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Las cuentas de Michelle Bolsonaro

Magna Inacio, Carolina Guerrero Valencia

27 de Agosto de 2020, 17:42

La pregunta ¿Presidente Bolsonaro, por qué su esposa Michelle recibió 89.000 reales de Fabrício Queiroz? (Presidente @jairbolsonaro , por que sua esposa, Michelle, recebeu R$ 89 mil de Fabrício Queiroz?) se volvió viral el domingo en Twitter llegando a ser el asunto más discutido en la red social en Brasil.  La polémica se generó luego de que un periodista de O’ Globo le preguntara al presidente por la participación de la primera dama, Michelle Bolsonaro, junto a más miembros de la familia del presidente en un caso de malversación de fondos y el presidente respondiera violentamente, incluso amenazándolo de querer darle puñetazo en la boca. 

El caso investigado es conocido como Rachadinha que consistió en confiscar los salarios de las personas contratadas por los parlamentarios para sus oficinas del Congreso. La Fiscalía de Río de Janeiro está investigando al hijo del presidente, Flávio Bolsonaro, quien fue el beneficiario de estas confiscaciones encabezadas por su asesor Fabrício Queiroz. Las transferencias de dinero de Queiroz a Michelle Bolsonaro, que aún no se investigan, acercan aún más el escándalo al palacio presidencial. La primera dama no solo juega un rol en la vida personal del presidente, sino que también en su vida pública, imagen y trayectoria política.  

Los hechos investigados sobre la familia de Bolsonaro ocurrieron antes de que el fuera electo presidente de Brasil. Sin embargo, las posibles consecuencias judiciales, políticas y el impacto en la opinión pública se evidencian ahora y se personalizan directamente en la fuerte figura presidencial. Este tipo de acusaciones se han convertido en la gran pesadilla del presidente desde el inicio de su gobierno, lo que le ha llevado a reaccionar agresivamente no solo contra la prensa, sino también contra las autoridades ante las investigaciones que podrían llegar a su familia y simpatizantes más leales. En abril, el ministro Sergio Moro, líder de los movimientos anticorrupción, salió del gobierno acusando al presidente de presionarlo para que interfiriera con la policía federal para proteger a su familia.

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Todo estas acusaciones ocurren en un contexto donde la aprobación presidencial había aumentado, según una encuesta de Folha del 14 de agosto, luego de meses de agitación política causada por la postura presidencial de enfrentar al Congreso y al Poder Judicial y su inacción durante la pandemia del covid-19. El aumento de la popularidad es reflejo de su estrategia de dar más espacio a los militares y partidos aliados en el centro del gobierno y mantener discretamente a su familia detrás de las cortinas del escenario político.

En Brasil, históricamente, la figura de la primera dama no ha sido tan relevante en comparación con otros países de la región, en donde la participación de las primeras damas latinoamericanas en política ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. Algunas de ellas han implementado políticas públicas, viajan en representación del Estado y han incursionado en la arena electoral en cargos de elección popular después de dejar su cargo. En la mayoría de los países latinoamericanos, la primera dama cuenta con un despacho especial dentro de la presidencia institucional que entrega apoyo técnico y político a su labor

El cargo de primera dama tiene la particularidad de no ser electo y no tener ningún tipo de rendición de cuentas, ya que no existe oficialmente como tal a diferencia de un ministro o un asesor gubernamental, cuyas funciones y posibles sanciones se encuentran especificadas en la legislación de los países. Sin embargo, esto no impide que puedan ser foco de escándalos o investigaciones judiciales. Por ejemplo, en agosto de 2019,  Rosa Bonilla, ex primera dama de Honduras 2010-2014 durante el mandato de su esposo Porfirio Lobos, fue sentenciada a 58 años de prisión por corrupción por tres delitos de apropiación indebida y ocho de fraude a título de autora en perjuicio del Estado de Honduras. En marzo de 2020, la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia ordenó repetir el juicio contra la ex primera dama ya que supuestamente hubo errores de forma y fondo en la causa por la cual fue procesada. Actualmente se encuentra a la espera del nuevo juicio. 

