10 de Junio de 2016, 09:58
Más allá de los resultados en escaños, PP y Podemos son los partidos que despiertan una mayor adhesión y un mayor rechazo entre la población, marcando un nuevo eje de la discusión política. Más allá de los próximos resultados electorales, el imaginario político simbólico gira entorno a estos dos partidos. Ellos despiertan la mayor fidelidad de voto entre sus votantes y su mayor movilización electoral.
Las encuestas presentan muchas caras y la publicada ayer por el CIS presenta varios perfiles interesantes. Más allá de la tentación inevitable de pronosticar el resultado electoral que hoy se refleja en las portadas de todos los periódicos las encuestas no hablan del futuro sino del presente, me gustaría destacar algunos puntos que pueden pasar desapercibidos en la discusión de la cocina electoral.
En primer lugar, se constata un nuevo imaginario político entre los españoles. Dos partidos marcan la agenda en la opinión pública, ambos con el mayor porcentaje de fidelidad de voto entre sus electores y, al mismo tiempo, de rechazo entre quienes no les votan. La política española tiene un nuevo eje simbólico: PP-Podemos. Ambos partidos no dejan indiferente, ni entre su electorado ni entre el de sus oponentes. Y eso les hace atrapar voto estratégico en una espiral ideológica que les aleja del resto. Este alejamiento no es tanto en escaños (que también) sino principalmente en el plano simbólico. Los dos extremos de un arco que tensa la política y marcan el debate.
Así, la encuesta del CIS hecha pública ayer muestra, por ejemplo, que entre el electorado de Podemos el rechazo al PP es mayor que en ningún otro partido y viceversa. Ambos electorados perciben como radicalizados al opuesto: el 56% de los votantes populares sitúa a Podemos en una posición de extrema izquierda (1 en la escala ideológica de 1 a 10; y un 14% adicional en el 9) y el 42% de los votantes de Podemos sitúa al PP en la extrema derecha (10 en una escala ideológica de 1 a 10; y un 21% adicional en el 9).
Otras encuestas, como la de Metroscopia, señalan el mayor nivel de rechazo que despiertan ambos partidos entre quienes no les votan: un 59% de los españoles asegura que no votaría en ningún caso al PP y un 45% a Podemos (muy lejos del moderado 17% del PSOE y del centrado 14% de Ciudadanos).
"Casualmente" ambos partidos, PP y Podemos, serían hoy, según la encuesta del CIS, las opciones electorales que más apoyos recabarían entre los electores. Una mayor movilización entre los suyos, un mayor rechazo entre los oponentes. Este nuevo eje discursivo, político y simbólico (PP-Podemos) es un reflejo de una transformación profunda del sistema de partidos heredado de la Transición. Una ruptura que se produjo en 2015, con la desaparición del bipartidismo y que hoy, para los que se frotaban los ojos, se reafirma.
Los resultados representan, pues, la confirmación de las fuerzas de voto que ya se expresaron hace seis meses, con dos variaciones: la mayor abstención que muy probablemente tendrá lugar en junio y la confluencia de los votos de Podemos e IU (con su consecuente mayor eficiencia en escaños). Así, las fuerzas de los partidos hoy son muy similares a las que tuvieron en diciembre, simplemente cambia el contenedor que les da forma. La mayor abstención perjudicaría a Ciudadanos y PSOE, ambos con un electorado que hoy se muestra menos movilizado. El votante de Podemos, en cambio, es el que está más politizado: es el que más habla de política (el 43% de ellos lo hace habitualmente) y el que siente un mayor interés por la política (60%, frente al 34% de los votantes del PSOE, por ejemplo). Además, es el que considera que la situación económica en España se encuentra peor. El PP, por su parte, presenta también un alto nivel de fidelidad de voto y de movilización entre sus votantes (en una alta proporción aseguran que irán a votar con toda seguridad).
Verano, domingo, sol, día largo, se acabó el colegio. 26 de junio. Es difícil estimar la participación electoral con los datos que disponemos en las encuestas quizás la estimación más difícil de todas. Las próximas serán las primeras elecciones generales que se celebren con los colegios de vacaciones. En 1986 fueron el 22 de junio, justo al terminar el periodo escolar. En esta ocasión podemos prever un efecto abstencionista adicional que se sume a la fatiga electoral de los ciudadanos que han votado apenas hace seis meses. Es probable también que los jóvenes y las familias con hijos sean las que se vean en mayor medida tentadas por alargar la jornada de descanso del último domingo de junio y no regresar a su colegio electoral antes de las 20h. La participación media en España, hasta ahora, ha sido del 74%, siendo la más baja en 1979, con 68% de los votos. Mi interpretación de los datos ofrecidos por el CIS es que la participación no será mucho mayor que la más baja registrada hasta la fecha: muy probamente por debajo del 70% e, incluso, podría bajar del 68%. Una menor participación penalizaría ligeramente, por un lado, a los partidos con un menor nivel de movilización entre sus votantes que, en la actualidad, son PSOE y Ciudadanos, así como, por otro lado, a los partidos con una mayor proporción de jóvenes entre sus electores Podemos y, de nuevo, Ciudadanos. (Aunque esta segunda penalización podría interpretarse como ya descontada en la primera, creo que el probable fenómeno de una cierta desbandada juvenil debe tenerse en cuenta como un fenómeno aparte).
En definitiva, las adhesiones electorales de cada partido parecen hoy bastante similares a las de hace seis meses. La diferencia en el resultado vendrá, fundamentalmente, por la suma de fuerzas de Podemos e IU (y su considerable efecto en el cálculo de escaños) y, por otro lado, por una abstención que afectará, muy probablemente, de forma desigual a las diferentes formaciones políticas. Por debajo de todo ello, casi de manera imperceptible, los números susurran una nueva referencia simbólica entre un parte creciente de la opinión pública: la agenda, la política y el contenido se polarizan en torno al eje PP-Podemos. PSOE y Ciudadanos median en el centro.