10 de Septiembre de 2020, 21:31
Este análisis ofrece algunos apuntes sobre cómo el coronavirus ha podido y puede impactar en el inicio del curso político en Cataluña a partir de los datos del último barómetro del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), publicado a finales de julio, y con la voluntad de dibujar un mapa que nos oriente en los próximos meses en la complejidad política de la Cataluña pandémica.
Resulta evidente que en los últimos meses la gestión de la crisis de la Covid-19 ha monopolizado el debate público en Cataluña ¿Esto significa que hayamos vivido un relajamiento del conflicto político? Nada más lejos de la realidad. Durante los meses más duros de la pandemia, vimos cómo la mitad del Govern polarizaba con el Gobierno central alrededor de esa gestión. Quim Torra fue uno de los críticos principales de marzo a junio. Las ruedas de prensa de la Generalitat, especialmente las de su presidente, cargando contra las medidas que tomaba el Gobierno central y contraponiéndolas a lo que Cataluña habría hecho si hubiera mantenido sus competencias durante el estado de alarma, fueron la tónica general.
Por su parte, el Gobierno central apostó por una centralización competencial y de las actuaciones para contener la pandemia que soliviantó a muchos presidentes autonómicos, dañando la cooperación entre administraciones. El resultado fue que el conflicto nacional que vive Cataluña desde hace más de una década mutó en una confrontación competencial sobre la gestión de la crisis entre los dos ejecutivos. Esta confrontación se percibe con claridad en la última encuesta del CEO. En ella, la Generalitat obtiene mejor calificación que el Gobierno central en la gestión de la pandemia: 5,36 vs. 4,4 de nota media.
No obstante, las valoraciones están muy marcadas por la polarización nacional existente: los electores independentistas valoran mucho mejor al Govern que los no independentistas y los votantes de la coalición entre socialistas y comunes hacen lo propio con el Gobierno central, castigado en las valoraciones por los electores de JxCAT y de la CUP.
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Sin embargo, esta lógica de confrontación política de carácter territorial no puede ocultar los cambios que se han producido en la opinión pública catalana durante la crisis de la Covid-19. Los más importantes se han dado en las preocupaciones de la ciudadanía y en sus preferencias redistributivas. En los últimos años, los dos principales problemas que se habían alternado en la primera posición eran las relaciones entre Cataluña y España (es decir, la cuestión nacional) y la insatisfacción política.
El impacto de la pandemia ha alterado completamente este estado de cosas. La primera preocupación de los catalanes y las catalanas en el barómetro de julio es la sanidad. En esta categoría se incluyen cuestiones relacionadas con el virus, la atención hospitalaria o la mejora de las infraestructuras sanitarias, y ha pasado de la cuarta posición que ocupaba en el anterior estudio (de marzo), con un 14,8% de las respuestas, a la primera, con un porcentaje del 40,9%; una subida de más de 25 puntos.
Queda claro que la primera preocupación en Cataluña es el virus. Pero no sólo hemos observado este cambio. Las de carácter económico también han subido con fuerza: la referida al funcionamiento de la economía catalana ha pasado del 11,5% al 18,3%. La contraparte a estos cambios es el descenso, de entre seis y cinco puntos, de los problemas vinculados a las relaciones entre Cataluña y España y a la insatisfacción política, que se sitúan actualmente en un 29% y un 29,8% respectivamente.
Para seguir fijando las coordenadas del nuevo curso político, es conveniente mencionar el amplio apoyo con el que cuenta una salida redistributiva de la crisis económica y social del coronavirus: un 35,5% de los encuestados afirman que un rescate a fondo perdido de familias y empresas sería una actuación prioritaria para responder a la crisis de la Covid-19. La segunda opción es un incremento del gasto social, que obtiene un 25,3% de las respuestas. Las actuaciones vinculadas a dar créditos a las empresas o a pagar las facturas relacionadas con la gestión de la crisis obtienen, respectivamente, el 17,6% y el 12,9%.
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Estas preferencias corren paralelas a la defensa de que el Govern debiera tomar medidas para reducir la desigualdad de ingresos en Cataluña: un 79,8% se muestra de acuerdo o muy de acuerdo, mientras un 61,6% cree que no se deben bajar impuestos si esto comporta una reducción de los servicios y prestaciones públicas. A todo esto debemos añadir la mayor negatividad en las valoraciones sobre la situación económica catalana y sobre las perspectivas de futuro. Esta serie de cambios puede llevar a que el eje socioeconómico entre en campaña con más fuerza que en los últimos dos comicios, que se centraron única y exclusivamente en la cuestión nacional.
Más allá de preferencias vinculadas directa o indirectamente con el virus, este barómetro nos muestra también dos cuestiones interesantes para acabar de componer un mapa del inicio de curso político en la Cataluña pandémica: la primera es la evolución de los indicadores asociados al conflicto nacional, y la segunda, los cambios en la estimación electoral.
