25 de Noviembre de 2020, 20:42
En las últimas semanas, hemos conocido dos grandes noticias internacionales, procedentes de puntos muy alejados del planeta, que son hitos claros en el avance de la lucha contra el cambio climático y la calidad del aire en las ciudades; y, en concreto, en las políticas de movilidad.
El viernes pasado, el ministro de Medio Ambiente de Quebec, Benoit Charette, anunciaba que a partir de 2035 estará prohibida la venta de vehículos nuevos de combustión en la región canadiense. Este miércoles, fue Reino Unido el que hacía público el adelanto de esta medida a 2030.
España también está a vueltas con la prohibición de la venta de vehículos de combustión, que quedaría incluida en la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que actualmente está pendiente de aprobación en el Congreso. La diferencia es que la fecha que se plantea (2040) es demasiado lejana. Si tenemos en cuenta que la vida media de un vehículo son unos 12 años, eso implicaría que hasta pasado 2050 seguirían circulando por nuestros pueblos y ciudades vehículos movidos por combustibles fósiles.
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]
En un país como el nuestro, en el que el sector de la automoción es un pilar económico fundamental y que tantos puestos de trabajo genera, no nos podemos quedar con una visión cortoplacista por parte del sector y del Gobierno; tenemos que pensar en lo que vendrá.
Vale la pena recordar que, además, los fabricantes de automóviles ya han de cumplir obligatoriamente con la normativa europea sobre emisiones de CO2 de vehículos ligeros (el 95% de los turismos vendidos en un año por cada marca tiene que emitir menos de 95 g de CO2/km), lo que implica que van a tener que producir vehículos eléctricos para que les salgan las cuentas. Por ello, hay que adoptar medidas que lancen las señales adecuadas a favor de las tecnologías que realmente tienen futuro, tanto a nivel global como, también, en el marco de la legislación europea actual.
Un gran porcentaje de los vehículos que se fabrican en España se exportan fuera. Por tanto, tenemos que tener más en cuenta lo que hacen los otros y, en la medida de lo posible, ser valientes y adelantarnos para no quedarnos fuera de juego.
Boris Johnson incluye su propuesta de adelantar la venta de los vehículos nuevos de combustión a 2030 dentro de su programa de 'revolución verde' para relanzar la economía británica, pero parece que aquí no se quiere entender del mismo modo. Mirar hacia el futuro es la forma correcta de proteger el sector.
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Los primeros que lo hagan golpearán más fuerte, adaptarán antes su industria y su mercado. En un país en el que la industria automovilística genera tantos puestos de trabajo y tantas familias dependen de él, tendríamos que empezar desde ya a hacer la transición energética justa, lanzar mensajes claros al mercado y, por supuesto, seguir avanzando en la mejora de la calidad del aire de nuestras ciudades y la consecución de los objetivos climáticos.