25 de Abril de 2016, 21:44
El partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, según la sigla en alemán) ha logrado en solo tres años desequilibrar el antiguamente estable sistema de partidos de Alemania. Los importantes resultados electorales que ha obtenido desde 2014 en las sucesivas elecciones regionales no solo le han dado voz recurrente en los medios y mayor llegada al electorado, sino que lo perfilan como un partido con serias oportunidades de entrar en el Bundestag el próximo año. La pregunta es entonces: ¿Qué significa el ingreso de AfD al escenario político alemán? ¿Cuál es el impacto en el partido de Merkel? ¿Podría transformarse en una oportunidad para que los partidos tradicionales recuperen su identidad y con ella sus electorados?
¿Qué es AfD? Maestros del oportunismo.
En las últimas semanas decenas de medios de comunicación alrededor del mundo han publicado cientos de artículos y comentarios sobre el fenómeno ultraconservador de AfD. El foco se ha puesto sobre su discurso político, comparable al de una formación de derecha casi extrema: Estigmatizante, reduccionista, antiimigrante. Elementos como la lucha contra los criminales extranjeros, el rechazo a la llegada de inmigrantes que explotan el sistema social alemán o la idea de que los musulmanes representan una amenaza para la cultura alemana son frases recurrentes en las declaraciones de sus dirigentes y en sus programas.
Sin embargo, muchos olvidan el común denominador en este crecimiento fulminante de la fuerza ultraderechista. Se trata de la capacidad de AfD de leer el clima social e incorporar a su relato político los temas claves del momento. Un método efectivo que consiste en ofrecer soluciones reduccionistas a temas complejos que generan gran preocupación en la sociedad. En sus inicios fue la crisis europea de 2013, cuya solución consistía en la salida del euro y el retorno del marco alemán. Posteriormente lograron un apoyo de alrededor del 10% en las regionales de 2014 en la ex-RDA argumentando que el aumento de la criminalidad debía ser combatido mediante controles fronterizos y la inmigración selectiva. Finalmente en medio de la crisis de los refugiados, AfD propone no solo el control y eventual cierre de fronteras, sino que incluso dos de sus dirigentes más importantes han llegado a afirmar que como último recurso el abrir fuego contra los refugiados estaría justificado. Frases de semejante calibre, que en principio serían motivo de escándalo en la boca de cualquier político, generan el efecto contrario en AfD. En efecto, después de estas declaraciones este partido logró resultados extraordinarios en el este (24,3% en Sachsen-Anhalt) y muy buenos en el oeste (15,1% en Baden-Württemberg y 12,6% en Rheinland-Pfalz).
El problema más grande lo tiene Merkel.
De todas formas, si queremos analizar las consecuencias de la aparición de AfD, no podemos quedarnos en su discurso y su estrategia. En primer lugar, debemos decir que el fenómeno de AfD no es algo nuevo. Desde la reunificación alemana han habido partidos políticos con ideas y argumentaciones similares que han sabido cooptar electorados decepcionados por la política tradicional. El caso de DVU (Deutsche Volksunion) en el este o de los Republikaner en el sur son ejemplos de ello. La diferencia fundamental entre estos últimos casos y AfD es su condición de efímeros. Los partidos políticos tradicionales creyeron desde el principio que el destino de AfD sería similar y que por ser justamente una cuestión de tiempo, se trataba de un problema menor al que no había que prestarle mayor atención. Craso error. En especial para aquellos partidos que ocupan la derecha del espectro político alemán: la CDU y la CSU. Es decir, la fuerza de la canciller Angela Merkel y su partido hermano de Baviera.
