Una de las grandes novedades de las próximas elecciones a la Presidencia de Estados Unidos es que, por primera vez, los latinos serán la minoría más numerosa. Según el Pew Research Centre, 32 millones de latinos representarán un 13,3% del electorado. Una cifra que, no obstante, sigue siendo muy inferior a los 60 millones de latinos que viven en el conjunto del país.
En las anteriores elecciones presidenciales (2016), una de las célebres propuestas de Donald Trump fue la construcción de un muro en la frontera entre México y Estados Unidos. Esta estrategia polarizadora e identitaria logró apelar a los sentimientos del votante blanco, que en los estados clave otorgaron una ajustada victoria al actual inquilino de la Casa Blanca.
Frente a la confrontación que Trump emprendió contra las personas de origen latino, y ante la relevancia sin precedentes de esta minoría en las próximas elecciones, cabría deducir que el candidato demócrata Joe Biden tendría garantizado su voto. Además, es muy probable que, tal y como afirmó Jorge Ramos, célebre presentador del canal hispano Univisión, en The New York Times, Biden ganaría la Presidencia si Trump no lograba aumentar las cifras del apoyo latino recibido hace cuatro años.
Sin embargo, las encuestas parecen indicar que Biden lograría un respaldo menor al 66% de los latinos que apoyaron a Hillary Clinton en 2016. Este voto apoyaría en su mayoría a Biden, con un 55%, pero Trump mejoraría considerablemente su posición entre los hispanos menores de 45 años, pasando del 28% en 2016 al 35% en 2020. Muy malas noticias para los demócratas, sobre todo teniendo en cuenta que, hace cuatro años, el voto de los latinos fue determinante para que Trump ganase en estados tan relevantes como Florida, con un margen del 1,4%.
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Además, tal y como resalta The New Yorker en un artículo en el que acusa a Biden de llegar tarde dirigiéndose a los latinos, los cambios demográficos y el creciente número de votantes de este origen pueden resultar determinantes precisamente en estados clave como Carolina del Norte, Wisconsin, Arizona o Texas.
La incertidumbre sobre el voto latino contrasta fuertemente con el afroamericano que, en su amplia mayoría, se identifica como demócrata y cuyo apoyo a Biden se estima que quedará por encima del 90% de los sufragios. Este hecho no se debe a que Biden haya sido vicepresidente de Barack Obama, primer presidente afroamericano, sino a una trayectoria constante desde 1960. Ningún candidato demócrata a la Presidencia ha logrado un apoyo menor al 82% desde Kennedy quien, a pesar de ganar los comicios, obtuvo en 1960 el peor resultado para los demócratas, con un respaldo del 68% de los afroamericanos. Además, desde 1956 ningún candidato republicano ha superado a Eisenhower tras lograr un respaldo del 39% de afroamericanos.
Comparado con éstos, los americanos de origen latino tienden a votar mucho menos en bloque debido a las historias y experiencias tan diversas que confluyen entre los hispanohablantes. La gran diferencia es que los afroamericanos tienen en su gran mayoría un pasado compartido como consecuencia de la esclavitud, el racismo y la discriminación; que lamentablemente sigue todavía presente.
Este pasado y presente que comparten los afroamericanos es muy distinto al de los estadounidenses de origen latino. Sus motivos para emigrar a EE.UU., las experiencias socio-políticas que han vivido sus antepasados en Latinoamérica y la diversidad de culturas de las que proceden están detrás, sin duda, detrás de su heterogeneidad e impredictibilidad a la hora de votar.
Por lo tanto, el gran reto de Trump y Biden es identificar la diversidad de los votantes latinos y, por consiguiente, adaptar su mensaje a las distintas comunidades que conforman este bloque para así lograr una mayoría entre ellos latinos que les pudiera llevar a la Presidencia.
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En esta contienda, según los datos de Advertising Analytics, hasta el mes de junio Trump ha invertido más dinero que su contrincante. Sin embargo, la campaña de Biden ha superado a Trump y, entre junio y septiembre, ha gastado 6,7 millones de dólares en anuncios de televisión en español frente a los 4,9 millones de su oponente. Cabe destacar que se desconocen las cifras sobre la inversión de cada campaña en anuncios digitales, un hecho crucial teniendo en cuenta la demografía latina.
