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Elecciones en Eslovaquia: nacionalismo y xenofobia ganan la partida

Ruth Ferrero-Turrión

8 de Marzo de 2016, 21:43

El pasado fin de semana tuvieron lugar en Eslovaquia elecciones parlamentarias. Este pequeño país de unos 5,5 millones de personas decidía qué rumbo tomar, con qué política estaban más de acuerdo. Y lo hacía de manera masiva, en estas elecciones la participación ha superado el 60%, las segundas con más participación desde 1991. El actual Primer Ministro Fico se jugaba un tercer mandato consecutivo y, de este modo, seguir como alumno fiel, la senda marcada por Viktor Orban en Hungría, también con tres mandatos. Y la respuesta ha sido contundente. Se ha producido un incremento sustantivo, tanto en porcentaje como en escaños, de las fuerzas políticas de la extrema derecha nacionalista y xenófoba. Se une así Eslovaquia a otros países entre los que el discurso anti-inmigración está haciendo mella y fuerzas extremistas y populistas han conseguido entrar en las instituciones con una representación más que simbólica, Francia, Países Bajos, Suecia o Grecia son sólo algunos de los ejemplos más significativos.

En el caso eslovaco el resultado electoral ha tenido varias consecuencias que harán difícil la gobernabilidad. En primer lugar, ha hecho que el partido en el gobierno perdiera su mayoría absoluta alcanzada en 2012 y se vea en la necesidad de llegar a pactos de gobierno con, al menos, dos fuerzas políticas más. Algo complicado puesto que todas las fuerzas políticas, con la excepción del Partido Nacionalista Eslovaco han manifestado su rechazo a una coalición con el actual Primer Ministro. El Parlamento eslovaco tiene 150 escaños y el socialdemócrata Smer-SD apenas ha obtenido 49, por lo que la suma de los 15 escaños no sería suficiente para alcanzar el gobierno. Por otro lado, Fico, y el resto de fuerzas políticas, han mantenido su rechazo a pactar con el líder del Partido Popular Nuestra Eslovaquia, Marion Kotleba, personaje ya investigado por instigar al odio racial contra la comunidad romaní y por ser un ferviente admirador de Josef Tiso, el presidente del estado fascista afín al III Reich.

En segundo lugar, se ha producido una atomización en cuanto al número de grupos presentes en el órgano legislativo y que han logrado traspasar el umbral del 5%. Junto a los partidos socialdemócrata (Smed-SD, 49) liberal (Libertad y Solidaridad, 21), conservador (OLANO-NOVA, 19) el partido húngaro (Ziev, 11) se incorporan otros de reciente creación o que habían estado ausentes de la escena política durante la última legislatura. Así, el Partido Nacionalista Eslovaco, que había sido miembro de la coalición de gobierno entre 2006-2010 regresa con un programa programa de gobierno se basaba en el impulso de las industrias estratégicas y la lucha contra el multiculturalismo y con 15 escaños. También hace su aparición el ya mencionado Partido Popular Nuestra Eslovaquia, al más puro estilo de los años 30 centroeuropeos (14) y que, por cierto, no aparecía en ninguno de los sondeos pre-electorales. Por último, se incorporan el euroescéptico y anti-inmigración Somos Familia (11) y el centrista Network (10) creado a mediados de 2015.

Así las cosas, parece que Eslovaquia podría estar abocada a una nueva convocatoria electoral, con un agravante: el próximo mes de julio Bratislava asume la presidencia semestral de la UE. En este contexto, ya se ha empezado a especular con la conformación de un Gabinete de expertos interino que asuma el poder hasta el mes de diciembre o incluso la conformación de un gobierno de concentración promovido por el liberal Kiska, puesto que no habría tiempo para la celebración de unas nuevas elecciones anticipadas antes del verano.

En tercer lugar, encontramos un aspecto central, estas elecciones han puesto de manifiesto una supremacía de las posiciones anti-inmigración en el país. Existe, con mayor o menor intensidad, unanimidad en todo el espectro político en relación con la cuestión migratoria. Esto no es sino el reflejo de la opinión pública eslovaca que en un 89% han rechazado la reubicación de refugiados. Efectivamente, la crisis de los refugiados, al igual que en otros países europeos, ha favorecido la reactivación de discursos políticos xenófobos y populistas que han calado entre una ciudadanía sumida en una profunda crisis de identidad y que ha  tenido como consecuencia un repliegue identitario que nos recuerda, en cierta medida, a la Europa de entreguerras.

En el caso eslovaco, el primer ministro Fico activó este tipo de retórica durante el verano de 2015, cuando sus índices de popularidad caían en picado. Su principal objetivo, mejorar sus perspectivas electorales. En esa misma línea Eslovaquia planteó en diciembre de 2015 un recurso en el Tribunal de Justicia de la UE contra las cuotas de reubicación obligatorias de refugiados procedentes de Grecia e Italia. Pero quizás su principal caballo de batalla haya sido el discurso contra el colectivo musulmán, quizás para conseguir el apoyo de una mayoría social ultra-católica con afirmaciones  tales como que "la integración natural de personas con otro modo de vida, otra filosofía de pensamiento, otro acervo cultural y, sobre todo, otra religión es imposible"

A la luz de los resultados electorales, Fico no ha conseguido sus objetivos. La utilización de una retórica nacionalista contra los migrantes por parte de Smer-SD ha hecho reforzar la posición política de la extrema derecha en Eslovaquia. De nuevo el nacionalismo más etnocéntrico hace su reaparición tras los gobiernos de Vladimir Meciar (en puestos de poder desde 1991 hasta 1998). Si entonces el discurso etnonacional se focalizaba en gitanos y húngaros en el proceso de construcción estatal-nacional, ahora ese discurso se dirige contra los colectivos musulmanes, tanto de residentes como de refugiados que escapan del conflicto sirio, con intenciones meramente electoralistas y de distracción.

Pero, ¿son fundados los temores a una "invasión" musulmana del país? ¿o a una avalancha de inmigrantes descontrolados? A la luz de los datos no parece que esto sea así. Eslovaquia recibió menos de 350 peticiones de asilo en 2015 de las que sólo se aceptaron 8. Por otro lado el número de refugiados que tendría que asumir en una potencial reubicación sería de 2600, y 902 reasentados. No parece pues que esta sea la razón de la intensidad discursiva que ha tenido lugar en la esfera política eslovaca durante los últimos meses. En definitiva, refugiados imaginarios han sentado en sus  escaños a nazis reales.

Como hemos mencionado anteriormente, Fico ha utilizado este tipo de discurso para fortalecer sus perspectivas electorales. Y también para distraer a la población de otras cuestiones importantes tales como la fragilidad del sistema de salud pública, el deterioro de la educación, el incremento de las desigualdades territoriales o la corrupción vinculada con las privatizaciones llevadas a cabo por el gobierno. Todo ello mientras se ponían en marcha medidas populistas tales como transporte público gratuito para pensionistas, el incremento del salario mínimo o la reducción de los impuestos a los productos alimentarios. 

Con ello además, refuerza su posición común en una alianza con polacos, checos y húngaros de cara a las discusiones en el Consejo Europeo en relación con el espacio Schengen en el que son partidarios de expulsar a Grecia, a la posición crítica en relación con las sanciones contra Rusia, y, como no, en relación con la gestión de la crisis de refugiados, aunque en este punto, y a la luz del acuerdo con Turquía, parece que los postulados de Orban, Zeman y Fico han ganado la partida.

Artículo en colaboración con Eurasianet.es 

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