Y aquí debemos mencionar otro punto que la mayoría de los analistas han puesto en relieve: AfD ha ocupado el lugar vacío que dejó la CDU a la derecha del espectro político. Después de más de una década de gobierno de Merkel, la CDU ya no es la misma. Año tras año ha ido incorporando a su agenda política, e incluso a su lista de logros, una serie de reivindicaciones socialdemócratas. Esto le permitió a Merkel ganar el centro y le valió dos reelecciones. Sin embargo, también le costó descuidar su flanco conservador, aquel de los votos cautivos. Nadie contaba con la aparición de un partido a la derecha de la CDU que no sea considerado de extrema derecha. Pero finalmente sucedió y la profecía de un famoso dirigente conservador se cumplió: el día que aparezca un partido democrático a la derecha de la CDU, tendremos un problema. Y apareció AfD.
Pese a todo el problema principal del partido de Merkel no radica en la capacidad de los ultraconservadores para competir y eventualmente quitarle cientos de votos conservadores. El problema más importante es que la CDU tiene serias dificultades para formar gobierno. Paradójicamente pese a ser en la mayoría de las regiones primera o segunda fuerza es incapaz de encontrar un compañero de coalición con quien lograr una mayoría absoluta. Su socio natural, el partido liberal, es una sombra de lo que era. Su socio de emergencia, el partido socialdemócrata, sufre una de las peores crisis en sus 150 años de historia. De hecho, actualmente suma apenas un 20% de intención de voto. Su socio alternativo y más reciente, el partido verde, presenta una tendencia negativa en la mayoría de las regiones.
En este contexto las posibilidades de lograr coaliciones se hace muy difícil. Ejemplo de ello es que en muchas regiones la formación de gobierno depende de que tres partidos se pongan de acuerdo. Y eso para un partido como la CDU en un sistema político como el de Alemania es practicamente imposible.
El problema es de corte ideológico en este caso. Por un lado, sería un suicidio político para el partido de Merkel formar un tripartito que incluya al partido de la izquierda (die Linke), el partido heredero del régimen de la RDA. Su electorado no aceptaría semejante compromiso bajo ningún concepto. Por otro, una coalición con AfD significaría un riesgo demasiado grande. Los ultraconservadores han dado sobradas muestras de que en muchos aspectos no se diferencian demasiado de los partidos de extrema derecha. La reputación de la CDU estaría en juego y la sociedad alemana, aquel 90% que no apoya a AfD, le daría la espalda.
El desafío de los grandes partidos: recuperar el perfil
El panorama político de Alemania ha cambiado de manera radical desde la llegada de AfD. A partir de sus resultados electorales en las regionales de marzo se vislumbra una época complicada para la CDU que debe enfrentar por primera vez a un competidor en su campo ideológico. De todas formas el desafío para la política alemana, no se limita al desempeño de la CDU. Los partidos políticos en varias regiones se verán obligados a lograr compromisos para formar gobierno y con ello pondrán a prueba la fortaleza de la estrategia del consenso propia de los parlamentarismos, y en especial del alemán.
No obstante, todo desafío conlleva una oportunidad. La llegada de AfD puede ser la clave para que los partidos tradicionales vuelvan a tener su propia identidad política. Las agendas políticas de los partidos mayoritarios hace tiempo no parecen presentar diferencias suficientes para los votantes. Existe una gran porción del electorado que cree que votar SPD o CDU es lo mismo. Ese grupo es precisamente del que se alimenta AfD. Los desencantados, los decepcionados, los indignados, con mayor o menor razón, que ya no ven que las opciones políticas tradicionales sean justamente una opción.
La presencia de AfD obliga a la CDU a recuperar su perfil conservador. A volver a ser el partido de centroderecha que fue hasta la llegada de Merkel y con ello a abandonar la agenda socialdemócrata. En ese sentido, el SPD no solo tiene la posibilidad de recuperar su agenda, sino de profundizarla, recuperando un perfil de partido de izquierda. Sería un reacomodamiento ideológico que permitiría comunicar posiciones y proyectos con mayor claridad y transparencia. Sería una oportunidad para que algunos vuelvan a creer en la política. La campaña electoral del próximo año nos develará si los grandes partidos comprendieron este desafío.