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La transición energética y la cadena de suministro global

Jaime Nieto Vega

8 mins - 19 de Octubre de 2021, 17:05

En los últimos meses asistimos a la formación a cámara lenta de una crisis cuyo origen recae directamente en la disponibilidad de materias primas (energéticas y no energéticas) y la ruptura de la cadena de suministro global. Desajustes entre la oferta y la demanda, escaladas de precios, problemas con el transporte marítimo (en torno al 90% del total), escasez de transportistas y transición energética se entrelazan en un cuello de botella que amenaza la economía mundial. Así, Alicia Valero estima que "no encontrar lo que buscamos en las tiendas será el pan de cada día". En este contexto, cabe preguntarse qué papel desempeña o se puede prever que ejerza la transición energética en un futuro irremediablemente marcado por la disponibilidad de materias primas en un mundo en continua expansión. 
 
En primer lugar, la electrificación de la economía y la transición hacia un mix energético basado en tecnologías renovables hace que el contorno que separa las materias primas energéticas y no energéticas se vuelva borroso. Pasar de una matriz energética basada en los combustibles fósiles a la electricidad de origen renovable reduciría la dependencia del petróleo, carbón y gas (aunque este último se considera puente durante la transición) para aumentar la de algunos materiales críticos necesarios para la instalación de tecnologías renovables. Aunque una parte, tradicionalmente ignorada, de la comunidad científica lleva años advirtiéndolo, no ha sido hasta hace muy poco que un informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) reconocía abiertamente la envergadura de este problema. En el escenario más ambicioso, las "tecnologías de energía limpia" consumirían en 2040 (ver Gráfico 1) el 92% de las reservas actuales de litio, el 69% del cobalto, el 61% del níquel, el 45% del cobre y el 41% de las 'tierras raras'. Estos usos naturalmente competirían con otros cuya demanda no parece incorporar ningún plan para ser reducida. La consecuencia más previsible, por lo tanto, sería la de que la escasez, cuellos de botella y alzas de precios que estamos viviendo actualmente sean cada vez más frecuentes

Gráfico 1.- Proporción de las tecnologías de energías limpias en la demanda total para minerales seleccionados por escenario (2010-2040)
Fuente: Agencia Internacional de la Energía.
 
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]

Por supuesto, las reservas económicamente viables también crecerán durante este tiempo. Pero, dada la magnitud del incremento de la demanda esperada, el ritmo de crecimiento necesario de estas reservas parece poco menos que vertiginoso. Además, como la propia AIE advierte (de nuevo, a remolque de la comunidad científica), la calidad de las nuevas reservas –la ley del mineral o ore grade– restantes es menguante. Esto implica costes crecientes por unidad extraída, así como un incremento tanto de la energía necesaria en el proceso como de los residuos generados. Esta dinámica, por supuesto, reforzaría la tendencia hacia un escenario de precios de las materias primas más elevados y, eventualmente, mayor riesgo de escasez

Para poner la guinda, esto altera la geopolítica y la geo-economía tal y como la conocemos. Por un lado, dado que se le ha atribuido al gas un papel de energía puente durante la transición, éste será cada vez más importante. La forma más barata de transportar el gas natural es mediante gasoductos. Todo lo que implique incrementar la importancia del transporte de gas en tanques (tras licuarlo) implica un aumento general de los costes. El transporte por gasoducto, en Europa, implica que cobren relevancia las tensiones en el este de Europa, paso obligado del gas ruso. Para la Península Ibérica, sin embargo, es fundamental el gas argelino. En este caso, recientemente se ha sabido que las difíciles relaciones entre Argelia y Marruecos han conducido a que éste haya cerrado el paso al gas de aquíl en su viaje hasta Europa, dejando disponible tan sólo uno de los dos gasoductos que llegan a España desde el Magreb. 

