El pasado 14 de julio, Día de la Bastilla en la república francesa, un nuevo atentado paralizó Europa. Un camión embistió a la multitud que celebraba los festejos, matando a 84 personas e hiriendo a 202 más.
A pesar de que las primeras informaciones eran dudosas e incluso contradictorias, los informes han concluido que no fue un accidente fortuito y que, en efecto, se trata de un ataque planificado. Un día después, el autodenominado Estado Islámico (Daesh) asumía la autoría de los hechos. A pesar de ello, no se han podido establecer vínculos previos entre el atacante, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, y Daesh. Las redes corrieron a anunciar que se trataba, pues, de un lobo solitario. Finalmente, los informes de las fuerzas francesas demuestran que, si bien Lahouaiej no pertenecía a Daesh ni a ninguna célula activa, sí tuvo ayuda en la organización y preparación del ataque.
Así pues, ¿se trata de un lobo solitario? ¿Qué implica si lo es? ¿Supone alguna diferencia que el atacante ejecute un atentado bajo el amparo de la organización o fuera de él?
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El problema de base para los analistas de terrorismo es que no existe una definición única y consensuada sobre qué es terrorismo. La ONU tiene una distinta de la UE, de la UA o de la OTAN. El motivo es político. La famosa cita de Seymour "el terrorista de uno es el luchador por la libertad de otro" lo dice todo. En lo que sí hay más consenso es en definir acto terrorista: aquél ejecutado sobre civiles con la finalidad de crear terror o de propagar el pánico y la inestabilidad, e intentando matar el mayor número posible de personas. Estos actos pueden ser llevados a cabo por grupos, redes u organizaciones o por individuos cuya motivación es político-ideológica. Es en este último caso en el que se ha popularizado el concepto de lobo solitario. La diferencia entre éste y un delincuente cualquiera es la motivación político/ideológica. El delincuente o criminal común (indistintamente de que pueda existir también un componente psiquiátrico o mental) realiza su acto por motivaciones de carácter más personal: venganza hacia una ex-pareja, ex jefe o ex escuela, ansia de poder o de notoriedad individual, por ejemplo. Los ejemplos más claros serían los de adolescentes que entran disparando en sus institutos o francotiradores que disparan en un centro comercial sin otra motivación que la puramente personal.
En cambio, a un lobo solitario se le presupone una motivación político/ideológica, de afinidad hacia unas ideas radicales o que el individuo radicaliza. Como decía el experto del Grupo GESI Alberto Bueno, el ejemplo más claro es el de Anders Breivik. El supremacista noruego asesinó en 2011 a 69 jóvenes que asistían a un congreso de las juventudes socialistas. Breivik argumentó que representaban todo lo que él temía para Noruega: multiculturalidad.
Los casos de lobos solitarios suponen un reto mayor aún para las fuerzas de seguridad e inteligencia puesto que es técnicamente imposible prever las acciones de individuos sin conexiones ni comportamientos claramente agresivos o radicales. Además, la globalización y las nuevas tecnologías han supuesto un avance cualitativo para estos individuos, puesto que ahora resulta más accesible conocer información sobre tipos de armas, preparación de artefactos, adquisición de armas no convencionales o conocimiento del escenario en el que atentar.
El atentado en Niza es un claro ejemplo de acto terrorista: conseguir el mayor número de víctimas con los menores recursos posibles. Así fue. Un camión, un mínimo de previsión y conocimiento del escenario, contactos para conseguir las armas y el convencimiento de ejecutar el ataque. Estos actos seguirán siendo uno de los mayores retos a los que nos enfrentaremos en los próximos años y sólo algunos de ellos pueden ser prevenidos socialmente con sociedades más justas, equitativas y de convivencia. Los demás seguirán existiendo siempre y habrá que aprender a convivir con ellos.