3 de Octubre de 2018, 20:36
La economía italiana se halla atrapada en un estancamiento duradero desde hace años. Como expliqué para el caso griego, Producto Interior Bruto y crédito bancario tienen una estrecha relación, lo que pone al sistema bancario italiano en el ojo del huracán. La ausencia de crecimiento económico desde un par de años antes del estallido de la Gran Recesión está motivada mayormente por la zombificación del sistema bancario italiano, es decir, el aumento de las Non-Performing Loans (NPLs) crédito de dudoso cobro hasta el punto de impedir, literalmente, que pueda existir crecimiento económico. A su vez, la ausencia de crecimiento empuja los NPLs hacia arriba, creando un círculo vicioso altamente destructivo. La escalada de la morosidad fuerza la descapitalización de los bancos, que empuja el crédito hacia abajo e impide la reestructuración del activo del balance debido a la imposibilidad que el capital lo que en la jerga llamamos el buffer- pueda absorber las pérdidas asociadas a dicha reestructuración.
La no reestructuración de los activos del balance tiene dos consecuencias importantes. La primera es que los canales de transmisión de la política monetaria se rompen. El programa de Quantitative Easing implementado por el Banco Central Europeo nos permite comprobarlo a través de la comparación de los debt services la proporción de la renta disponible destinada al pago de intereses más amortización de deudas antes y después de la crisis:
Las debt services son un problema grave debido a que impiden la reactivación del consumo (público y privado), así como desincentiva completamente la inversión y, además, dificulta sobremanera la reactivación de la demanda exterior debido al apalancamiento empresarial y, por tanto, difícil soportar costes hundidos de segmentación de mercados foráneos. Desde la entrada en vigor del euro, las debt services no han hecho más que aumentar, pasando del 27% en 1999 al 36,6% en 2016. Nótese cómo la crisis a la banca italiana llega en 2005 y cómo aún hoy, 12 años después, Italia no ha recuperado el nivel de 2005.
La segunda consecuencia es que el activo del balance se vuelve extremadamente ilíquido, y eso fuerza a los bancos a acumular grandes porcentajes de deuda soberana para cumplir con la regulación bancaria sobre liquidez.
Esta concentración de deuda pública en el balance puede tomarse como proxy de la iliquidez (a mayor proporción, mayor iliquidez) del balance consolidado del sistema financiero. Lo habitual es que ronde el 2%-3% e Italia se enfila hacia el 11%. La deuda pública es, tras el efectivo, el activo financiero más líquido (convertible en efectivo) que existe, así que dados dos balances distintos con parecida ratio de liquidez, si uno de ellos tiene una elevada proporción de deuda pública implica que la parte del balance que no es deuda pública tiene menor liquidez que su contraparte y, por tanto, cambiar la estructura del balance es caro y complejo. Como se aprecia en el gráfico, Italia tiene un elevado nivel de iliquidez, como España e Irlanda; pero a diferencia de éstos, su expansión crediticia no usó vivienda como garantía sino empresas no cotizadas, lo que hace casi muy difícil su valoración y enajenación.
Así pues, Italia debe afrontar un plan integral de recapitalización bancaria que permita la reestructuración, afrontar las NPLs con un banco malo o un mercado secundario para acometer, en última instancia, la reestructuración del activo de su balance. La primera parte se puso en marcha el pasado mes de diciembre, cuando el Parlamento aprobó un paquete de 20.000 millones para recapitalizar la banca italiana. Las dudas aparecieron no por la conveniencia o no del paquete no hay otra salida, sino si será suficiente, ya que se calcula que el banco más antiguo de Europa, Monte dei Paschi dei Siena necesita como mínimo la mitad. Respecto a la segunda (las NPLs) también se han implementado medidas, aunque por ahora insuficientes. Se ha creado un mecanismo de garantía estatal por etapas denominado GACS conjuntamente con Atlante, un fondo de inversión. La idea es securitizar trocear- y vender las NPLs en un mercado secundario creado recientemente con la autorización de la Comisión Europea. Los mercados secundarios de morosos son habituales en todas las economías avanzadas pero Italia puede ser una excepción, ya que con Grecia y la Europa del Este tienen una protección excesivamente baja de la propiedad privada, lo que complica enormemente cobrar impagos, un problema parecido aunque no tan grave- al que tenemos en España. En ese sentido, un banco malo de morosos, ya sea a nivel estatal o europeo, puede ser de gran ayuda. La tercera etapa, la reestructuración, aún queda algo lejos. La variable clave aquí es el diseño institucional y el sistema de incentivos. Por ejemplo, los países que usan la designación directa para nombrar al equipo directivo del banco central son más propensos a esconder los problemas bancarios dado que su lealtad responde a quién le nombró y no tanto a la institución para la que trabaja. Además, los bancos comerciales tienen incentivos para no reestructurar la reestructuración del balance implica pérdidas y menor salario para la directiva- así que un banco central efectivamente independiente del Parlamento es indispensable, así como una agencia independiente que regule las provisiones bancarias de forma simple, transparente y clara.
En definitiva, la banca italiana es un impedimento extremadamente grave para que haya crecimiento económico. La inyección de capital y el mercado secundario de morosos debieron hacerse hace varios años, pero sin duda, si no hay sorpresas desagradables con el Movimento 5 Stelle, el gobierno italiano ha tomado cartas en la dirección acertada lo que, por fin, traerá crecimiento económico a Italia si las medidas tienen éxito.