Bajo un manto de sentimiento patriótico, el presidente Trump parece querer dar la espalda a muchos años de lucha contra las barreras al comercio, volviendo a una especie de ensimismamiento nacional, como si algo abstracto, pero perjudicial para el país americano, estuviese drenando los conductos por donde fluye la renta y la riqueza de los Estados Unidos. Y dejémoslo en abstracción, porque las concreciones que nos ha hecho saber son penosas y le servirán, como mucho, para dopar la economía en el corto plazo y para satisfacer ciertos sentimientos populistas, por no llamarles de modo más riguroso.
Durante la campaña electoral, era un valor entendido que las bravuconadas que salían de su boca o de sus tweets nunca se llevarían a cabo. Pero no parece que vaya a ser así, una vez que hemos visto su comportamiento en los primeros días de mandato. Como también lo ha notado el presidente chino, que con ocasión del Foro de Davos se apresuró a advertir de que nadie saldrá vencedor de una guerra comercial, pues el mundo es ya "un océano que no se puede trocear en lagos", apuntándose el primero a la defensa de la globalización y el libre comercio.
De siempre es sabido que en economía existe el llamado triángulo imposible, referido a la política monetaria. Tipo de cambio, tasa de interés y flujos de capitales son difíciles de gestionar simultáneamente, al igual que ocurre con otra trinidad, atacar a China, acercarse a Rusia y contar con el apoyo del Congreso. Por lo tanto, el populismo de Trump es más factible en los tweets que en la política real, pero está empeñado, a toda costa, en decir a millones de americanos lo que quieren oír, when you want to help people, you tell them the truth. When you want to help yourself, you tell them what they want to hear, como escribió Sowell.
Luego, y no precisamente en último lugar, están sus ideas fiscales, que paradójicamente- llevarán a los menos ricos a ahorrar unos 130 dólares/año, mientras que las grandes fortunas ganarán en torno a 300.000. Y con este planteamiento quiere remozar muchas de las vetustas infraestructuras de los Estados Unidos, quizá porque piense en una remontada milagrosa de la actividad económica, unida a una Deuda Pública disparada muy por encima del 100 por cien.
Y por referirnos a otra de las propuestas estelares de Trump, fijémonos en el futuro del incipiente Obamacare, una de las dianas más nítidamente ideológicas del nuevo Presidente. Como acostumbra a hacer con sus tweet-propuestas, ha prometido instaurar un sistema de seguro-salud que beneficie a todo el mundo, sin precisar mucho más. El Congreso ya se ha pronunciado. En definitiva, todo esto sumado al muro en la frontera con México, sus ideas acerca de la inmigración y tantas otras ocurrencias, dibujan unos escenarios relativamente inquietantes, incluido el que se deriva de su falta de fe en el calentamiento global. Egocéntrico e impulsivo, hay quien ve en él la estela del jacksonismo, un populismo cuanto menos político, mejor. Hechos alternativos, posverdad, Make America Great Again, camino de convertir a Ronald Reagan en un socialdemócrata.