5 de Julio de 2015, 05:31
La Troika (sigamos llamándola así) quiere un acuerdo, el nuevo gobierno de Grecia quiere otro. Comienzan las negociaciones y faltan cinco meses para finales de junio, la fecha límite. ¿Estará el acuerdo final más cerca del que quiere la Troika o del que quiere Grecia?
Es fácil confundir deseos con realidades. Es tentador argumentar que, porque la causa de Grecia (o la de la Troika) es más justa, entonces el resultado de la negociación debe ser más favorable a su posición. Eso es expresar una opinión, que incluso podrá estar respaldada por un buen análisis, o un apoyo solidario, pero no contesta a la pregunta anterior.
En varios foros he señalado que, independientemente de lo que uno piense acerca de lo que es deseable, el acuerdo final estará más cerca de lo que quiere la Troika. Es lo que pienso que pasará sea cual sea el resultado del referéndum. En una negociación hay varios factores que influyen la posición que prevalecerá al final: las consecuencias del desacuerdo, las prisas de cada parte, la capacidad de afrontar una situación de riesgo, la posibilidad de hacer una oferta final, el tener las manos atadas y la reputación que mantener.
En todos esos aspectos Grecia está en desventaja. Hay un hecho imposible de cambiar: Grecia es muy pequeña para Europa y Europa es muy grande para Grecia. El gobierno de Tsipras puede intentar algún cambio a su favor. Por ejemplo, puede intentar que la salida del euro por parte de Grecia sea también muy mala para Europa. Pero solo lo puede hacer si desata un efecto dominó. Para ello sus acciones deben ir encaminadas a que en otros países gobiernen partidos como Syriza o sus aliados. Puede intentarlo, pero no es una buena estrategia y no parece que los esfuerzos vayan en esta dirección o, por lo menos, no vemos que eso es lo que esté pasando.
Una de las razones del referéndum es reforzar la posición del gobierno griego de que actúa con un mandato ciudadano. Este es el único factor que puede ser la excepción y jugar a favor de Grecia: el estar atado de manos. Lo malo es que esta jugada no tiene mucho recorrido. Después del no en el referéndum volveremos a la casilla de salida, donde la relación de fuerzas sigue siendo muy favorable a la Troika y de la que cabe esperar propuestas muy parecidas a las rechazadas. ¿Hacer un referéndum para ganar un poco en una de las cláusulas del acuerdo? Parece un error de cálculo, y no ha sido el único.
Forzar la negociación hasta el último momento no es especialmente malo (ocurre a menudo), pero sí lo es el dejar pasar la fecha límite. No es razonable pensar que se pueda negociar mejor con prisas y con corralito que lo que se pudo hacer en los cinco meses anteriores sin estar entre la espada y la pared.
Plantear el referéndum después de la fecha límite es algo que nadie ha entendido. Las consecuencias han sido añadir confusión a lo que se está votando realmente. ¿La propuesta que ha caducado? ¿Si gana el sí, volverá esa propuesta y si sale el no se presentará otra más favorable? ¿Se vota la salida del euro? Más confusión implica menor capacidad de gestionar el riesgo y, de nuevo, en eso Grecia está peor.
Por si fueran pocos estos errores, al poco tiempo de convocar el referéndum para rechazar la última oferta de la Troika, Tsipras presenta una propuesta similar. Estratégicamente esto es lo más parecido a una rendición. Con ello revela lo que está dispuesto a aceptar y limita sus opciones y su credibilidad para negociar duro en caso de que gane el no.
Al final toda la estrategia de Syriza se resume en una amenaza no creíble: salirse del euro. No es creíble porque es mucho más dañina para Grecia que para Europa. Y solo hay una cosa peor que hacer amenazas no creíbles: llevarlas a cabo o poner la negociación en riesgo de que se lleve a cabo.
Si la situación está tan inclinada de partida a la posición de la Troika esto no quiere decir que el gobierno griego no podía haber hecho las cosas mejor. Syriza empezó su mandato diciendo "Hoy hemos empezado a ser los coautores de las reformas en Grecia". Debía haber seguido por ese camino, mostrando credibilidad en sus reformas para ser un estado moderno porque es lo que debe hacerse y no porque lo mande nadie. Eso es lo que importa. Si Syriza lidera las reformas habrá margen para que las prioridades sean las del ideario de Syriza siempre y cuando se cuadren las cuentas. La reestructuración de la deuda es, en contra de lo que parece que se está diciendo estos días, la parte más fácil. Los países europeos nunca han dejado de poder negociar plazos y cantidades. En lugar de eso se intentaron políticas de gasto sin comenzar ninguna reforma en serio y, cometiendo otro gran error, se plantearon las negociaciones como lucha entre enemigos en lugar de acuerdos entre socios. Si al principio parecía que podían tener la simpatía de algunos gobiernos, como el de Francia, el resultado final ha sido el del gobierno de Grecia contra todos. En medio, como siempre, un pueblo que seguirá sufriendo pase lo que pase.