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¿Es posible gobernar con partidos de izquierda radical? El caso de Portugal

Marco Lisi

17 de Diciembre de 2016, 05:23

Esta es la pregunta que me he planteado en mi último estudio, pensando en el caso de Portugal. Politólogos y analistas vienes prestando atención, desde hace tiempo, al potencial de coalición que pueden tener los partidos radicales de izquierda. La integración de estos partidos en el proceso político ha evolucionado en los últimos años y muchos ya han empezado a aceptar responsabilidades del gobierno, algo que ya ha sucedido en Grecia, pero todavía no en España. Desde este punto de vista, Portugal puede considerarse uno de los casos más rezagados en este aspecto, debido al papel antisistema que han tenido los partidos radicales de izquierda -el Partido Comunista Portugués (PCP) y el Bloque de Izquierda (BE)- y la negativa tradicional del Partido Socialista (PS) a cooperar con ellos para gobernar.

Sin embargo, las elecciones legislativas de 2015 (analizadas en este otro estudio) derrumbaron  el muro entre los socialistas y la extrema izquierda portuguesa, con la firma de un acuerdo histórico entre los partidos de izquierda, allanando el camino al gobierno en minoría dirigido por el líder socialista António Costa. ¿Por qué fue posible establecer este tipo de cooperación sin precedentes entre antiguos adversarios? ¿Y cómo ha venido funcionando el nuevo gobierno desde entonces?

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El cambio histórico en el sistema de partido de Portugal ocurrió hace un año. Tras cuatro años de mandato bajo un gobierno de coalición derechista, responsable de la implementación del rescate y del Memorando de Entendimiento (MoU), los partidos de la derecha (PSD y CDS-PP) se presentaron compartiendo una coalición electoral y ganaron las elecciones con la mayoría de los votos, aunque se dejaron bastante apoyo por el camino. Frente a ellos, los partidos de la izquierda radical mejoraron sustancialmente sus resultados (particularmente el BE, que alcanzó su mayor nivel de voto), mientras que el PS apenas consiguió una mejora bastante decepcionante. Sin embargo, el intento de formar un gobierno de derecha de minoría fracasó, ante la falta de apoyos para alcanzar una mayoría absoluta, lo que abrió el paso para que los partidos de izquierda rechazaran un nuevo gobierno de Passos Coelho y buscaran una solución alternativa.

El principal objetivo del acuerdo firmado por los partidos de izquierda fue deshacer algunas de las medidas de austeridad implementadas durante el gobierno anterior. Sus prioridades estratégicas pasaban por adoptar políticas más redistributivas, reforzar el Estado de bienestar y aumentar los ingresos disponibles, en particular para los sectores más humildes de la sociedad, revirtiendo algunos de los recortes salariales adoptados en el marco de la Troika. Sin embargo, el acuerdo posee varias debilidades. Siendo un texto bastante breve, es muy detallado en un pequeño número de cuestiones de política -especialmente relacionadas con el rechazo de las medidas de austeridad promulgadas durante el gobierno anterior-, mientras que resulta muy vago en asuntos cruciales (como, por ejemplo, las privatizaciones). Además, no cubre las cuestiones más controvertidas, como la reestructuración de la deuda y el Tratado de Lisboa. Por último, el documento no incluye mecanismos para resolver los conflictos internos entre los socios de la mayoría, en particular en lo que respecta a las mociones de confianza y de censura.

Muchos observadores han argumentado que el actual primer ministro y líder del PS, António Costa, desempeñó un papel vital en forjar la alianza histórica entre los socialistas y la izquierda radical. Este argumento no es nuevo para los politólogos, que han señalado la importancia de los liderazgos para facilitar acuerdos entre izquierdas competidoras. Sin embargo, en mi reciente estudio sobre el gobierno de izquierdas, he señalado otros factores que quizá desempeñaron un papel más importante. Primero, la política de austeridad aumentó la polarización entre partidos moderados y permitió "iluminar" las afinidades programáticas entre partidos de izquierda. Segundo, el acuerdo no se habría podido cerrar sin el control que los líderes partidistas tenían sobre sus respectivas organizaciones. Si bien esto no es ninguna sorpresa en el caso del PS (como traté de explicar aquí), era un problema particularmente relevante para el Bloque de Izquierda, que ha experimentado un alto nivel de faccionalismo, así como divisiones internas y creciente disensión desde la retirada del líder histórico Francisco Louçã en 2011.

