En 2019, la nueva Comisión Europea situó el 'Green Deal' como el marco general de la política económica de la Unión Europea para el próximo decenio. Basándose en los principios establecidos por el keynesianismo verde promovido por instituciones como el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Unión dirigirá sus esfuerzos de crecimiento hacia una transformación real de la economía a través de inversiones en el ámbito de la economía circular, las energías renovables, la neutralidad en carbono, la eficiencia energética o la biodiversidad. No se trata de un programa de desarrollo sostenible más, sino de un auténtico esfuerzo de transformación que incluye inversiones, reformas regulatorias e incentivos para remodelar la actividad de los agentes económicos. De esta manera, la Unión Europea puede atajar tres problemas al mismo tiempo: los bajos niveles de crecimiento a largo plazo, el riesgo de la desigualdad, y los desafíos del cambio climático.
El Green Deal no trata de establecer un nuevo plan de negocio para la Unión Europea, sino que, tomado en su máxima expresión, supone un verdadero cambio del modelo de negocio, esto es, una transformación en profundidad del modelo productivo.
El esfuerzo supone un cambio estratégico en las bases infraestructurales sobre cómo generamos, transmitimos y gestionamos la energía y los recursos naturales. El objetivo último es avanzar en el desacoplamiento entre el crecimiento y la prosperidad económica y el consumo de recursos naturales. Para ello, no bastará con una serie de inversiones, por muy ambiciosas que sean, sino que supone dar la vuelta al modelo de crecimiento económico que impera en la Unión Europea.
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El reto no es menor y no está exento de dificultades. En primer lugar, los recursos puestos en marcha por la UE, a través del programa 'Invest-EU', o el componente climático de programa 'Next Generation', son ingentes, pero necesitarán también del concurso de la inversión privada y de la inversión y los esfuerzos de los estados miembros. Por otro lado, muchos de los procesos de transición ecológica que están diseñados en la estrategia del Green Deal requerirán de una especial atención a aquellos sectores y territorios que puedan verse perjudicados por el cambio. Por ello, es muy relevante que la Unión haya acompañado sus planes de transformación con una estrategia de transición justa que, parafraseando a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, no "dejen a nadie atrás".
El Green Deal no marca una dirección a una sociedad exenta de contradicciones: debemos ser realistas en torno a su alcance y posibilidades; pero, al mismo tiempo, debemos aprovechar la palanca de cambio que representa para avanzar no sólo en la descarbonización de la economía, sino también en la promoción de una prosperidad compartida, no sólo para la ciudadanía europea, sino también para el conjunto del planeta. La UE sigue siendo, con todo, un gigante económico en la escena internacional y, si el sector privado acompaña, tiene una oportunidad de oro para liderar una transformación global.
La puesta en marcha de financiación no será suficiente: requeriremos importantes esfuerzos en materia de innovación sostenible, remodelación de la gobernanza económica (en la que ya se están dando pasos, con la integración de los principios del Green Deal en el marco del Semestre Europeo) y la transformación de la gestión y orientación del sector privado, que debe pasar de la generación de valor para los accionistas (el famoso shareholder value) a la generación de valor social (stakeholders value, en palabras del Foro Económico Mundial). Muchas empresas lo han entendido ya y están generando un entorno de cambio corporativo que parece, a fecha de hoy, lo suficientemente prometedor como para pensar que no se trata de la penúltima operación de relaciones públicas.
[Escuche el podcast de 'Green Deal. La oportunidad de Europa': ¿Cuáles son los incentivos económicos del Green Deal?]
La situación de crisis inducida generada por la pandemia del coronavirus no ha hecho sino reafirmar la necesidad de esta estrategia de crecimiento, que debe insertarse en un nuevo pacto social. Existe, no lo olvidemos, el riesgo de que las urgencias de la crisis económica aparquen temporalmente la estrategia, como ya ocurrió con la malograda Estrategia 2020 de la Unión Europea, o con la Estrategia de Lisboa. Pero la vigencia de los objetivos climáticos y las demandas de una reconstrucción más justa y sostenible deben mantenerse en el debate económico y social que mantendremos en los próximos meses. Si logramos mantener el Green Deal en la agenda económica de la UE y avanzar en sus objetivos, estaremos a las puertas de una revolución basada en la prosperidad sostenible y compartida. Si la aparcamos por las urgencias de cortísimo plazo o por dejadez de los liderazgos, estamos condenados a una larga etapa de crecimientos mediocres, ruptura de la cohesión social y un creciente número de problemas ambientales.
En definitiva, los cambios que se están produciendo pueden contribuir a avanzar en la dirección y el sentido correctos para asegurar un futuro para nuestra generación y las próximas. El reto que tenemos por delante es garantizar que los cambios se producen al ritmo adecuado y sin dejar a nadie atrás. No es un reto menor, pero el viento sopla en la dirección correcta y debemos aprovecharlo.
(Este análisis forma parte del proyecto Green Deal. La oportunidad de Europa, producido por Funcas y Agenda Pública con el apoyo de Hablamos de Europa)