El caso de los países exportadores de petróleo es singular. De llevarse a cabo la transición energética con éxito, su poder diplomático irá degradándose. Mientras tanto, estos países tienen la estrategia explícita de acometer una transición a renovables y electrificación para satisfacer su creciente consumo doméstico y poder así dedicar una mayor cuota de su producción a las exportaciones. Si esta demanda doméstica no deja de crecer al ritmo actual, la lentitud con la que se despliegan las inversiones para la transición en este país también ejercerá una presión al alza del precio del petróleo, al haber menos crudo disponible para la exportación

Finalmente, los materiales críticos para la transición ecológica apuntados anteriormente se distribuyen de manera desigual en el planeta. La posición que cada país ocupe en la cadena de suministro (ver Gráfico 2) es fundamental para evaluar su vulnerabilidad o fortaleza, y la Unión Europea no sale bien parada.
 
Gráfico 2.- Cadenas de suministro indicativas de petróleo y gas y tecnologías de energías limpias seleccionadas
Fuente: Agencia Internacional de la Energía. 

Ya se sabe, en lo que Antonio Valero y José Manuel Naredo dieron en llamar 'la regla del notario', los menores rendimientos económicos se producen en las fases productivas de mayor impacto material, mientras los grandes beneficios adornan la cuenta de resultados de quienes ejecutan las fases finales del proceso. De esta manera, la minería de estos materiales críticos tiene lugar en países con legislaciones medioambientales más laxas que la europea, por decirlo amablemente. Una visión menos amable y más comprometida con la realidad advertiría de que la cadena de suministro de estos materiales críticos se asienta en buena medida sobre la vulneración de los derechos humanos, siendo particularmente sangrante el caso de la República Democrática del Congo (como la propia AIE reconoce en su informe). Hasta que no se incorporen los costes de extraer estas materias con todas las garantías medioambientales y laborales, estaremos consumiendo energía limpia, pero subsidiada por la degradación ambiental y social de los países mineros. Mientras, en Europa, con movimientos sociales comparativamente fuertes y legislación garantista, se dispone de un arsenal suficiente para hacer frente a proyectos como el de la mina de litio de Cáceres.

Por otro lado, la concentración de la mayor parte de las reservas en determinadas áreas geográficas (por ejemplo, en torno al 40% de las tierras raras en China) es un indicativo seguro de los problemas por cuellos de botella en el futuro. 



Por otra parte, la fase de procesado, de mayor valor añadido (siguiendo con la regla del notario) tiene lugar en países tecnológicamente avanzados en los que la UE tiene una presencia testimonial, destacando a España en la fabricación de componentes para la industria eólica. Así, mientras China tiene presencia en todas las fases de la cadena de suministro (minería, procesado y consumo), la UE es una mera potencia consumidora a expensas de una larga cadena de suministro sujeta a innumerables tensiones de todo tipo.

La autorregulación del mercado a esta oleada de escasez no ha sido muy prometedora. El atranque del transporte marítimo ha impulsado el desvío de rutas por carretera, el modo más caro e ineficiente y con un impacto ambiental importante. En el otro extremo, mega-corporaciones como Wal Mart han decidido fletar sus propios barcos, mientras decenas siguen varados en los puertos o vagando sin mercancía, añadiendo más presión sobre un transporte marítimo desproporcionado. Para evitar o, al menos, paliar los efectos de éste y futuros episodios de escasez, al caos de los mercados autorregulados debe oponerse el multilateralismo y la planificación. 
Debe garantizarse el respeto de los derechos humanos y del medio ambiente a lo largo de toda la cadena de suministro. Para ello, las empresas al final de la cadena, típicamente países desarrollados, deben ser castigadas sobre la base de indicadores que midan la calidad de la misma. Pero, para atajar el problema de raíz, debe actuarse sobre la demanda de energía y materiales. Las manifestaciones de la actual crisis de escasez de materias primas son diversas, pero comparten un denominador común. La demanda ha seguido creciendo y seguirá haciéndolo (aunque sea de manera atropellada) a golpe de crisis económica, si no se toman medidas para su descenso. De lo contrario, una sociedad compleja como la que conocemos irá progresivamente tornándose más simple, moldeada por la disponibilidad de materias primas. Simplificar la complejidad de una sociedad no es algo necesariamente negativo, pero si esto sucede a fuerza de rebasar ('overshoot') límites planetarios hasta ahora ignorados, podemos tener la seguridad de que el futuro de la transición ecológica no será tan verde como esperamos.

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