Según las estadísticas de Voto Latino, organización que promueve la participación política entre los latinos e hispanos, el 60% son menores de 33 años, y entre los registrados para poder votar el 40 % es menor de 29. María Teresa Kumar , CEO de Voto Latino, afirmó en una entrevista a Politico Magazine que la mayoría de jóvenes latinos no consume medios de información estadounidense en español, como Univisión o Telemundo, y el gran reto es que los vídeos y mensajes de campaña dirigidos a ellos se reproduzcan por canales digitales.
En este ejercicio de microtargetting electoral no es casualidad que, tal y como señala Los Angeles Times, los anuncios de la campaña de Joe Biden utilicen acentos cubanos o mexicanos, dependiendo de si se reproducen en Florida o Arizona. En este sentido, tal y como se puede observar en los siguientes vídeos, ambos candidatos están realizando una interpretación diferente de la política latinoamericana, intentando adaptarla a su oponente.
En uno de los anuncios de campaña más vistos en español, el equipo de Biden y el super PAC demócrata Priorities USA utiliza la palabra caudillo para establecer explícitamente un paralelismo entre Trump y líderes autoritarios de Latinoamérica. El vídeo expresa que "nuestras familias no vinieron a Estados Unidos para cambiar un caudillo por otro", y concluye con el eslogan refiriéndose a Biden: "No necesitamos un caudillo, necesitamos un caballero".
Además, el vídeo utiliza diversas citas de Trump con el propósito de retratarlo como un presidente autoritario que supone un peligro para la democracia en Estados Unidos. También cabe destacar que Biden ha logrado recabar el apoyo de celebrities hispanos, como Luis Fonsi, Eva Longoria o Ricky Martin, quienes se han implicado en reunir apoyos y fondos para su elección.
En vez de caudillo, la campaña de Trump ha decidido categorizar en sus spots a los demócratas como extremistas. La campaña del presidente utiliza una expresión de Biden en la que afirma que sería "uno de los presidentes más progresistas de la historia" y añade una foto en la que aparece saludando a Nicolás Maduro. Posteriormente, aparecen Fidel Castro, Hugo Chávez y el dirigente izquierdista colombiano Gustavo Petro, concluyendo que "progresista=socialista".
En este contexto, el pasado 12 de octubre la campaña de Trump lanzó en Florida el tour en autobús de Luchadores contra el socialismo. Ahí participó el mediático luchador de artes marciales Jorge Masvidal, quien animó a los latinos presentes a acometer esa lucha apelando principalmente a los de Florida que huyeron de la dictadura cubana. Finalmente, la última baza de Trump para lograr recabar más apoyos entre este colectivo está relacionada con la nominación a jueza del Tribunal Supremo de Amy Coney Barrett. La población latina es más religiosa que la media americana y, con el nombramiento de una jueza católica y pro-vida, Trump trataría de atraer a los votantes hispanos católicos; quienes, según el Pew Research Centre, en la actualidad apoyan a Biden en un 67%.
En conclusión, durante las últimas décadas el voto latino se ha caracterizado por ser el gigante durmiente, y en estas elecciones presidenciales probablemente despierte y sea muy decisivo. La clave de la latinización de la política americana es que las campañas comiencen a identificar la heterogeneidad y diversidad dentro de este bloque de votantes y sean conscientes de que anuncios traducidos al español, sin ningún tipo de microtargetting, o haciéndose fotos comiendo nachos, no bastan para convencer.
Trump no ha construido el muro que prometió y es consciente de que el muro retórico que decidió erguir contra los latinos en 2016 nunca le dará una victoria en este bloque electoral. Pero también sabe que, comparado con los afroamericanos, los latinos son una minoría impredecible; y que para ganar, Biden deberá mejorar los resultados que Hillary Clinton obtuvo en este grupo en 2016. Y eso no será fácil.
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