No se ha repetido el escenario de 2016, cuando el referéndum de reforma constitucional propuesto por Matteo Renzi se acabó centrando en su liderazgo, y en este sentido Giuseppe Conte puede sentirse aliviado. En efecto, el sí a la reducción de parlamentarios ha obtenido el 69,6% de los votos y el no apenas el 30%, siendo de interés constatar que el sí ha logrado un resultado más abultado en las regiones del sur, en algunos casos con porcentajes cercanos al 80%, mientras que en el centro y en el norte la media ha estado en el 65%. No obstante, la abstención (45,2%) y el no irrelevante porcentaje de votos negativos señalado reflejan desde cierto descontento cívico hasta divisiones internas en los partidos. Por lo demás, haber mezclado las elecciones regionales parciales y este referéndum tampoco ha contribuido a dotar a este último de una especial relevancia. Y es que, al final, el cambio constitucional introducido es relativamente menor, al limitarse a eliminar 230 diputados sobre 630 y 115 senadores sobre 315.
En realidad, los argumentos de los defensores del
sí han sido un tanto endebles: 1)
el ahorro será poco relevante, del 5,5% en la Cámara Baja y del 5,3% en el Senado, 53 y 29 millones de euros anuales respectivamente, el 0.01%; si bien no puede negarse al recorte cierto valor pedagógico (la
casta no es intocable); 2) la
racionalización del trabajo parlamentario y un mayor
eficientismo no toman en consideración
la sobrecarga que ahora se producirá en las comisiones, al reducirse el número de representantes; 3)
está por ver que menos parlamentarios 'prestigien' más las cámaras o, incluso, las refuercen frente a los aparatos partidistas, y 4) al ser una reforma limitada resulta realista, tal vez el argumento más plausible.
Por el contrario, los argumentos de los adversarios de esta reforma han sido, en principio, más sólidos (en particular, fue muy crítico el manifiesto de 183 reputados constitucionalistas por el
no): 1) el ahorro es insignificante, y en esta dimensión hubiera sido
mucho más eficaz recortar el tan elevado sueldo a todos los parlamentarios sin alterar su número; 2) se agravarán los desequilibrios entre poderes puesto que el recorte de parlamentarios
beneficiará al Ejecutivo, sometido a menos posibilidades de control, y obligará a agrupar comisiones legislativas ( las que aprueban las
leggine), que perderán capacidades; 3) se reducirá la representación de los ciudadanos, al pasarse de un diputado por 96.000 habitantes a uno por 151.000, y en el Senado a uno por cada 101.000 habitantes, con
claro perjuicio para las regiones menos pobladas (por ejemplo, Umbria, Basilicata o Molise); 4)
perjudicará a partidos pequeños que puedan tener un cierto resultado nacional apreciable, pero queden excluidos territorialmente; 5) afectará a la forma de elección del presidente de la República, del Consejo Superior de la Magistratura y del Tribunal Constitucional; 6)
podría reforzar las pulsiones populistas anti-parlamentarias, todo un síntoma de la devaluación de la democracia representativa, y 7) ni reducirá el poder de los aparatos
partitocráticos ni las presiones corporativas de los grupos de interés.
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En suma,
el mero recorte de parlamentarios no servirá de mucho si no se reforma la ley electoral (parece que hay un principio de acuerdo al respecto),
si no se cambian los reglamentos parlamentarios y si no se supera el bicameralismo paritario. Este referéndum se ha hecho porque el M5S ha conseguido en este caso imponer su criterio, hasta el punto de que al final arrastró nada menos que al 97% de los parlamentarios a favor del recorte. Por tanto, el apoyo
formal de los partidos a esta reforma fue enorme y, en este sentido, el resultado final del referéndum le ha permitido al M5S relativizar su muy endeble resultado en las elecciones regionales.
Pero esto no puede ocultar las profundas divisiones que se manifestaron en el seno de casi todas las formaciones. En las tres regiones en las que ha ganado el centro-izquierda, liderado por el Partito Democratico (PD) y con el M5S concurriendo en solitario, los resultados no han podido ser más decepcionantes para ésta última formación: 6,4% en Toscana, 10% en Campania y 11,1% en Apulia. Por el contrario, el hecho de que el centro-izquierda haya aguantado indica que
la estrategia de Nicola Zingaretti, secretario general del PD, ha sido bastante eficaz y que no es tan evidente que las tres derechas pudieran tener al alcance de la mano la alternancia en el Gobierno central.
Para el PD se ha tratado de una reforma incómoda porque, en su momento, estuvo en contra (para no hacerle el juego a la anti-política de
Beppe Grillo), aunque al formar después Gobierno con el M5S modificaría su criterio. Zingaretti siempre ha añadido que esta reforma se quedará coja si no se cambia a fondo la normativa electoral, cuestión aún abierta. No todo su partido compartió sumarse al final al recorte de parlamentarios y Romano Prodi (independiente más o menos próximo al PD) se pronunció claramente en contra.
Aunque las derechas apoyaron el recorte, la tentación de votar en contra para castigar al Gobierno fue muy alta: oficialmente, Matteo Salvini y Giorgia Meloni defendieron el
sí, mientras que Silvio Berlusconi llegó a desmarcarse. No obstante,
los resultados no reflejan fugas significativas del electorado conservador con relación a la posición oficial de sus partidos.
En definitiva, el resultado de este referéndum es inequívoco y debiera ser el primer paso para agilizar los mecanismos parlamentarios italianos, pero dada la complejidad de las conflictivas relaciones entre los partidos de ese país y la lentitud operativa a la hora de implantar reformas de calado, no está claro si permitirá efectivamente abordar a continuación cambios políticos más ambiciosos o se quedará en un paso modesto.