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El declive de las clases medias ¿realidad o mito?

Pau Marí-Klose

15 de Mayo de 2017, 21:47

En los últimos años ha surgido con fuerza la preocupación por el futuro de la clase media. Proliferan agoreros que hablan del fin de las clases medias, su muerte, o cuanto menos su declive o contracción, que las condena a la pérdida de relevancia social y política. El final o el declive de la clase media no sería un asunto baladí. Mucho hay en juego si se produjera. Desde hace décadas, son muchos los sociólogos y economistas que defiende el papel primordial que juegan las clases medias en la promoción del desarrollo económico y la estabilidad social. No son menos los filósofos políticos y los politólogos que han argumentado que las clases medias son un pilar fundamental de las democracias liberales. Los orígenes de esta idea se encuentran ya en Aristóteles, y en la modernidad en Montesquieu, Adam Smith o Tocqueville. En muchos países democráticos, las clases medias han sido condición necesaria para la emergencia de la democracia, han sido sus valedores frente a los grupos de la reacción, su sostén frente a la amenaza de involución, y en alianza con el mundo del trabajo, han jugado un papel protagonista en el desarrollo de los derechos sociales reconocidos por los modernos Estados de bienestar. Existen dudas justificadas de que la democracia liberal pudiera sobrevivir a su declive. Quizás lo que algunos perciben como el deterioro de la calidad democrática de los regímenes occidentales, o lo que lleva a algunos a hablar de posdemocracias, esté empujando a muchos a preguntarse si la raíz de los problemas se encuentra en el declive de las clases medias.

¿Qué evidencias tenemos de que la clase media está próxima a su fin, a su muerte, o esté en franco declive en España? Las visiones más catastrofistas se suelen referir a un presunto empobrecimiento de la clase media, que estaría comprometiendo su poder adquisitivo, abonándola a apretarse el cinturón y el consumo low-cost. Con ello se estarían transformando por completo sus estilos de vida, lo que les impediría sostener sus identidades de clase, y alteraría sus valores y orientaciones constitutivos. Aunque ese empobrecimiento fue imposible de constatar en la etapa de expansión económica de los primeros años de siglo, los años de crisis (2008-2014) habrían representado un giro copernicano en la situación de las clases medias. Vale la pena, pues, comenzar examinando la veracidad de la premisa: ¿se han empobrecido las clases medias en la crisis?

Para responder adecuadamente a esta pregunta lo primero que hay que saber es que son las clases medias. El término clase media tiene diversas acepciones, desde aquellas que ponen el énfasis en dimensiones socioeconómicas a aquellas que privilegian una dimensión sociocultural. En un espacio por fuerza tan limitado como éste nos limitaremos a examinar un aspecto puntual de la primera dimensión: la distribución de ingresos.

En principio, agarrándose a una acepción de tipo socioeconómico de uso muy común, las personas de clase media serían personas que se sitúan en la gama media de ingresos. En función de la amplitud del intervalo escogido el diagnóstico puede diferir. La forma  más sencilla (y necesariamente limitada y parcial) de aproximarse al fenómeno es averiguar qué ocurre con los ingresos equivalentes medianos, es decir los de la persona situada en el punto que deja la mitad de la población a un lado (con menores ingresos) y la mitad en el otro (con mayores ingresos)?

En España, en los años de crisis se reduce la renta equivalente mediana, pero difícilmente se puede hablar de un desplome. Esta caída se produce también en otros países en crisis, como el Reino Unido, Irlanda o Grecia, donde el descenso es incluso más acusado (en Portugal e Italia los ingresos aumentan ligeramente, a pesar de la crisis). Pero en gran parte de Europa (países como Polonia, Suecia, Dinamarca, Alemania o Francia) los ingresos de la clase media (en paridad de poder de compra) siguen aumentando, aunque a ritmos inferiores a lo que ocurría en las etapas inmediatamente anteriores.

¿Cuál es la magnitud relativa de ese descenso en España? El siguiente gráfico muestra la caída de los ingresos en cada decila de ingresos en los años de crisis.

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Como puede observarse la caída de ingresos se produce en todos los grupos de ingresos, pero las clases medias no son los grupos más afectados. Los incrementos de la desigualdad reflejan ante todo, el desplome de las rentas más bajas. Durante los años de crisis, los ingresos equivalentes de las primera decilas cayeron por debajo de las de decilas superiores. Los más pobres han perdido entre 2008 y 2014 más del 25% de sus ingresos, mientras que, en las decilas superiores, el porcentaje se sitúa en torno al 15%. En las decilas intermedias se producen caídas significativas, más pronunciadas en la decila 3 y en la decila 4, que en la 6 y la 7.

