24 de Diciembre de 2015, 07:43
La oferta de Rajoy al PSOE para formar un pacto de legislatura de largo alcance trata de fijar, desde el primer momento, unos márgenes amplios que hagan posible un acuerdo entre los dos grandes partidos. La respuesta del PSOE tendrá en cuenta en qué medida esos márgenes puede ser transitados sin derrumbarse definitivamente ante Podemos. La mayoría de politólogos y analistas coinciden en señalar que el PSOE puede languidecer debido a la sangría de votantes jóvenes, urbanos, formados y de izquierda que Podemos le está infringiendo. Si el PSOE acaba adoptando una posición de orden, de rigor económico y de mantenimiento de medidas de austeridad (una política económica difícil de cambiar en el corto plazo) se expone a perder el liderazgo que aún mantiene como partido de izquierda.
Pero también existe otro eje de competencia en el que el declive del PSOE puede acabar siendo irreversible: la disputa en torno a la geografía de la representación. Sugerir que los partidos de ámbito nacional o estatal representan territorios específicos puede parecer un sacrilegio que solo cometen los partidos nacionalistas o regionalistas. Pero, en realidad, todos los partidos tienen su base electoral sesgada territorialmente, de tal modo que sus estrategias electorales y, aún más importante, sus programas políticos y de gobierno dependen de ello y obran en consecuencia.
En democracias multinacionales, este es, de hecho, el factor esencial que estructura el sistema de partidos. Aunque aquí nos empeñemos en disimularlo. Que España es endiabladamente diversa y plural lo muestra la insistencia de los grandes partidos de ámbito estatal en reiterar que poseen un único discurso nacional ("y no diecisiete") y que dicen lo mismo en todas partes, cuando en realidad hacen más bien lo contrario: se adaptan al contexto político, social y cultural de cada autonomía, a fin de representar mejor y ser más atractivos para sus electores. Obviamente. Y con diferentes grados de éxito. Por contra, quien ha tratado de aplicar la homogeneidad doctrinaria a sus propuestas y discursos políticos en toda España ha acabado relegado a la escena madrileña antes de desaparecer por la puerta de atrás.
Debemos tener en cuenta esta lógica territorial en la competición entre partidos, combinada con el eje izquierda-derecha por supuesto-, para entender los dilemas y la estrategia de los partidos en este inicio de legislatura. También para anticipar las posibles divisiones o faccionalismos internos en los próximos meses.
Para captar de forma sintética y plausible la geografía política española, podemos identificar tres ejes territoriales que se distinguen por sus dinámicas políticas, aparte de otros aspectos más idiosincráticos: el eje del sur (Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha), el eje del centro (Madrid, Castilla León, La Rioja y Murcia) y el eje del Norte-Mediterráneo (que comprende la periferia del norte, desde Galicia hasta Baleares y la Comunidad Valenciana), dejando ahora al margen a Canarias, Ceuta y Melilla. Aunque esta división es forzosamente discutible y arbitraria, creo que refleja bastante bien las Españas políticas (y electorales, que diría el profesor Josep Maria Vallès) y las dinámicas de cambio que se están dando en ella.
¿Existen diferencias entre partidos en cada una de estas Españas? ¿Están alterando los nuevos partidos la geografía representativa? El Gráfico 1 muestra el peso de cada eje territorial en el grupo parlamentario de los cuatro principales partidos. La primera lectura quizá no es sorprendente pero es clara: cada área regional tiene un peso distinto en cada partido. Mientras que la España del sur está claramente sobrerrepresentada entre los diputados del PSOE, la España del norte y mediterránea lo está entre los nuevos diputados de Podemos y sus aliados. En cambio, para PP y Ciudadanos la España del centro es la que más pesa en sus respectivos grupos parlamentarios.
