La semana en la que Pedro Sánchez consigue persuadir a buena parte de la opinión pública de que es el candidato posible, incluso probable, a la presidencia del Gobierno, sus dos principales adversarios le han tomado la palabra y ponen a prueba la solidez de sus planteamientos.
La propuesta de Iglesias y la decisión de Rajoy obligan al PSOE a dar el siguiente paso. Tanto Podemos como el PP asumen riesgos en sus nuevas posiciones, porque rectifican lo que habían venido sosteniendo hasta el momento. Pero en ambos casos han realizado un giro inteligentemente contradictorio, porque cediéndole voluntariamente la iniciativa a Pedro Sánchez, tratan de sustraérsela.
La decisión de Rajoy
El Presidente Rajoy parece empeñado en ser fiel a su imagen: su declaración de ayer ha removido el proceso de formación de gobierno, precisamente desde la renuncia a actuar. Por primera vez en nuestra democracia (y no debe haber muchos ejemplos comparados), la persona a quien el Rey propone formar gobierno declina esa propuesta y, desde su renuncia a proponer un programa, parece alterar por completo el guión preparado para estos días.
La finalidad de esta decisión de renuncia, enfáticamente momentánea, es múltiple: evita en primer lugar la escenificación de una derrota inicial en el Congreso que pondría en evidencia la soledad del PP en estos momentos; sitúa al PSOE y a su Secretario General ante ese mismo escenario de derrota inicial; reduce y precipita el tiempo de que PSOE y Podemos disponían para desarrollar un proceso de decantación de su acuerdo (un ritmo que estaba mostrando su efectividad en las pasadas semanas); dificulta enormemente el entendimiento (al menos por ahora) con Ciudadanos, situado claramente ante el escenario de un gobierno de izquierdas y rupturista sin la excusa de la incapacidad del PP para alcanzar la mayoría; y, finalmente, facilita eventuales movimientos de crisis interna en el PSOE tras un eventual fracaso de la primera tentativa de acuerdo con Podemos liderada por Pedro Sánchez.
Pero toda decisión, incluso la de no actuar, conlleva costes y riesgos. Y éstos no son pocos en el presente caso: Rajoy daña sus valores tradicionales de seriedad y responsabilidad, refuerza la crítica de falta de programa y de iniciativa política, cuestiona por intereses de partido la propuesta de quién tiene la responsabilidad de proponer candidato a quién considere mejor situado (pues no ha conseguido convencer al Rey, sino que ha rechazado su propuesta) y la presión a la que somete a PSOE y Podemos es también un impulso externo al acuerdo entre estas dos fuerzas y una oportunidad para que ambas presenten públicamente sus líneas de acuerdo y de actuación. Y, por último, la maniobra resitúa los tiempos de cada uno de los candidatos, pero no evita, sino que subraya, la soledad del PP a la vez que tampoco descarta que tras un primer fracaso del acuerdo PSOE-Podemos y de una subsiguiente propuesta del PP, pueda volver a plantearse una nueva opción para Pedro Sánchez, con otras mayorías o con acuerdos finales alcanzados in extremis. Los elementos clave de número de diputados y posibilidades de entendimiento entre partidos son los que son, y no los altera ni los limita el orden de presentación de propuestas.
El giro de Podemos
El anuncio de Podemos significa una rectificación de su postura mantenida hasta las elecciones de no entrar en un gobierno con el PSOE, y que había matizado tras el 20-D, supeditando cualquier acuerdo de legislatura a un referéndum en Cataluña. Ambas posturas le habían situado en una incómoda posición negociadora, que Pedro Sánchez estaba aprovechando: ¿prefería Podemos un gobierno del PP o unas elecciones anticipadas antes que explorar un pacto de izquierdas? ¿supeditaba la agenda social a las reclamaciones nacionales de sus aliados catalanes? Sin disipar completamente estas dos sombras de sospecha, el giro de Iglesias abre posibilidades reales a un pacto de izquierdas con el PSOE. Además, con ello pone el foco sobre lo que une a Podemos y sus aliados, tratando de superar las divisiones internas manifestadas durante el proceso de formación de grupos parlamentarios.
Sin embargo, la forma y el contenido de la propuesta planteada ayer en el Congreso sugieren más un movimiento táctico que un cambio estratégico en Podemos. Al concretar la distribución de cargos, la configuración de carteras ministeriales, nombres de ministrables para ocuparlas y primeras medidas está recortando tanto el margen de maniobra en un supuesto proceso de negociación interna con el PSOE como la autoridad del eventual nuevo presidente del gobierno. Al mencionar de nuevo, y con displicencia, las divisiones internas en su supuesto socio de coalición, identificando incluso posibles interlocutores en el PSOE, socava aún más la posición de los dirigentes socialistas favorables al pacto y favorece aquellos que se oponen a una coalición de izquierdas.
En estas circunstancias, la propuesta de Podemos (y supuestamente aceptada por IU) trata de recuperar una posición ganadora, en la que se refuerza su perfil de partido dispuesto a gobernar, al tiempo que se debilitan las opciones reales de su adversario, al que traslada la presión.
El éxito de este giro de Podemos se confirmaría si los sectores críticos con Sánchez lo utilizaran como argumento para cerrar definitivamente las opciones de un pacto de izquierdas. Con ello, el PSOE estaría asumiendo de facto la responsabilidad de este fracaso ante su propio electorado.
Por el contrario, si a pesar del desdén que incorpora la propuesta, el PSOE tomara el guante lanzado con una fuerte enmienda a los planteamientos de Iglesias, reforzando la posición de Sánchez, el escenario de un pacto de izquierdas ganaría mayor credibilidad y obligaría a Podemos a actualizar su propuesta.
La propuesta del Rey
Ante la nueva situación, el Rey parece ya haber optado por diferir la propuesta y abrir una nueva ronda de contactos, lo que implica un tiempo suplementario de negociación para PSOE y Podemos que podría prolongarse algunas semanas; la decisión sobre ese plazo y sobre la eventual propuesta (con acuerdo o incluso sin él) de Pedro Sánchez son el único y escaso margen que nuestro sistema reconoce al monarca, como aunque la actuación del Presidente Rajoy reduce aún más ese margen pues pone de manifiesto que la persona a quién el rey pretende proponer puede incidir en el momento de la propuesta, reclamando un tiempo para el acuerdo que, por el momento, no parece maduro. En cualquier caso, y a falta de nuevos acontecimientos, el pacto PSOE-Podemos pasa a convertirse en la primera opción que deberá explorarse de cara a la investidura.
A pesar del efecto político generado por la decisión de Rajoy y el giro de Podemos, ambos son piezas de un proceso de negociación que acaba de iniciarse y puede prolongarse pasando por muy diversas alternativas. Las cartas se repartieron el día 20 de diciembre y es bueno recordar que ninguna declaración ni movimiento táctico alterará el reparto de fuerzas resultante de las elecciones y sus prioridades; pero el rumbo que tome el proceso y la concreción de las muchas posibilidades abiertas dependerá de la cohesión de cada partido y de la solidez de sus líderes para jugar la partida.
Este artículo ha sido elaborado con la colaboración de Juan Rodríguez