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Cómo favorecer desarrollos urbanos con alto valor social

Salomé Herce Lerma

16 de Octubre de 2020, 20:28

Debido a la pandemia, has reducido tus visitas a casa de tus padres, ya mayores, aunque hablas con ellos casi a diario. Hoy luce el sol, así que les convences para que les dé el aire, y quedas con ellos en una plaza próxima a su casa; mejor veros al aire libre que en casa, aunque tenga que ser con mascarilla y distancia… Cuando llegáis al punto de encuentro, descubres que en esa plaza, que ha estado en obras para peatonalizarla durante muchos meses, ya no hay ningún banco donde sentaros. También observas que hay pocos árboles que aporten sombra. Decidís pasear, pero las aceras del barrio son demasiado estrechas. El coche es el gran protagonista de todas las calles. Ningún espacio te brinda la comodidad necesaria para disfrutar de forma tranquila y sosegada de la compañía de tus padres.

Imaginemos otra situación. Acabas de cumplir 15 años y sales de casa camino del instituto. Es el primer día que vas a hacer ese trayecto con tu flamante nueva bicicleta, que te han regalado por tu cumpleaños. Esquivas peatones, coches, autobuses… A los pocos minutos, y tras varios giros complicados, decides que será el último día. Nunca pensaste que sería tan difícil moverse en bici por tu ciudad.

Y una más, por seguir jugando a la empatía. Parece que por fin vuelve a haber movimiento en ese edificio antiguo abandonado durante tantos años. ¿Qué irán a hacer ahí? En la calle se comenta que abrirá una conocida cadena de supermercados. Sin embargo, pronto recibes en tu buzón una invitación del Ayuntamiento para animarte a formar parte de un proceso participativo y tomar parte de las decisiones que afecten al uso de ese espacio. Un año más tarde, parece mentira que sea una realidad el nuevo mercado, ¡con la falta que hacía tener comercios y dar empleo en el barrio!

[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]

Éstos son solo algunos ejemplos de cómo los desarrollos urbanos, según cómo estén planteados, pueden afectar al empleo y crecimiento económico de una zona, a la salud y bienestar de sus habitantes, a la calidad del medioambiente e incluso a la solidez y cohesión social de la comunidad.

El valor social implica, por tanto, todos los beneficios sociales, ambientales y económicos que se aportan a la sociedad: a los residentes de una zona, visitantes, empresas y, en definitiva, a todos los usuarios potenciales. A menudo, este valor en un proyecto urbano se asocia únicamente a la fase de construcción, por su evidente generación de empleo, pero debe ser algo mucho más amplio, que abarque todo el ciclo de vida de un proyecto.

Resultados y oportunidades del valor social

"El entorno construido es un elemento clave en el desarrollo de las comunidades que lo habitan y en la regeneración y protección del entorno natural del que forma parte", sostiene el arquitecto y urbanista Bruno Sauer, director general de Green Building Council España (GBCe). Esta entidad, referente en edificación sostenible en nuestro país, ha publicado recientemente una guía introductoria para ayudar a las autoridades locales y equipos de desarrollo a mejorar los resultados sociales de sus proyectos. Su conclusión es clara: el análisis del valor social de los nuevos desarrollos urbanos generará entornos más prósperos y sostenibles.

Según el informe 'El valor social en los desarrollos urbanos', el primer paso para comprenderlo es reconocer la importancia del contexto local. Residentes, negocios, gestores de edificios e instalaciones, contratistas y subcontratistas, equipos de desarrollo, Administración local, responsables de planeamiento e inversores y gestores de activos tienen sus propias motivaciones, pero con el interés común de conseguir proyectos de alta calidad que beneficien a las comunidades que los habitan.

La guía ofrece una serie de propuestas para obtener resultados sociales positivos en tres grandes ámbitos: empleo y crecimiento económico; salud, bienestar y medioambiente; y solidez de la comunidad.

En cuanto a la generación de empleo y al crecimiento económico, es indudable que los proyectos urbanos brindan una oportunidad para impulsar la economía local y la estabilidad de la población. Sin embargo, si no se conocen las necesidades locales en esta materia, se pueden perder estas oportunidades e incluso obtener resultados contraproducentes. Por ejemplo, una peatonalización mal planificada de una zona comercial puede conllevar un proceso de gentrificación que termine perjudicando al barrio. Algunas de las propuestas del informe de GBCe en este ámbito pasan por trabajar con agencias de contratación locales y entidades del tercer sector que ayuden a que el crecimiento sea inclusivo, dando prioridad a los residentes y a la población vulnerable, a interactuar con la cadena de suministro local, a identificar las partes de las obras que puedan ser ejecutadas por pymes y empresas sociales, a incluir la conservación de los negocios de la zona ya existentes como un resultado positivo requerido o a garantizar que haya espacios asequibles para negocios locales ya existentes y esenciales.

Respecto al segundo ámbito, la pandemia de la Covid-19 ha hecho evidente lo que ya sabíamos: la influencia de nuestro entorno construido en la salud y el bienestar de las personas. El acceso a servicios sanitarios es vital, como también lo es la calidad de nuestro entorno urbano y su conexión con la naturaleza o disponer de espacios para la comunicación. En este sentido, la guía da una serie de pautas para garantizar la buena accesibilidad y las conexiones con transportes sostenibles, edificios e infraestructuras resilientes al cambio climático, espacios verdes y públicos de calidad, la buena salud mental y física, la calidad saludable del aire, limitar el uso de recursos y gestionar adecuadamente los residuos.

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Por último, el tercer pilar que sostiene el valor social en los desarrollos urbanos alude a la solidez de la comunidad. Cientos de ejemplos en nuestro entorno nos demuestran que un proyecto urbano puede fortalecer la vida comunitaria, si bien también pueden ser causantes de graves problemas. ¡Cuántas veces hemos visto ejemplos de arquitectura de calidad con una función teóricamente beneficiosa para el lugar pero que, en realidad, dan la espalda al barrio, al entorno y la comunidad que lo habita!

Manos a la obra, nunca mejor dicho

Como veíamos en los ejemplos del principio, un proyecto urbanístico, tanto de nuevos desarrollos como de reforma urbana, solo tendrá éxito a largo plazo si resulta útil a las partes interesadas locales. Por eso, cuanto mayor sea el grado de participación de los agentes locales, mayor será la probabilidad de obtener buenos resultados de valor social. Las conversaciones para favorecer la colaboración deberían comenzar desde las fases iniciales de diseño, inversión y planificación, y continuar durante todo el ciclo de vida del proyecto y su explotación. En una escala in crescendo, el grado de implicación sería: informar < consultar < involucrar < codiseñar < empoderar.

El reto es superar las barreras que existen a la hora de impulsar el valor social en un nuevo proyecto y lograr aportar un enfoque sostenible a nuestro entorno construido, que ponga a las personas y comunidades en el centro. Si lo conseguimos, además de promover comunidades más prósperas y saludables, estaremos ofreciendo también una oportunidad de negocio más atractiva y viable.

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