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Temporalidad y polarización del mercado de trabajo: ¿están relacionadas?

Gonzalo López Molina

19 de Julio de 2016, 04:30

¿De dónde venimos?

La desigualdad se ha convertido en una de las fuentes de debate más relevantes en los últimos años. Y, de alguna manera, esta preocupación parece más evidente y justificada que nunca: primero, porque hay abundante evidencia empírica de la divergencia de ingresos entre las partes altas y bajas de la distribución salarial. Según apuntan Acemoglu y Autor en este trabajo, las diferencias de ingresos medios entre un graduado universitario y un graduado secundario en Estados Unidos han pasado del 50% alrededor de 1980, al 98% en 2008.

En segundo lugar, en línea con lo que apuntan algunos estudios recientes (por ejemplo: aquí, aquí o aquí), la desigualdad no sólo implica costes sociales -ya sea por falta de oportunidades, cohesión social o estabilidad política, algo que ya sabíamos- sino que también afecta al crecimiento económico y a los principales factores que lo impulsan; y en tercer lugar, porque los cambios tecnológicos y la globalización, especialmente la automatización de ciertas tareas, están poniendo en riesgo millones de puestos de trabajo en todo el mundo. Por ejemplo, en esta entrada en el blog de Bruegel estiman que un 54% de los puestos de trabajo de la Unión Europea se encuentran en riesgo de "computerización" o  automatización.

De alguna manera, a lo largo de las últimas décadas, la desigualdad ha pasado a ser un tema de economía política, con importantes consideraciones morales y éticas, a entrar en una ineludible fase donde la eficiencia y la equidad jugarán un papel central, con crecientes connotaciones macroeconómicas.

¿Qué factores están, por tanto, detrás de esta tendencia al alza? Según la literatura especializada, el cambio tecnológico sesgado a favor del trabajo cualificado (skill biased technological change) aparece como uno de los principales causantes de la desigualdad de ingresos actual. Las influyentes investigaciones de Acemoglu, Autor y Katz o Krueger demostraron hace ya más de una década las consecuencias que los shocks de tecnología provocan en la estructura de empleo y la desigualdad salarial. Sin embargo, dado el propósito de este artículo, me gustaría destacar los dos principales efectos que observamos en el mercado de trabajo.

El primero tiene que ver con una progresiva "desaparición" de los empleos de cualificación media (que, a su vez, coinciden con aquellos de salarios medios), caracterizados por realizar tareas rutinarias y servir como sustitutos a la tecnología, con un mayor riesgo de automatización. El segundo es una consecuencia del primero, y trata sobre el aumento de empleo en los polos de la distribución ocupacional: observamos un crecimiento relativo de los empleos ubicados en los extremos de la distribución, en detrimento de las ocupaciones centrales. De manera contraria, aquellas de bajo y alto nivel de cualificación (bajos y altos salarios, respectivamente) se caracterizan por su complementariedad tecnológica, tareas no-rutinarias, manuales o con fuerte componente interpersonal en el primer caso y por alta creatividad y tareas abstractas en el último. Este fenómeno ha sido bautizado como polarización del mercado de trabajo, y hay evidencia del mismo en gran parte del mundo desarrollado (para el caso español, véase este trabajo de Anghel, de la Rica y Lacuesta).

El caso europeo

Gran parte del esfuerzo investigador sobre la relación entre la polarización del mercado de trabajo y el rol de la tecnología tiene que ver, como comentaba, con los cambios estructurales en el empleo, la desigualdad salarial o, más recientemente, sobre la probabilidad de perder empleos a causa de la automatización de aquellas ocupaciones con tareas más rutinarias. Sin embargo, nuestra intención era explorar el papel que las instituciones, y más concretamente el mercado de trabajo y la alta temporalidad asociada en muchos países europeos, juegan a la hora de acelerar este proceso una vez es observado. (Una buena referencia para Europa es esta de Goos, Manning y Salomons)

