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El desafío demográfico y la cohesión territorial en el Nuevo Pacto Verde de la UE

Elena Cebrián Calvo

23 de Octubre de 2020, 23:01

El Nuevo Pacto Verde es la apuesta de la UE para lograr la neutralidad climática, ganar en calidad de vida y proteger nuestros entornos naturales. Trata de articular una respuesta conjunta ante el cambio climático, con el fin de cumplir el Acuerdo de París e impulsar un nuevo paradigma económico que redunde en mayor bienestar y protección de los recursos naturales.

Tanto la Comisión Europea en sus propuestas, como su presidenta Ursula von der Leyen en su discurso sobre el Estado de la Unión 2020, han insistido en que el Pacto Verde no puede dejar a nadie atrás. Y ésta será una de las condiciones para que despliegue todo su potencial: que la transición hacia modelos de producción y consumo descarbonizados sea justa e inclusiva; que nadie, ni ningún territorio, queden rezagados. En otras palabras, el impulso transformador y los beneficios de dicha transformación deben llegar a todas las personas y a todos los territorios, en coherencia con el artículo 174 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE), que sienta los principios de la cohesión económica, social y territorial de la Unión Europea.

Bajo esta premisa, la UE plantea el mecanismo de transición justa para apoyar a los sectores, regiones y trabajadores más afectados. Préstamos e inversiones destinadas a paliar los efectos del cierre de una mina, de una central térmica o la reconversión de industrias intensivas en carbón. Sectores, poblaciones, comarcas o regiones enteras que deben reorganizar desde las cenizas su sistema productivo y reconvertir a sus trabajadores. Sin duda, un esfuerzo inversor y social de primer orden.

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Pero no debemos olvidar otras "geografías del descontento", usando la expresión del profesor Rodríguez-Pose. Hay territorios que se han sentido abandonados o malentendidos por las políticas públicas, donde los sectores agrarios tradicionales han sufrido un ajuste estructural que ha expulsado a miles de personas y que, con mucho esfuerzo, encuentran alternativas de diversificación en el turismo, la gastronomía o el comercio. Aún quedan pueblos y casas desconectadas de internet; en los que las grandes infraestructuras no siempre fueron la respuesta a sus necesidades de transporte. Hay personas que temen perder sus raíces y recuerdos, cuando ven marcharse a sus jóvenes. Hay ciudades cuyos indicadores poblacionales –y de concentración económica– crecen sin parar; pero que tampoco son capaces de ofrecer condiciones de bienestar y calidad de vida, menos aún en tiempos de pandemia.

Estos territorios, y las personas que allí viven, han de sentir que el Nuevo Pacto Verde de la UE también es una oportunidad para ellos. No se limita a una cuestión de número, de cuántos viven aquí o allá, sino de garantizar el acceso a servicios públicos y la igualdad de oportunidades. Se trata de la cohesión, como principio fundacional de la Unión Europea.

Para desplegar todo su potencial, habrá que convertir el Pacto Verde en un acicate transversal, un conector de las otras grandes políticas de la UE que inciden sobre el territorio, desde la Política Agraria Común (PAC) a la regional, desde la política de la competencia a la de investigación. Enfocar hacia los objetivos y beneficios de una economía verde, y que estos se distribuyan por todo el territorio.

[Escuche el ‘podcast’ de 'Green Deal. La oportunidad de Europa': ¿Qué ganamos con el Green Deal?]

En ese tránsito hacia modelos de producción, consumo, ocio o transporte bajos en carbono debe haber espacio para dar soluciones a los desafíos de la despoblación, el envejecimiento y la pérdida de talento joven, y sus efectos de abandono, exclusión o pérdida del patrimonio natural y cultural. Soluciones basadas en la funcionalidad de los territorios, adaptadas a sus necesidades y a su vulnerabilidad ante el cambio climático; y que, al tiempo, sean capaces de reforzar su atractivo para quedarse o instalarse. Ese despliegue transversal, para que llegue a todos los territorios de la Unión y a todas las personas, ha de reflejarse en los presupuestos y en las actuaciones de inversión o financiación comunitarias.

El Nuevo Pacto Verde debe impulsar una mejor conectividad física, digital y humana de estas geografías, para que las nuevas industrias y sectores eficientes lo sean en todo el territorio y la generación de empleo asociado, una realidad. Y aspirar a que la nueva Bauhaus anunciada por la Comisión favorezca la producción cultural, musical y artística también en nuestros pueblos y ciudades más pequeñas; que cuide a las personas y su identidad, su vinculación con el paisaje y las tradiciones.

Estamos ante una movilización histórica de fondos. El compromiso entre todas las administraciones y con los agentes sociales y económicos debe ser firme, y las actuaciones ágiles y efectivas. Se han generado muchas expectativas, y no todas podrán ser respondidas. La inteligencia colectiva necesaria para lograrlo habrá de pasar por una estrecha coordinación y colaboración entre administraciones, basada en la lealtad y en el acuerdo sobre objetivos comunes, como pretendemos reflejar en la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico. También por una agilización de los procedimientos y trámites, que permita absorber los fondos sin minar las garantías administrativas, ambientales o sociales. Porque lo importante no son los fondos en sí, sino los objetivos transformadores que persiguen. No se trata de poner el apellido verde o sostenible en los documentos justificativos de las inversiones; se trata de hacer las cosas de manera diferente, de innovar. Una innovación que no puede quedarse en lo tecnológico, energético o productivo, sino que también debe ser social y territorial.

Es crucial evitar la desafección. Las grandilocuentes palabras e intenciones del Pacto Verde tienen que ser comprensibles, aplicables y tangibles para todas las personas independientemente de su edad, formación o lugar de residencia. Han de llegar a las pymes, a las cooperativas, a las administraciones locales y autonómicas, y a las asociaciones de desarrollo local y rural en sus múltiples formas; con medidas de acompañamiento y asesoramiento. Hay que educar, formar e informar. Educación en sentido amplio, que recupere el sentido de Europa, una Europa que se construye también desde aquí, desde nuestras ciudades y, sobre todo, desde nuestros pueblos.

Por último, será fundamental el cambio tecnológico inducido por el Nuevo Pacto Verde en renovables, eficiencia, movilidad o digitalización. Pero para que ello sea verdaderamente transformador, deberá venir acompañado de un cambio social, un cambio en valores y en visiones, más colectivo e inclusivo, más de comunidad y menos de individuos. En definitiva, menos Titanic y más arca de Noé.

(Este análisis forma parte del proyecto ‘Green Deal. La oportunidad de Europa’, producido por Funcas y Agenda Pública con el apoyo de ‘Hablamos de Europa’)

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