La pérdida de ingresos de las clases más desfavorecidas se refleja de manera muy diáfana en la disminución de la participación de esa primera decila en el volumen total de ingresos. Mientras en 2008 los ingresos de la primera decila representaban el 2,5% del total, en 2014 ya solo son el 1,8%. En las decilas inmediatamente posteriores también se producen descensos, aunque bastante menos acusados.

En contraste, como se puede observar en el gráfico, las decilas centrales mantienen su participación en los ingresos totales. La decila 8 (al igual que la 9 y la 10, aquí no representadas) incrementan su participación en el total de ingresos.

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A la luz de estos datos, es difícil afirmar que las clases medias están atravesando una crisis que pone en peligro su existencia. Sin embargo, sería ingenuo negar que algo le ocurre a la clase media, y los datos que hemos visto hasta ahora ya nos sugieren alguna cosa. Una exploración un poco más a fondo nos ofrece alguna pista más para caracterizar las consecuencias de la crisis para las clases medias.

El primer factor a tener en cuenta es que se ha ensanchado la diferencia de ingresos dentro de la clase media. Así, la ratio entre los ingresos de personas situadas en el punto de corte superior del séptimo decil (clase media alta) y los que se sitúan en el punto de corte superior del tercer decil (clase media baja) ha aumentado. Mientras en 2008 el primero ingresaba 1,8 veces más que el segundo, en 2014 era 1,96. Más se ha ensanchado todavía la distancia entre el punto de corte superior del tercer decil y el del decil 8 (de 2,14 a 2,36) o el del decil 9 (de 2,71 a 2,97). Dicho de otro modo, en la crisis, los segmentos superiores de la clase media han abierto distancia con los segmentos inferiores (por no hablar de la distancia que han abierto con las clases más desfavorecidas).

Por otra parte, los grupos en los tramos elevados de ingresos tienen edades cada vez más avanzadas  Mucho se ha hablado de la mejora de la situación económica de las personas de 65 y más años. A lo largo de la crisis, las tasas de riesgo de pobreza de las personas mayores han disminuido sustancialmente (mientras aumentaban las de las personas más jóvenes). Lo que no se ha apuntado es que su posición económica también ha mejorado en los tramos de ingresos más altos. Un amplio conjunto de los mayores forman parte de grupos de ingresos medios, y dentro de estos segmentos, tienden a concentrarse en tramos de ingreso elevadas. Como consecuencia de ello las clases medias han "encanecido".

Consideremos dos tramos de ingresos a menudo manejadas en la literatura. El primero lo conforman las personas que viven en hogares con ingresos situados entre el 75% de la mediana de ingresos equivalentes (los ingresos equivalentes son los ingresos del hogar ponderados por las unidades de consumo) y el 125%. Constituirían un grupo de personas situadas en posiciones medias y medias-bajas. El segundo lo formarían personas con ingresos situados entre el 125% y el 200%. Conformarían una clase media adinerada.

En 2008 la edad media de las personas en el tramo 75%-125% era de 40,1 años. En 2014 de 43,9. En el tramo 125-200%, la edad media subió de 38,2 a 42,7 años. En este último grupo de clase media adinerada, el porcentaje de personas de más de 64 años ha pasado del 10% al 20,4% (también ha subido en el grupo opulento de personas con ingresos superiores al 200%, donde pasa del 8,4% a 13,9%). En cambio, en el tramo bajo de ingresos (<75% de la mediana), la edad media disminuyó (de 41 a 38,6), y las personas de 65 y más años pasaron del 21,9% al 14%.

En la siguiente tabla comparamos la distribución de personas por grupo de ingresos en cuatro franjas de edad.

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Como podemos apreciar, una gran proporción de personas de 65 y más años en 2014 se sitúan en el grupo de ingresos medio-altos (45,2%), donde su presencia se ha incrementado sustancialmente en el período de crisis (también se ha incrementado en el grupo de ingresos más alto).

Por tanto, aunque aparentemente pocas cosas se muevan, y las clases medias sigan pobladas de aproximadamente el mismo número de personas que en el pasado, y reciben aproximadamente el mismo nivel agregado de recursos, en la trastienda se adivinan cambios que pueden tener consecuencias significativas. Las clases medias se han polarizado. Muchos jóvenes que solían incorporarse al primer tramo de ingresos de la clase media (75-125% de la mediana) han visto bloqueada su entrada en este grupo. En cambio, un número creciente de personas de edad más avanzada se han posicionado sólidamente en el tramo alto de ingresos de la clase media. La fractura que se abre en la clase media tiene un claro perfil edatario. Un perfil edatario que contribuye a explicar las grandes dinámicas que están reconfigurando el panorama sociopolítico de nuestro país.

Este artículo es un resumen de algunas de las evidencias examinadas en el debate El declive de las clases medias ¿Realidad o mito?, celebrado en Caixa Forum, el 19 de abril.

También es autor de este artículo Albert Julià.

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