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Españoles en organismos internacionales: cuatro notas y una conclusión personal

José Moisés Martín

7 de Septiembre de 2016, 22:06

Esta semana hemos hablado mucho de los procedimientos por lo que España presenta a Españoles a organismos internacionales, tanto financieros, como no financieros. Han salido a la palestra nombres como el de José Manuel Soria, Fernando Jiménez Latorre o Beatriz de Guindos, pero también se han nombrado a otras personas como Bibiana Aído, Magdalena Álvarez, Rodrigo Rato o Angel Viñals. No todos los nombres corresponden a los mismos casos, ni son exactamente iguales, y la responsabilidad del gobierno en su nombramiento no siempre es la misma.

Para comenzar, debemos saber que el mundo de las organizaciones internacionales –y las instituciones financieras como el FMI o el Banco Mundial lo son- se rigen por el derecho internacional público y por el derecho de la Unión Europea, a través de sus tratados constitutivos, en los cuales se establecen las diferentes provisiones en materia de puestos de gobierno, de dirección o de staff técnico y adminstrativo. La maraña de relaciones es tal que es difícil establecer criterios comunes a los mismos, aunque intentaremos establecer algunas reflexiones, más basadas en la práctica concreta que en la teoría (que seguro que la hay) .

Primera nota: diferentes categorías requieren de diferentes métodos de preparación y selección de candidatos.

En primer lugar, cabe señalar que una cosa son los puestos de staff y otra los puestos de gobernanza. Los puestos de gobernanza, tales como el presidente o director general de una organización internacional o programa de Naciones Unidas, o el directorio ejecutivo de una institución financiera, son puestos que normalmente se negocian en el ámbito diplomático. Las organizaciones dejan libertad a los estados miembros para proponer las personas que van a ejercer como candidatos, y no hay procedimientos escritos para ello. Es el caso, por ejemplo, del Colegio de Comisarios de la Comisión Europea o del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, pero también el de los directores ejecutivos de las agencias del sistema de Naciones Unidas. Salvo el caso –parcial- del presidente de la Comisión Europea, todos los demás puestos requieren de un trabajo diplomático para presentar al candidato, como España hizo exitosamente con el Director Ejecutivo de ONUHABITAT –el exministro Joan Clos-, con el Director Ejecutivo del FMI (Rodrigo Rato) y con la directora ejecutiva de UNIFEM (el extinto Fondo de Naciones Unidas para las Mujeres, hoy subsumido en ONUMUJERES) con Inés Alberdi. Normalmente, los candidatos se presentan y se somete a votación de la asamblea o comité ejecutivo de la organización, como fue el caso de UNESCO y Federico Mayor Zaragoza), la OTAN (Javier Solana) y, por nombrar un fracaso, Miguel Ángel Moratinos en la FAO.

En estos casos, el gobierno evalúa las posibilidades de los candidatos y les ofrece, de haber posibilidades reales, apoyo diplomático e incluso logístico a los mismos. Para ello, el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio de Economía cuentan con los medios necesarios para ello, así como la presidencia del Gobierno. Las campañas suele incluir contactos en las embajadas, cartas, y visitas del candidato a algunos representantes clave.

