El triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses
ha conmocionado a los latinoamericanos tanto o más que a los ciudadanos de otras partes del mundo. Sorprende su discurso incendiario y preocupa sus posiciones racistas, sexistas y anti-inmigración. Pero,
¿cuál es el impacto real que tendrá el nuevo presidente estadounidense en América Latina?
Dada la volubilidad de Trump como candidato, su falta de posiciones claras en política exterior y el desinterés estadounidense por América Latina en los últimos años es complicado contestar a esa pregunta con cierta seguridad;
mucho va a depender del equipo de gobierno del que se rodee. En todo caso, la mayoría de los escenarios probables no son ni mucho menos halagüeños:
la nueva administración norteamericana podría contribuir a la inestabilidad política, social y económica a través de canales tanto directos como indirectos.
El cambio climático y la economía
Empecemos por los segundos. Como candidato
Trump puso en cuestión la importancia del cambio climático y ya
ha mostrado su deseo de revertir los recientes acuerdos de París.
El retroceso en la agenda medioambientalno hay que olvidar que Estados Unidos es responsable junto a China del 40% de las emisiones mundialesafectaría de forma muy negativa a América Latina, una de las regiones que más se ha visto afectada por los problemas climáticos y las catástrofes naturales. Más aun,
un 74% de los latinoamericanos consideran este problema como muy seriofrente a sólo un 25% en el promedio mundialy previsiblemente verán con especial preocupación los próximos pasos del gobierno norteamericano.
Trump tendrá antes o después un efecto negativo sobre la economía mundial.
Como explica el conocido economista Paul Krugman en un artículo reciente, el impacto económico probablemente no se sentirá en el corto plazode hecho, la tasa de crecimiento podría acelerarse por las medidas fiscales de corte expansivopero sí en el medio plazo cuando la falta de preparación del nuevo presidente junto a los efectos regresivos de sus políticas quede en evidencia.
Nos esperan, por tanto, años de volatilidad que podrían ser particularmente perniciosos para regiones como América Latina que no disponen de mucha autonomía interna para responder anti-cíclicamente a los shocks externos.
México será el más afectado
El impacto directo de las políticas migratorias, comerciales y diplomáticas adoptadas por Trump será más inmediato. El país más afectado será, sin duda, México,
que ha visto como el valor del peso se desplomaba desde el pasado martes.
Es poco probable que el muro entre los dos países acabe construyéndosee imposible que lo tenga que pagar Méxicopero
sí que aumentará el número de deportados y la inestabilidad de los emigrantes mexicanos en los Estados Unidos. Además, las relaciones comerciales entre ambos países se vean afectadas por el proteccionismo promovido por Trump, lo que pondrá de manifiesto los
enormes costes que tiene para México su excesiva dependencia de la economía estadounidense y la ausencia de una política activa de transformación productiva. Más allá de estos gravísimos problemas, el presidente Peña Nieto está obligado a encontrar un tono más adecuado frente al "nuevo" Estados Unidos, que muestre a la vez disposición a colaborar, y firmeza antes los ataques xenófobos e injustificados.
Los efectos perniciosos de la política migratoria y comercial serán también evidentes en Centroamérica, una región que en el último año asistió al éxodo de medio millón de personas, en gran medida familias huyendo de la violencia en El Salvador, Guatemala y Honduras y buscando ingresar desde la frontera con México. El endurecimiento en el ingreso a los Estados Unidos y las deportaciones de centroamericanos que han cometido delitos en suelo norteamericano contribuirá negativamente a la inseguridad y al crecimiento de las maras (
como ya lo ha hecho en el pasado). Mientras tanto, la expulsión indiscriminada de otros migrantes podría llevar a la
caída de las remesas que constituyen un componente central del modelo de crecimiento centroamericano.
¿Y Cuba?
Mientras tanto el cambio en la política diplomática afectará, sobre todo, a
las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Como en otras muchas áreas, las declaraciones de Donald Trump han sido contradictorias:
primero alabó el acercamiento entre los dos países para más tarde amenazar con romper relaciones diplomáticas con la isla caribeña. Más aun, el deseo de Trump de llegar a acuerdos que favorezcan económicamente a Estados Unidos podría favorecer un mayor acercamiento, mientras que su retórica cuasi-bélica anuncian un enfriamiento. En la práctica, es probable que los próximos pasos estén muy influidos por las preferencias del propio Partido Republicano que sigue manteniendo una postura inmovilista y beligerante respecto a Cuba. De esa forma, asistiremos, como en otros muchos temas, a una reversión de los éxitos obtenidos por el Presidente Obama.
Colombia y Venezuela
Tanto el proceso de Paz en Colombia como el conflicto interno en Venezuela se podrían ver afectados por el cambio de rumbo en los Estados Unidos. A primera vista,
cabría esperar que una administración liderada por Trump apoyara las tesis de la derecha colombiana crítica a los acuerdos de Paz y adoptara una oposición combativa frente al gobierno de Maduro en Venezuela. Ambas decisiones serían equivocadas: la primera (sobre todo si va unida a una reducción de la ayuda) podría nuevos obstáculos al fin del conflicto y a la consolidación de un modelo económico más inclusivo en Colombia. Mientras tanto, una actitud intervencionista en Venezuela podría paradójicamente reforzar al gobierno de Maduro, que volvería a un discurso anti-estadounidense electoralmente efectivo.
¿Candidatos como Trump en América Latina?
Los efectos de la elección de alguien como Trump sobre toda América Latina serán, en todo caso, todavía más profundos y afectarán a valores fundamentales. Su uso continuado de una retórica populista, racista y misógina podría legitimar comportamientos parecidos en una región caracterizada por marcadas debilidades institucionales. Será difícil exigir ahora respecto a la democracia, cuando el candidato vencedor en Estados Unidos se permitió amenazar a su contrincante con la cárcel o cuestionar la validez del resultado electoral.
No nos debería sorprender tampoco que surjan candidatos con una agenda contra los migrantes, los indígenas y la población de bajos ingresos en varios países latinoamericanos. Más aun, tener a Trump como presidente facilitará un discurso anti-norteamericano que permitirá a los dirigentes de varios países esconderse de sus propios errores y debilidades.
En todo caso, es importante recordar que América Latina no es un actor pasivo sino una región con capacidad para responder de forma enérgica antes los retos que se presenta. Para ello, sin embargo,
sería necesario desarrollar una visión realmente regional y disponer de un liderazgo decidido e internacionalista por parte de Brasil,
algo lamentablemente ausente en estos momentos.