Como primera muestra, en la Figura 1 de más abajo podemos ver, para una selección de países europeos, los cambios en la participación en el empleo de 2005 a 2015 para 3 grupos ocupacionales distintos, clasificados en función de su nivel de cualificación. A primera vista, los empleos que se encuentran en la parte media de la distribución de ingresos (personal administrativo, operadores de maquinaria, y operarios y artesanos de oficios) están perdiendo peso relativo en el total, mientras que aquellos caracterizados por una baja cualificación (agricultores, forestales y pesqueros, ocupaciones elementales, y trabajadores de venta y servicio) y los de alta cualificación (directores y gerentes, técnicos y profesionales asociados, y profesionales de nivel medio) están ganando terreno, al menos en la mayoría de los casos.

Por tomar como ejemplo el conjunto de la Unión Europea, los empleos de cualificación media han perdido 5 puntos porcentuales en el total durante la última década, pasando del 34% del total de empleo en 2005 al 29% en 2015. Al mismo tiempo, los empleos de baja cualificación han pasado del 27% al 29%, y los de alta cualificación del 38% al 41%.

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Por dar una breve pincelada sobre el caso español, siempre según nuestras estimaciones, la pérdida relativa de empleo en las ocupaciones de salario medio viene impulsada, principalmente, por operarios y artesanos de oficios, que pierden 6 puntos porcentuales en el periodo 2005-2015. En la parte baja y alta de la distribución, los culpables del aumento de empleo son, respectivamente, los trabajadores de venta y servicio (+7 p.p.), y los profesionales de nivel medio (+5 p.p.)

El siguiente paso es establecer la relación entre temporalidad y polarización. Bien, los trabajadores empleados a través de contratos temporales suelen caracterizarse por una menor satisfacción en el trabajo y por una menor protección, acompañada de menos inversión en educación y formación por parte de las empresas empleadoras. Precisamente, ésta última faceta es la que entendíamos que podría repercutir de forma más aguda, acelerando la pérdida de empleo en las ocupaciones medias al tener estos trabajadores dificultades añadidas para su adaptación. Siguiendo este argumento, deberíamos observar que aquellos países con una mayor tasa de temporalidad serían más vulnerables a los shocks tecnológicos, al estar sus trabajadores peor preparados para adaptarse a estos cambios, en parte, por la citada falta de inversión en formación y educación. En última instancia, esto se reflejaría en la participación en el empleo de dichas ocupaciones centrales, que perderían más cuanto mayor sea la tasa de temporalidad.

En la Figura 2 podemos observar esta relación. Los países que en 2004 tenían una mayor tasa de temporalidad han sufrido una mayor pérdida de empleo en las ocupaciones centrales, cumpliendo con las predicciones teóricas. Esta relación es estadísticamente significativa cuando incluimos diferentes controles en la regresión, como la tasa de desempleo, el crecimiento del PIB, o las exportaciones e importaciones de cada país. En particular, usando un panel de datos para 22 países europeos durante los últimos 13 años, encontramos que un incremento de un punto porcentual en la tasa de temporalidad está relacionado con una caída de alrededor de 0,3 puntos porcentuales de empleo en las ocupaciones de salarios medios.

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Por supuesto, la interpretación de estos resultados como una relación causal entre ambas variables es demasiado arriesgada. Sería, más bien, la constatación de una nueva consecuencia, negativa, que los contratos temporales tienen en las economías que los sufren. En nuestro caso, quizá no está de más repetir que el mercado de trabajo español es una anomalía en el entorno europeo: la tasa de temporalidad media de 2004 a 2015, un 28%, es la más alta de los (aún) 28 países de la Unión Europea, y nuestra tasa de paro logra el mismo record con un 17%. Es hora de ponerse manos a la obra y emprender las profundas reformas que nuestro sistema necesita, sobre todo, si pretendemos, como país, que los jóvenes y aquellos que encuentran mayores dificultades disfruten de una verdadera igualdad de oportunidades, permitiéndoles conseguir un empleo y desarrollarse personal y profesionalmente.

Este artículo es un resumen de la  tesina de master escrita junto con Frederik Jensen, Nicolas Müller y Miguel Vallés.

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