En relación con la primera cuestión, algunos datos empiezan a mostrar un cierto agotamiento del procés: las preferencias por el Estado independiente son las más bajas desde 2012. Actualmente, poco más de un tercio de los encuestados se inclina por que Cataluña sea un Estado independiente, el valor más bajo desde el barómetro de octubre de 2013, cuando alcanzó su máximo (48,5%). Además, cuando preguntamos directamente si el encuestado prefiere una Cataluña independiente o no, el no se sitúa en su valor más alto desde que hay serie histórica, con un porcentaje del 50,5%.
Por otra parte, si analizamos la estimación electoral que nos da el barómetro en cuanto a bloques nacionales, el independentismo suma un 47,9% de los votos (la suma de ERC, JxCAT y la CUP), la misma cifra que en 2017. Ni la situación de los presos, ni el bloqueo en la salida del conflicto político ni la confrontación por la gestión de la pandemia permiten al soberanismo optar a más del 50% de los votos en este momento. Parece que el movimiento no crece electoralmente y ha iniciado un cierto retroceso.
No obstante, el independentismo es el único proyecto en Cataluña que puede ser mayoritario y articular mayorías de gobierno a su alrededor. El resto de las opciones sencillamente no puede. Existe, por lo tanto, una estabilidad entre los bloques nacionales y los únicos movimientos que se producen, como veremos en el siguiente punto, son intra-bloques.
Pero que el independentismo viva un estancamiento electoral no quiere decir que no se estén produciendo movimientos en la estimación electoral sobre unas hipotéticas elecciones al Parlament. Si a lo largo del año pasado ERC dominaba en todas las estimaciones, a gran distancia de su competidor principal, JxCAT, en esta ocasión se da un empate técnico entre ambas, que se disputarían la victoria en las próximas elecciones. En los últimos meses, JxCAT ha recortado distancias con los republicanos hasta situarse los dos, según este último barómetro, en alrededor de 33 escaños, aunque con ERC ligeramente por encima. Los republicanos obtienen un 22,1% del voto y entre 33 y 34 escaños, mientras JxCAT lograría un 20,9% y entre 32 y 33 escaños.
La tercera plaza la obtendría el PSC, con 24 escaños y un 17% del voto, sorpassando a Ciudadanos que, con un 14,4%, se situaría con 19 diputados. Los socialistas se quedarían, de esta forma, con una parte importante del voto ciudadano, aunque lejos de ser una alternativa real para ganar los comicios. La quinta plaza volvería a ser para los comunes con un 8,2% de estimación y entre nueve y 10 escaños, y empatados en sexto lugar encontramos al PP y a la CUP, con una horquilla de entre seis y siete escaños para cada uno. Cerraría la representación parlamentaria Vox, con un 4% del voto y entre tres y cuatro escaños.
En todas las encuestas realizadas hasta la fecha, la participación en Cataluña caería del orden de 10/12 puntos. Las diferencias entre los socios de Gobierno se estrechan y el PSC se consolida claramente por encima de Ciudadanos. Ambos factores pueden generar cambios en las líneas estratégicas de las principales formaciones catalanas, aunque difícilmente se pueda hablar de gobiernos alternativos si no cuentan con el concurso de ERC y del PSC, partidos que hoy en día luchan por ser la alternativa de futuro desde diferentes bandos, tal y como han mostrado las dos últimas elecciones generales.
Sin embargo, hay una serie de factores que pueden cambiar y alterar aquí dibujado. La evolución de la pandemia y su gestión, ahora en manos de la coalición de gobierno independentista, puede afectar las expectativas electorales de estos dos partidos. Los rebrotes y su impacto en ámbitos como el sanitario, el educativo, el laboral o el económico influirán directamente en el electorado. El virus sigue entre nosotros y es imposible sacarlo de la ecuación hasta que encontremos una vacuna.
Además, las luchas internas entre ambas formaciones y en el seno del espacio postconvergente pueden también desmovilizar a su base electoral, inundada de proclamas unitarias mientras presencian una competición política por el poder. Pero no sólo estos factores más endógenos al movimiento independentista pueden afectar electoralmente: hay otros, como el grado de apoyo que logre obtener el Gobierno central en Cataluña, que sustenta parte de las expectativas electorales de socialistas y comunes; el aumento de la oferta partidista, con la aparición en escena de las escisiones de JxCAT (PDeCAT, PNC); o la crisis económica y social provocada por la pandemia y los movimientos sociales que pueda generar o fortalecer, y cómo esto acaba introduciendo con más fuerza el eje socioeconómico en la campaña.
Por último, es necesario mencionar algunos de los efectos que estas coordenadas que hemos dibujado pueden tener sobre la política española. El devenir político catalán influirá directamente en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, tanto si son apoyados por ERC como si no, o si el PDeCAT entra en la ecuación y parte del soberanismo de derechas se apunta al juego de la gobernabilidad.
También desempeñará un papel la dirección de la legislatura y la cohesión del Gobierno central, así como la agenda gubernamental que despliegue; y si la Mesa de Diálogo entre gobiernos pasa de ser una foto simbólica de los dos ejecutivos a convertirse en un instrumento real para empezar a asentar la base de un salida acordada y democrática al conflicto que dote de estabilidad política al conjunto del Estado. En definitiva, un curso en el que a la aceleración constante de la política catalana se le suma la presencia de la pandemia, dibujando más incógnitas que certezas.
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