Nunca hay que subvalorar la vanidad, porque va de la mano de la irresponsabilidad y del desprecio al prójimo. La vanidad distorsiona la ambición, cuando ésta es más necesaria. Y, en particular, la vanidad de los políticos puede ser muy costosa para la sociedad a la que supuestamente representan. Por ejemplo, en España, la vanidad de Pedro Sánchez y Albert Rivera desempeñó un papel clave en impedir que el acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos, que en su momento boicoteó Pablo Iglesias (otro caso), fuese la alternativa a la caída de Mariano Rajoy. Un programa ambicioso de reformas, papel mojado del que ya nadie se acuerda.
El futuro de la Unión Europea depende de que el Recovery Fund sea adecuadamente aprovechado por los países receptores. Para ello la ambición reformista es necesaria, pero hay que saber gestionarla. Una vez más, la vanidad se cruza por el camino. Matteo Renzi, en una movida que los italianos no se explican, acaba de abrir una crisis de Gobierno al retirarle sus ministras (las dos, calladas y cabizbajas mientras él anunciaba su retirada). El consenso es general: si hay algo que no hace falta aquí y ahora es una crisis de Gobierno. Y al acabar su rueda de prensa, la derecha reunida según las encuestas, representan la mayoría reclama elecciones al presidente de la República; quien, con la pandemia agravada y Europa generosa, quisiera evitarlas, pero lo tiene difícil. ¿Farsa o tragedia?
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Pero primero, ¿por qué? Las cuatro razones que ha dado no justifican el coste que con mucha probabilidad conlleva la crisis. Éstas son: 1) el Gobierno ha violado los principios democráticos (pero aparte de constatar desacuerdos, algo normal en las coaliciones, no ha dado evidencia alguna); 2) la negativa de Giuseppe Conte, a instancias de Cinque Estelle, a utilizar los fondos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (tiene razón, es una política absurda, pero no es un asunto central); 3) la forma en que Conte pensaba gestionar los fondos del Next Generation EU (ni la propuesta de Conte, un comité técnico, ni la de Renzi, el Parlamento, son muy brillantes, hay que saber combinar ambos. En todo caso, no justifica la crisis), y 4) sin ir a elecciones es posible otro Gobierno de coalición eso sí, sin Conte al que apoyaría su pequeño partido (Italia Viva, con un 2,9% del voto según el sondeo de La7 de esta semana).
¿Es posible otro Gobierno sin ir a las elecciones? En Italia, el presidente de la República tiene más poder que el Rey en España y puede tomar la iniciativa y encargar al Sr. X que lo forme, pero el nuevo Ejecutivo necesita la legitimación del Congreso y del Senado. A día de hoy, le faltarían 11 votos en el Senado, porque varios senadores de Cinque Stelle se han pasado a otros partidos. Sergio Mattarella puede simplemente mantener el Gobierno en un Conte III Conte I fue con Cinque Stelle y La Lega, y Conte II con Cinque Stelle, Partito Democratico y los minoritarios LEU y Italia Viva; es decir, un Conte II sin Italia Viva y quizás algún otro apoyo, pero sería necesariamente un Gobierno de corto recorrido.
También podría sacarse algún nombre de la manga, como ya hizo antes de que se formase el Conte I, pero con la derecha unida llamando a las elecciones (si bien Matteo Salvini, viendo como sube Fratelli dItalia, no está tan convencido) ¿quién va a aglutinar más apoyos que Conte? Además, un nombre alternativo parecería como si le diese la razón a Renzi, y seguro que esto no es lo que quiere Mattarella.
Es decir, lo más probable es que se vaya a elecciones posiblemente, en primavera con un Conte III de por medio. Pero incluso esta opción no es sencilla, ya que en el último referéndum se redujo el Parlamento y, por lo tanto, hace falta cambiar la ley electoral antes de votar. ¿Qué habrá ganado Renzi con ello? Poco, en todos los escenarios posibles. Cierto, muchos votantes, incluso militantes, del Partito Democratico (PD) están frustrados por el perfil bajo del partido en el Conte II, y hasta hace poco eran potenciales seguidores de Renzi, pero difícilmente darán el paso si, por hacer oír su voz, él acaba abriendo las puertas a un Gobierno euroescéptico de derechas. Y, unos por otros, la casa sin barrer: Italia, que nos gana en su incompetencia en gastar fondos europeos, desperdicia la oportunidad del Next Generation EU (aunque siempre se puede decir lo contrario), la brecha entre los países de la UE se agranda y ya no se quiere hablar más de eurobonos Al menos a Sanchez la vanidad le ha sido rentable.
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