10 de Junio de 2016, 22:19
Se podría decir que nadie ignora que la calidad de la democracia española es deficiente. El problema no es el entramado institucional, aunque hay algunos errores el diseño del CGPJ modificado por Ley Orgánica- o la composición del Tribunal Constitucional, sino el funcionamiento cotidiano de las instituciones, sometido a una degradación cotidiana desde mediados de los ochenta.
Grandes proclamas predican que reformando la Constitución se mejorará la calidad de nuestra democracia, no es verdad. El problema de fondo, el que deforma el funcionamiento cotidiano de las demás instituciones, es el día a día de los partidos (y de los sindicatos y de otras instituciones sociales mal reguladas o pervertidas por sus élites).
Más allá del discurso, en +Democracia nos planteamos cómo objetivar este problema, es decir, crear una serie de indicadores que pudieran revelar cómo funcionan nuestros partidos y cuáles son sus puntos débiles. Se recogen 41 indicadores sobre sus estatutos, funcionamiento real, derechos de los afiliados, sistemas de elección de sus cargos públicos, etc. Se trata, por tanto, de un observatorio permanente de la política "dentro de los partidos". La idea que inspira el ranking es que todo partido debe tener un sistema de pesos y contrapesos que limite el poder de su dirección sobre el partido (sobre las carreras de sus cargos públicos e internos). ¿Qué resultados arroja este ejercicio?
Ningún partido español cumpliría con las normas de funcionamiento establecidas por la Ley de Partidos Alemana o por los usos de Gran Bretaña: congresos bienales o anuales, celebración de los congresos a fecha fija, elección de candidatos a cargos públicos por votación de los afiliados del partido residentes en el distrito, reuniones periódicas de los parlamentos internos (comités, consejos, juntas directivas), elección de los cargos internos mediante voto directo a personas, etc.
La calidad media de los partidos españoles en los distintos bloques de indicadores es baja. La de los grandes partidos aún más baja. En comparación con el ranking del año pasado las medias han mejorado un poco, pero eso se debe a que se han incluido algunos partidos de reciente aparición en los que, por su pequeño tamaño, se mantienen sistemas de funcionamiento más democrático. Por así decirlo, la ley de hierro de oligarquía aún no se ha apoderado de ellos.
Las puntuaciones medias están por debajo de 5 en democracia interna (3,7 sobre 10), derechos de los afiliados y su protección (4,4 sobre 10) y procedimientos de elección de sus candidatos a cargos públicos (4,9 sobre 10). Esto quiere decir que, en general:
Los partidos disponen de códigos éticos, puntúan 6,0 sobre 10. Algún malintencionado podría preguntar sobre su utilidad.
Los partidos puntúan 6,9 sobre 10 en la información que facilitan en sus webs sobre documentos internos, resoluciones de congresos, etc.
Los partidos aprueban en transparencia y conducta ética, respondiendo a la presión ciudadana.
La conclusión es que la democracia interna de los partidos es la gran asignatura pendiente de la democracia española. Este es el meollo de la renovación o la regeneración democrática.
La democracia interna no consiste en declaraciones grandilocuentes, ni en llamamientos a los valores que deben inspirar la acción política. Consiste en algo más prosaico: establecer reglas de funcionamiento que garanticen controles internos. El tema de la corrupción ha sido el más sangrante, pues bien, nadie sabe o sospecha mejor lo que hace un alcalde que sus concejales. Pero a los concejales los nombra el alcalde y piensan seguir de concejales con el mismo alcalde, no hay control posible. Pero si todos son elegidos en una asamblea de afiliados (primarias) y se ordenan según el número de votos, la cosa cambia, y mucho. Si alguien está en desacuerdo con la dirección de su partido, y tiene los votos de los afiliados para sostenerse como diputado, puede pedir cuentas, si depende de la dirección, no las puede pedir.
Estas cosas, que parecen elementales, las descubrieron hace tiempo algunas democracias más viejas y, por ende, sabias que la nuestra. Basta con copiarlas, y cambiarán bastantes cosas.