La segunda vía de acceso es a través del staff. En este caso, los españoles se presentan a puestos en las organizaciones internacionales motu propio, de acuerdo con los procedimientos de selección de las mismas, y generalmente contando sólo con sus fuerzas, su experiencia y su curriculum. Es cierto que según se va ascendiendo en la "escalera" de niveles –desde el staff de nivel de entrada hasta los puestos directivos-, el peso del apoyo diplomático cuenta más. Es poco probable que un español o española logre un puesto directivo en una organización internacional si no es con el apoyo del gobierno. En cualquier caso, cabe destacar que las organizaciones tienen muy medidos los pesos y las representaciones, de manera que si España está "sobrerrepresentada" en un organismo, será difícil que la cuota de españoles se incremente más. Eso ocurrió, por ejemplo, en la FAO durante los últimos años. A este respecto, España ha tenido y tiene muy buenos funcionarios internacionales que aportar, incuso a niveles directivos, como lo fue José María Sumpsi –catedrático de la Universidad Polítécnica de Madrid- en la FAO, Ana de Palacio en el Banco Mundial, José María Viñals en el FMI, Bibiana Aído en ONUMUJERES, o Magdy Martínez Solimán en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. De nuevo, los equilibrios de poder internacional hacen que se busquen, para puestos directivos, personal de diferentes nacionalidades, y en algunos casos, las organizaciones "sugieran" discretamente que determinadas personas relevantes puedan presentarse a determinados puestos. Esa sugerencia no deja de serlo, pues los controles internos de selección en las organizaciones internacionales están muy pendientes de evitar arbitrariedades, aunque existe un grado de discrecionalidad en los mismos, siendo algunos de ellos directamente por cooptación –miembros de gabinetes, asesores especiales, etc... Como conclusión, y pese a que todos los países tienen una estrategia de lobby para favorecer a sus propios nacionales, y España no es menos. Pero en este caso su iniciativa es menor y depende más de los candidatos y de la receptividad de la organización.

Por último, hay una categoría de grises, en la que España tiene capacidad de acordar con la organización internacional determinados puestos de los llamados "fixed term", o de tiempo establecido. Son, por ejemplo, los puestos de gestores de fondos españoles en organismos internacionales. España suele tener como política exigir a los organismos internacionales que los fondos creados con dinero español sean dirigidos o coordinados preferentemente por españoles, llegando a tener la capacidad de propuesta sobre los nombres propios. De esta manera, por ejemplo, el exconsejero de economía de la Comunidad de Madrid, y ahora concejal del ayuntamiento, Percival Manglano, ocupó durante un tiempo el puesto de coordinador del fondo España-Unesco con sede en París.

Segunda nota: las organizaciones internacionales no reglamentan el procedimiento interno de cada país, pero la experiencia de gobierno es un factor decisivo.

Las organizaciones internacionales son espacios sobre debe caber la democracia más abierta y transparente del mundo y la peor dictadura totalitaria. Por lo tanto, y atendiendo al principio de soberanía nacional, cada país es soberano de elegir el mejor método para proponer a sus candidatos a los diferentes puestos, por lo tanto la casuística es prácticamente ilimitada, pero, como norma general, suele responder a un alto grado de discrecionalidad en el ejecutivo, quien debe medir la "temperatura" y posibilidades de unos candidatos frente a otros.

De entre los hechos diferenciales, la experiencia previa de gobierno al más alto nivel –secretarios de estado, ministros o presidentes del gobierno, o experiencia ejecutiva en otras organizaciones internacionales- supone un plus difícilmente superable, casi imprescindible. Una ministra de economía, por ejemplo, estará siempre en ventaja frente al catedrático más erudito en esos temas.

Tercera nota: España no tiene procedimientos claros de captación, preselección y fomento de candidaturas, ni debe tenerlos.

Pese a lo que pudiera parecer respecto al caso de Soria, España no tiene un procedimiento claro para captar, preseleccionar y fomentar las diferentes candidaturas. El procedimiento de la Comisión del MINECO para Instituciones Financieras Internacionales es lo más reglado que existe, y aún así, todos hemos sido conscientes de las enormes lagunas que ofrece. Puede ocurrir que dos españoles compitan por el mismo puesto de staff, pero difícilmente lo harán por el mismo puesto de gobernanza. El MAEC dispone de una unidad de funcionarios internacionales que es la que apoya en estos casos a los diferentes candidatos, en función de su valía y de sus posibilidades reales de conseguir el puesto. Es decir, que alquien decida presentarse a director ejecutivo de una agencia de Naciones Unidas –o a un puesto directivo- no implica automáticamente que logrará el apoyo de España. Se procede a una valoración de las posibilidades del candidato antes de decantarse por apoyarlo o no.

