Se suponía que estaba hecho, pero el 25 de noviembre de 2021 se convirtió en un día extraordinariamente complicado en la política sueca. Después de que el primer ministro Stefan Löfven anunciara su dimisión en agosto, muchos habían previsto una transición tranquila. Sin embargo, el traspaso de poderes resultó ser sorprendentemente turbulento, una perfecta ilustración de la polarizada, fragmentada y frágil situación del Parlamento desde que los muy controvertidos y populistas Demócratas de Suecia (SD) obtuvieron representación en 2010.
¿Qué ha pasado? Como se esperaba, Magdalena Andersson fue elegida primera ministra con los votos de su Partido Socialdemócrata y de su supuesto socio de coalición, los Verdes, mientras que el Partido de la Izquierda y el Partido de Centro toleraban la coalición minoritaria. Pero después llegó la votación del Pesupuesto. En protesta por el aumento previsto de las pensiones, el Partido de Centro rompió sorprendentemente el acuerdo y apoyó la propuesta presupuestaria de la oposición, lo que le proporcionó una mayoría superior a la del borrador del nuevo Gobierno minoritario.
Como consecuencia, los Verdes abandonaron la coalición con los socialdemócratas, negándose a trabajar con un Presupuesto apoyado por los conservadores nacionalistas suecos. Por ello, tras sólo siete horas en el cargo, Andersson tuvo que dimitir. Cuando, unos días después, fue nuevamente investida como primera ministra, lo hizo al frente de un Gobierno minoritario de un solo partido.
¿Quién es Magdalena Andersson?
Es una personalidad muy conocida y apreciada en la política sueca. Se la ha considerado una muy competente ministra de Finanzas, cargo que ejerció desde 2014 hasta 2021. Durante su mandato, continuó con la política de austeridad fiscal aplicada por los anteriores gobiernos socialdemócratas desde que la crisis financiera afectó al país a principios de la década de 1990. Ha declarado en repetidas ocasiones que quiere "guardar en los graneros para días peores". Su perfil político e ideológico sigue siendo algo borroso.
Sin embargo, en mayo de 2021, Andersson dirigió un grupo del Partido Socialdemócrata que publicó un informe titulado Políticas distributivas para la igualdad y la equidad, catalogado como un balance de la evolución social en Suecia durante los últimos 40 años que señala con el dedo las crecientes desigualdades surgidas de las decisiones políticas de los gobiernos anteriores, tanto de derechas como de izquierdas. El informe concluye con una serie de propuestas de reforma, que van desde reformas fiscales hasta medidas que refuerzan el modelo de bienestar y los sistemas de seguridad social. Está considerado como toda una declaración ideológica, basada en las ideas y valores socialdemócratas tradicionales, y fue bastante bien recibida por un ala izquierda del partido que cada vez se hace oír más.
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Cuando, el 30 de noviembre, Andersson pudo por fin pronunciar su discurso de gobierno en el Parlamento, envió un mensaje claro, de izquierdas y 'tradicionalmente' socialdemócrata. En él, la ya primera ministra estableció tres prioridades: luchar contra la delincuencia relacionada con las bandas, acelerar la revolución industrial verde y recuperar el control del sistema de bienestar. ¿Es el comienzo de un nuevo giro a la izquierda en Suecia? ¿Revivirá Anderson las políticas socialdemócratas tradicionales? ¿Y ayudará su enfoque a que los socialdemócratas tengan éxito en las próximas elecciones de septiembre de 2022?
El giro a la izquierda de los socialdemócratas
Tres factores apuntan a un cambio más profundo del que los socialdemócratas podrían beneficiarse. En primer lugar, las tornas se han vuelto contra el neoliberalismo, no sólo entre el público sino también en la mayoría de los medios de comunicación. La privatización, la mercantilización y la 'nueva gestión pública' ya no se consideran soluciones creíbles a los problemas actuales. Esto deja espacio para priorizar el fortalecimiento del Estado de bienestar y para aumentar el control público, como subrayó Andersson en su declaración. La negligencia y los recortes de ese Estado de bienestar y de la red de seguridad social han quedado al descubierto durante la pandemia. Los socialdemócratas tienen una larga tradición a la que recurrir para contrarrestar esta realidad.
Además, Suecia se encuentra en el inicio de una revolución industrial verde, lo que hace que la atención se centre en las políticas del mercado laboral, así como en la industria y las cuestiones regionales; y, de nuevo, éstos son los puntos fuertes tradicionales de los socialdemócratas. La situación actual es propicia para que el Partido Socialdemócrata adopte políticas más izquierdistas, sobre todo porque las finanzas suecas son sólidas. Si consigue mostrar algún progreso en estas áreas y convertirlas en los asuntos más destacados para las elecciones de 2022, es probable que la predisposición de los votantes aumente significativamente.
En segundo lugar, el conflicto sobre la inmigración se ha desactivado, dado que todos los partidos principales son igualmente estrictos en cuanto a las políticas sobre los refugiados. Lo mismo ocurre con el enfoque sobre la ley y el orden, lo que significa que estas cuestiones apenas serán decisivas en las próximas elecciones. Además, la creciente cooperación entre los conservadores y los democristianos con los antiguos parias de la política sueca, los demócratas suecos, es bastante controvertida. Aunque su alianza se basa en su posición convergente sobre la inmigración y el orden público, estos partidos están profundamente divididos en cuanto a las políticas de seguridad social y bienestar. Esto les dificultará ganarse a los votantes más liberales, y los Demócratas Suecos lucharán por mantener su fuerte apoyo en la clase trabajadora. Si las diferencias partidistas aumentan, los socialdemócratas se verán beneficiados.
En tercer lugar, entrar en la campaña electoral liderando un Ejecutivo en minoría puede ayudar a los socialdemócratas. Con una nueva líder del partido, podrían distanciarse de las políticas del Gobierno de coalición entre 2014 y 2021 sin dejar de señalar su competencia y experiencia en la negociación. Los ocho meses que quedan hasta las próximas elecciones generales pueden abrir un espacio para que los socialdemócratas se presenten a sí mismos como alternativa fiable a la oposición más conservadora jamás vista en Suecia.
Las elecciones de septiembre de 2022 mostrarán si Andersson y su flamante Gobierno han sabido aprovechar esta oportunidad. Si no lo consiguen, la política sueca puede volverse aún más complicada en los próximos años.
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