Durante este tiempo, el gobierno socialista minoritario ha implementado importantes medidas de izquierda tales como un aumento de la tributación para mayores ingresos, la defensa de las escuelas públicas y otras políticas de bienestar, como, por ejemplo, el incremento de las prestaciones infantiles y para el desempleo. El gobierno también está comprometido con mejorar las condiciones laborales mediante la reintroducción de una jornada laboral de 35 horas y la adopción de diversas medidas para luchar contra los empleos precarios. Sin embargo, el gobierno no pudo elevar las inversiones públicas y el crecimiento del PIB no alcanzó el aumento esperado. El gobierno de António Costa ha intentado "cuadrar el círculo" cumpliendo los compromisos a nivel europeo a la vez que haciendo concesiones graduales a los socios de izquierda radical. Hasta ahora, esta estrategia ha resultado exitosa, pero la supervivencia del gobierno dependerá en gran medida de los resultados económicos que se obtengan. Además, está claro que los socios de izquierda han evitado abordar las cuestiones más conflictivas, lo que también reduce el alcance reformista del actual gobierno.

El gobierno socialista también ha experimentado algunos problemas en términos tanto de coordinación interna como de resultados. Por un lado, la competencia entre el BE y el PCP ha hecho que las negociaciones con los socialistas sobre cuestiones políticas específicas sean más difíciles y prolongadas. La necesidad de mostrar a sus electores "quién recibe qué" puede tener efectos negativos sobre la acción del gobierno y la confianza mutua entre los actores de izquierda. También aumenta la presión electoral y la importancia de mantener el apoyo popular. Por otra parte, los errores cometidos por algunos cargos del gobierno han enturbiado las relaciones entre el PS y la izquierda radical, debilitando la "autoridad moral" del ejecutivo socialista.

En comparación con otros países del sur de Europa, la resistencia de los socialistas es un aspecto interesante del caso portugués. Es cierto que el PS no tuvo un buen resultado en las elecciones de 2015 y la coalición de centroderecha ganó las elecciones, pero la nueva estrategia de alianza adoptada por Costa ha revitalizado su papel en el sistema de partidos, beneficiándose así de la creciente fragmentación parlamentaria. Como muestran recientes sondeos de opinión, el apoyo a los socialistas ha aumentado durante el último año, pasando del 33,3% en enero 2016 al 36% en noviembre 2016, mientras que el de la izquierda radical se ha mantenido casi estable (alrededor del 17-18%).

Las consecuencias a largo plazo de esta nueva cooperación son ciertamente más importantes que los resultados a corto plazo del gobierno socialista. Aunque los partidos de izquierda radicales pueden volver a su condición de forasteros, algo que no es nuevo para los partidos anti-establishment, el acuerdo histórico ha eliminado el muro entre los socialistas y la extrema izquierda que se había levantado desde la transición democrática. Además, el nuevo escenario gubernamental ha mejorado la capacidad de respuesta del sistema político al desmentir el argumento de TINA (que "no es posible una alternativa") y ha integrado plenamente a la izquierda radical en el ámbito institucional asumiendo la responsabilidad de gobernar. Independientemente de la duración del actual ejecutivo, la novedad de esta experiencia tiene el mérito de moderar a partidos radicales de izquierda, impulsar la paz social y hacer que todos los actores del sistema de partidos compartan las responsabilidades del gobierno. La experiencia portuguesa demuestra que la estrategia de la alianza puede ser un medio efectivo para combinar la permanencia del sistema de partidos con una renovación de la democracia representativa, limitando así el éxito de los nuevos ‘partidos desafiadores’.

Este artículo forma parte de una colaboración con la revista académica South European Society and Politics.

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