Lamentablemente el análisis en perspectiva comparada evidencia que las acusaciones de corrupción que involucren a familiares, particularmente a las esposas de los presidentes latinoamericanos, están lejos de ser un caso aislado. En 2019, siete primeras damas fueron investigadas en casos de corrupción: Ana García Carías, primera dama de Honduras desde 2014, esposa de Juan Orlando Hernández , fue investigada por corrupción; Sandra Torres, ex primera dama de Guatemala entre 2008-2012 y ex candidata presidencial, está acusada de financiación ilícita de campaña; Ana Ligia de Saca, ex primera dama de El Salvador 2004-2009, es acusada de lavado de dinero; Vanda Pignato, ex primera dama de El Salvador 2004-2009, está con arresto domiciliario desde 2019 a la espera del juciio; en Perú, Nadine Heredia, ex primera dama 2011-2016, es investigada por los presuntos delitos de colusión agravada y asociación ilícita para delinquir en organización criminal  y Keiko Fujimori, ex primera dama 1994-200, y candidata presidencial, fue liberada de la prisión preventiva en marzo de 2020, pero sigue siendo investigada por delitos de lavado de dinero. 

Otros casos si bien no se han judicializado, si han tenido gran relevancia pública. Por ejemplo, en 2014, en México explotó el escándalo mediático conocido como "la Casa Blanca", tras el cual la primera dama Angélica Rivera, salió a dar explicaciones por la adquisición de una millonaria mansión al Grupo Higa con quien el gobierno tenía 22 contratos vigentes. En el actual período democrático de Brasil, al menos un caso de escándalo de corrupción afectó a una primera dama. Roseane Collor (1990-1992) fue el eje de uno de los primeros escándalos de malversación de recursos públicos para familiares durante la presidencia de Fernando Collor, que luego tendría un proceso de impeachment acusado de corrupción.

En el caso de Brasil no existe la oficina de la primera dama. A pesar de ello, el rol de primera dama ha sido crecientemente identificado como una autoridad representativa del gobierno, afectando de manera positiva o negativa la agenda e imagen del presidente. La primera dama más reconocida es Ruth Cardoso, primera dama 1995-2003, quien promovió el programa "Comunidade Solidária" con el apoyo de Casa Civil. La actual primera dama de Brasil, Michelle Bolsonaro, preside, desde diciembre de 2019, el Consejo del Programa Nacional de Incentivo al Voluntariado (Pátria Voluntária), que reúne a ministros y representantes de la sociedad civil. Este programa fue trasladado recientemente del Ministerio de Ciudadanía a la Casa Civil, en el marco del fortalecimiento de la presidencia y la coordinación militar en el gobierno. 

Michelle Bolsonaro, tiene el importante rol de matizar la débil agenda social del gobierno. Además de liderar el programa Pátria Voluntária, ella colabora con movimiento de sordos, motivo por el cual participó del cambio de mando traduciendo el discurso a mensaje de señas, fortaleciendo aún más su papel simbólico de asistencia social. Además de ser mujer y evangélica, Michelle representa el contrapunto a los arrebatos agresivos de los hijos del presidente, convirtiendo su rol en la presidencia en uno mucho más estratégico que busca fortalecer la identidad del gobierno de defensor de la familia, los valores cristianos y el patriotismo.

Es precisamente por este simbolismo que las dudas sobre la relación entre la primera dama y Queiroz, eje de las denuncias de corrupción anteriormente restringidas a uno de los hijos del presidente, tienen un gran potencial de daño, algo que el mandatario ya ha señalado al amenazar al periodista. Las acusaciones que rodean a la familia del presidente  de Brasil podrían convertirse en el talón de Aquiles de Bolsonaro, no solo por los posibles antecedentes que podrían salir a la luz pública, sino porque también son una amenaza directa a una de las promesas de la campaña presidencial que fue acabar con la corrupción de la élite brasileña. En este sentido, la posible participación de Michelle Bolsonaro resulta relevante, ya que afecta directamente y con mayor fuerza el capital político y la popularidad del presidente más que la imagen de ella misma como primera dama. Hasta hoy la pregunta que millones de brasileños realizaron por redes sociales sobre las cuentas de Michelle Bolsonaro continúa sin respuesta. 

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