Los únicos procedimientos reglados son los ofrecidos para niveles inferiores –staff técnico de nivel de entrada- conocidos como Jóvenes Profesionales (un programa que financia estancias de dos o tres años de jóvenes profesionales españoles en Naciones Unidas, las Instituciones Financieras o la Unión Europea), que están sometidos a convocatoria pública y proceso competitivo de selección, con la decisión última tomada conjuntametne entre la administración y la institución internacional. Esos procedimientos se pueden encontrar, por ejemplo, en la página web de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

El motivo por el cual no hay procedimientos reglados parece evidente: se trata de un trabajo diplomático que suele tener que ser ejecutado con un alto grado de discreción antes de hacerse público. Someter a los candidatos españoles a determinados puestos a un procedimiento público podría ser contraproducente, pues pasar "el corte nacional" en nada significa que se pueda pasar el corte internacional. Los criterios responden más a un arte que a una ciencia. Es probable que hubiera españoles mucho más cualificados que algunos de los directores y secretarios generales que hemos logrado situar en algunas instituciones, pero en el mundo de las relaciones internacionales, el criterio del mérito importa menos que el de la idoneidad. El mejor politólogo del mundo en materia de conflictos y relaciones internacionales no hubiera conseguido nunca el puesto de secretario general de la OTAN, cosa que si hizo Javier Solana, físico de formación.

Cuarta nota: no son regalos por los servicios prestados.

El clima de alarma social que vivimos ha llevado a identificar los puestos en organismos internacionales como "regalos" ofrecidos arbitrariamente por los gobiernos para compensar servicios prestados. Esta visión es errónea. Los organismos internacionales no están llenos de estúpidos esperando que los gobiernos envíen a los bobos leales. Los organismos internacionales suelen ser muy exigentes con el nivel de su personal y son bastante escurridizos a la hora de contratar a personal de un determinado país. La competencia por mantenerse en los mismos es muy fuerte, y los niveles de retribución –muy altos en todos los niveles- suponen un importante estímulo a la competencia por los puestos. Hemos conocido el salario de un director ejecutivo del Banco Mundial -253 mil dólares libres de impuestos- y nos ha escandalizado. Pero si lo ponemos en contexto entendemos mejor la lógica: El Presidente del Banco gana más de 450.000 dólares anuales, y el salario medio de un analista con dos años de experiencia son 77.000 dólares, pudiendo llegar a ganar hasta 100.000, de acuerdo con la propia información del banco. Es decir, por comparar: un analista del Banco Mundial con dos años de experiencia puede ganar más que el ministro de economía de España.

Estos salarios altos atraen a profesionales muy cualificados de todo el planeta y competir por un puesto no es fácil: no los regalan. Es posible que, dependiendo del sentido institucional del gobierno, se hayan realizado algunas designaciones cuestionables, pero créanme, salvo excepciones, los españoles que están en organismos internacionales ni son más listos ni más tontos que el resto del personal que pulula por ellos. Si están, y sobre todo, si permanecen, es porque se lo merecen.

Conclusión personal.

Nos queda mucho por hacer en materia de presencia de Españoles en organismos internacionales. Somos malos hablando idiomas, y en general, salvo las últimas generaciones, somos una de las sociedades occidentales con menos movilidad internacional. Ojalá los casos que están saliendo ahora a la luz sirvan para hacernos reflexionar sobre cómo podemos, de una manera más consciente, decidida y menos conflictiva, promover una mayor y mejor presencia de españoles en el escenario internacional.

José Moisés Martín fue Jefe del Departamento de Cooperación Internacional de la AECID y responsable del programa de Jóvenes Profesionales del Sistema de Naciones Unidas, Jóvenes Expertos en delegaciones de la Unión Europea y Asistentes Especiales a los Coordinadores Residentes del Sistema de Naciones Unidas entre 2008 y 2012.

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