A pesar de los obstáculos a la inmigración en los países avanzados, el número de migrantes internacionales ha aumentado sustancialmente desde el año 2000, alcanzando los 272 millones en 2019. Las remesas (el dinero que los emigrantes envían a sus familias, amigos y comunidades) se han convertido en la mayor fuente de ingresos internacionales en los países en vías de desarrollo.
El volumen de recursos enviados a países de ingresos medios y bajos, muchos de los cuales están en manos de gobiernos autoritarios,
supera al de otros flujos privados de capital y es tres veces superior a la ayuda oficial al desarrollo. Incluso durante la actual pandemia, las remesas se han mantenido como el recurso financiero más importante para los países en desarrollo, siendo más
estables que otros flujos de capital mucho más volátiles.
Existe un consenso emergente alrededor de que la emigración, especialmente desde países en desarrollo hacia países avanzados, es positiva para el desarrollo. Los emigrantes no sólo ganan salarios más altos de los que obtendrían en sus países de origen; además, envían dinero a sus familias. Éstas utilizan estos recursos para financiar el consumo, invertir en capital humano e incluso en bienes públicos locales. Sin embargo,
en el debate acerca de las consecuencias de la migración, se obvia la reflexión sobre cómo ésta puede transformar la política en los países de origen. De hecho, las discusiones de política pública se centran sobre todo en el impacto económico, social y político en los países de destino, una visión estrecha que subestima el poder de los migrantes a la hora de promover cambios políticos en sus países de origen.
Nuestra investigación demuestra que
la migración (sobre todo mediante el envío de remesas) promueve la democracia en los países de origen. Ello se debe a que, en sociedades políticamente cerradas, las remesas son a menudo la única fuente de capitales privados que fluyen directamente a los ciudadanos y otros actores políticos no gubernamentales.
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Las remesas se distinguen de otros flujos como la ayuda oficial al desarrollo, la inversión extranjera e incluso las ganancias del comercio internacional (sobre todo el relacionado con los recursos naturales)
porque esas otras fuentes fluyen en su mayor parte hacia las arcas del Estado y sus aliados. Por contra, las remesas llegan directamente a las familias, evitando caer en manos de gobiernos autoritarios. Y lo que es más importante, se envían con frecuencia a individuos y organizaciones que demandan reformas democráticas en sus países.
En nuestra investigación, argumentamos que las remesas ponen en marcha dos mecanismos que debilitan a las dictaduras y fomentan procesos de democratización desde abajo: por un lado,
aumentan los recursos disponibles en manos de la oposición política; por otro lado,
reducen la dependencia económica de los ciudadanos hacia los recursos distribuidos por los gobiernos.
En primer lugar, las remesas aumentan los recursos disponibles para los opositores, lo que les permite superar las barreras a la movilización en contextos en los que la participación política es particularmente costosa y arriesgada. A nivel individual, nuestra evidencia muestra que
las personas que reciben remesas tienen más probabilidad de protestar en dictaduras que los individuos que no reciben este tipo de ingreso. Este resultado es muy relevante teniendo en cuenta que las protestas contra las dictaduras se han convertido en la vía más exitosa para promover transiciones democráticas en los últimos 25 años.
En segundo lugar, las remesas socavan las estrategias de movilización electoral que muchos dictadores emplean para retener el poder. Con frecuencia, los dictadores ganan elecciones multipartidistas mediante la distribución de bienes clientelares entre los votantes para activar su participación. Se trata del llamado autoritarismo electoral o
'competitivo'.
En países tan diversos como Malasia, México, Senegal o Zimbabue, las remesas reducen la dependencia de la población de este intercambio de votos por dinero, comida, servicios u otros favores, debilitando los nexos clientelares que están en el centro de la movilización electoral de votantes pobres en dictaduras.
En conjunto, la combinación de más recursos disponibles para la oposición y la menor dependencia económica de la ciudadanía, todo ello gracias a las remesas, consigue desestabilizar a las autocracias. Las transiciones a la democracia en Senegal (2000), Túnez (2011) o Gambia (2016) son ejemplos de la importancia de la migración y las remesas a la hora de promover cambios políticos profundos. Por tanto, las remesas contribuyen a la democratización, dado que ayudan a empoderar a los ciudadanos de países en desarrollo que se oponen a las dictaduras.
El cambio climático causará desplazamientos masivos a medida que ciertas zonas del planeta se hagan inhabitables. A ello cabe sumar los desplazamientos causados por los recurrentes conflictos armados en ciertas regiones del mundo. En conjunto,
la distribución desigual de la población a favor de África y Asia y el impacto del cambio climático harán de la migración el asunto más relevante de la agenda pública en las próximas décadas.
Comprender cómo la migración internacional promueve la democracia en origen tiene implicaciones importantes: el debate político debe poner la migración en una posición central en las discusiones sobre cómo combatir la ola creciente de gobiernos autocráticos a nivel mundial. Si bien las autocracias
están aumentando, nuestra investigación muestra que cuando las remesas fluyen hacia las familias, amigos y comunidades de origen pueden alterar la distribución de poder político en favor de los ciudadanos y grupos que se oponen a estos gobiernos y contribuir al cambio democrático.