14 de Diciembre de 2020, 23:16
La llegada de la vacuna de la Covid-19 es un acontecimiento científico y social de primer orden, pero también político. Muchos gobiernos harán de ella un símbolo de victoria, un hito discursivo que intentarán contraponer al esperable análisis retrospectivo de su gestión de la pandemia, promovido por la oposición. Por todo esto, la vacuna, convertida en un issue más, desciende a la arena política y genera opiniones divididas.
En principio, una vacuna es una cuestión científica y, por tanto, no debiera suscitar división entre la ciudadanía. Sin embargo, los últimos meses nos han enseñado que los grandes consensos sociales están más ausentes que nunca y que, cada vez con mayor frecuencia, se producen fenómenos de deslegitimación de algunas instituciones referenciales como la Ciencia, en un contexto de polarización, difusión de la posverdad y proliferación de teorías conspirativas.
En los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de los meses de septiembre, octubre y noviembre se preguntó a los entrevistados por la vacuna de la Covid-19. Concretamente, se les preguntaba: ¿Estaría Ud. dispuesto/a a vacunarse inmediatamente cuando se tenga la vacuna? En septiembre, el 40,3% de la población declaró no estar dispuesta a vacunarse inmediatamente, frente a un 44,4% que sí lo haría y algo más del 3% que también, pero con reservas (si es fiable y está probada, si hay información suficiente o si se sabe su origen).
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El mes siguiente, el no alcanzó el 43,8%. Las reticencias de los ciudadanos crecían conforme más información se tenía sobre el medicamento, pero también a medida que aumentaba la presencia de este asunto en el debate mediático y político.
En noviembre, el porcentaje de personas que no estaban dispuestas a vacunarse inmediatamente subió al 47%, mientras que el de quienes sí estaban dispuestos a hacerlo descendía 7,5 puntos porcentuales respecto a octubre. Este mismo mes, por primera vez, el porcentaje de personas que declaraban negarse rotundamente a ponerse la vacuna superaba al 'sí' en 10,2 puntos.
Ahora bien: la desconfianza hacia la vacuna no está repartida de la misma forma entre todos los ciudadanos. Por el contrario, tal y como avanzábamos al principio, está sometida a divisiones políticas, como mostramos a continuación.
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Tanto en septiembre como en octubre (no se muestran más datos del Barómetro de noviembre, pues en el momento en que se escribió este análisis aún no estaban disponibles los microdatos de dicho estudio), el porcentaje de personas que rechazaban ponerse la vacuna era mayor entre quienes recordaban haber votado en las elecciones del 10 de noviembre de 2019 por Ciudadanos, el PP o Vox, que entre quienes lo hicieron por el PSOE o Unidas Podemos, tal y como se aprecia en los gráficos 1 y 2. El rechazo era especialmente intenso entre los votantes de Vox.
Además, la evolución del porcentaje de personas que declaran que no se pondrían la vacuna ha crecido especialmente entre los votantes de Vox, Ciudadanos y Partido Popular (por este orden), como se observa en el Gráfico 3.
Finalmente, al analizar la relación entre el auto-posicionamiento de los encuestados en la escala ideológica (siendo 1 extrema izquierda y 10, extrema derecha) y la disposición a ponerse la vacuna, observamos que las personas más reacias son, de media, más de derechas que las que sí están dispuestas a ponérsela inmediatamente, tal y como se aprecia en el Gráfico 4.
Sin embargo, las diferencias que muestra el Gráfico 4 no son estadísticamente significativas para el mes de septiembre, sólo para octubre. Esto implica que, en solo un mes, las actitudes de los ciudadanos hacia la vacuna se han polarizado ideológicamente. En este sentido, han podido influir las noticias sobre fallos en los diversos proyectos que se están desarrollando, tales como retrasos, dudas sobre su eficacia e, incluso, reacciones alérgicas o fallecimientos entre voluntarios de los ensayos clínicos.
En este momento, y a la espera de los microdatos del barómetro de noviembre, la tendencia parece clara: el rechazo a la vacuna aumenta, especialmente entre las personas de derechas.
Sabiendo esto, ¿cómo lanzar campañas de vacunación efectivas? La vacuna sólo servirá si muchos ciudadanos están dispuestos a ponérsela, pero ante la desconfianza deben perseguirse las estrategias para convencer a los ciudadanos, sin caer en la denigración de quienes se muestran escépticos (en diversos grados). En este sentido, iniciativas como el ofrecimiento a vacunarse de destacadas figuras públicas, como las del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, o los ex presidentes de EE.UU. Barack Obama, George W. Bush y Bill Clinton pueden ser eficaces en el restablecimiento de la confianza en la vacuna.
Por lo contrario, la deslegitimación basada en la adscripción partidista de las personas y el filtro ideológico podrían comprometer el éxito de la campaña de vacunación y, en definitiva, de la salida de la crisis sanitaria.
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