país seguro para poder justificar ante las opiniones públicas el compromiso al que los estados miembros de la UE llegaron con el Gobierno de Ankara en relación con la crisis de refugio y que les iba a permitir una externalización vergonzante de los flujos de personas procedentes de Siria.

En ese acuerdo, además de la vulneración del principio del derecho internacional a la no devolución/non refoulment y del pago de una cuantiosa suma de dinero por ejercer de gendarme, también se acordaba reactivar el proceso de adhesión a las instituciones europeas. Sin embargo, es de sobra conocido que hace tiempo que Turquía no tiene gran interés en el proceso de adhesión, y tampoco lo tienen ni Francia ni Alemania, sino que el principal objetivo de esta negociación era alcanzar la liberalización de visados para los ciudadanos turcos. Y Erdoğan, tras el (ajustado) espaldarazo del referéndum, va a seguir insistiendo en esta cuestión, poniéndola como prioridad absoluta en la agenda negociadora con la UE a cambio de no llenar las fronteras griegas y búlgaras de refugiados sirios y generar un nuevo colapso del proceso de toma de decisiones europeo.

En todo caso, habrá que estar atentos a la evolución de los acontecimientos para ver cómo se resuelven las disputas internas, si con diálogo o represión, y observar las reacciones de las capitales europeas. Hagan sus apuestas, porque seguramente presenciemos, una vez más, el dominio del principio de estabilidad y seguridad sobre el de la defensa de los derechos humanos y el Estado de derecho. Kissinger vuelve a ganar.

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