Este gráfico nos sugiere un aspecto interesante en cómo los nuevos partidos están disputando los feudos territoriales de PP y PSOE. Mientras que Ciudadanos le está ganando votos al PP adoptando su misma lógica territorial, Podemos irrumpe comiéndose el terreno del PSOE en el norte de España (claramente infrarrepresentado en el nuevo grupo parlamentario socialista), relegando a su adversario hacia los distritos del sur. ¿Se está convirtiendo el PSOE en el partido del mezzogiorno español?
Los diputados socialistas del sur siempre han estado sobrerrepresentados. La novedad en esta ocasión es la caída del peso de la España del norte y mediterránea. El Gráfico 2 muestra el peso de cada eje territorial en el grupo parlamentario socialista desde 1977. La España del norte aporta aproximadamente un 45% de los diputados del Congreso. Este era el peso que tenía también en el grupo socialista en los primeros años de la democracia, y en las legislaturas de máxima competitividad con el PP: la dulce derrota de 1996 y el retorno al poder con Zapatero se forjaron sobre el apoyo de las regiones del norte y del Mediterráneo. Las derrotas de Rajoy en 2004 y 2008 provinieron de un fuerte apoyo en Cataluña y la Comunidad Valenciana (1 de cada cuatro diputados socialistas, aunque luego se traducían solo en uno de cada seis ministros en el gobierno). Si añadimos Galicia o País Vasco, estas cuatro regiones con hechos diferenciales representaban 1 de cada 3 diputados socialistas. Hasta el día de hoy, la buena salud electoral del PSC y las opciones de gobernar la Moncloa para el PSOE han sido una y la misma cosa.
Sin embargo, las derrotas de 2011 y 2015 no solo evidencian la pérdida de apoyos al PSOE en la izquierda, en los jóvenes y en el electorado urbano. También alteran la geografía interna del grupo socialista en el Congreso. Por primera vez desde 1977, el número de diputados socialistas elegidos en Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha es igual al de catalanes, valencianos, gallegos, vascos, asturianos, cántabros, aragoneses e insulares de las Baleares. Por el contrario, esta España del norte y mediterránea aporta el 60% de los diputados de Podemos y sus aliados.
Esta transformación de la geografía parlamentaria en la izquierda del Congreso tendrá poderosos efectos sobre esta legislatura y sobre la evolución de ambos partidos, como nos recuerda Óscar Barberà en su imprescindible post sobre la política valenciana. La España del norte representa, junto con Madrid, la mayor parte del PIB español y en ella se encuentra la mayoría de ciudadanos favorables a una mayor descentralización o federalización del Estado. También posee la competencia partidista más compleja, porque en todas sus Comunidades existen al menos uno o dos partidos de ámbito no estatal, completamente ausentes en la España del centro y del sur. Todo ello conforma un mapa de enorme complejidad: aunque solemos pensar en vascos y catalanes cuando imaginamos una España distinta nacionalmente, es esta España periférica en su conjunto la que impugna por completo una definición homogénea de la España constitucional.
Esta complejidad es la que deberá afrontar Podemos cuando trate de consolidar su organización sobre la nueva base parlamentaria obtenida. En ese aspecto, los acuerdos con los nuevos liderazgos periféricos (y en especial con Ada Colau y Mónica Oltra) comportarán concesiones organizativas y programáticas. Desde ese punto de vista, la apuesta de Podemos por un referéndum en Cataluña es completamente lógica. Y arriesgada.
También Pedro Sánchez experimentará el peso de la facción del sur: Susana Díaz, Guillermo Fernández Vara y Emiliano García Page apenas han tardado horas en manifestar su posición respecto a la política de pactos y, más importante, en las posibles reformas territoriales que puedan negociarse en esta legislatura. Sin duda, es mucho más fácil y cómodo construir un discurso nacional que sacrifique al PSC y relegue a sus camaradas valencianos, gallegos o vascos. El problema para Sánchez es que ejercer como partido del sur también significa abandonar la España mediterránea y del norte a la nueva política de Podemos. Y con ello, incluso perder el liderazgo de la izquierda.