La decisión de Donald Trump de poner a un estadounidense, Mauricio Claver-Carone, a cargo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) parece alinearse con su preocupación de evitar un desembarco aún mayor de la República Popular China en América Latina. Sería la primera vez desde 1959 que un latinoamericano no estaría al frente del banco. El BID, al ser un organismo financiero clave para los países latinoamericanos, goza de una posición estratégica que el Gobierno de Trump no puede darse el lujo de despreciar. Teniendo en cuenta que se viene un escenario extremadamente complejo en los países del continente a causa de cuestiones estructurales preexistentes agravadas por la pandemia, el Gobierno estadounidense mira con preocupación que esto implique un fortalecimiento en los lazos de China con la región. EE.UU. avizora una crisis de financiación en América Latina que profundizará la disputa con China respecto de la influencia sobre los países del continente.
Existía una regla no escrita desde el final de la Segunda Guerra Mundial que establecía que el presidente del Fondo Monetario Internacional debía ser un europeo, el jefe del Banco Mundial, un estadounidense, y el del BID, un latinoamericano, con un director ejecutivo designado por Washington. De todas maneras, ya ha quedado en claro que al mandatario estadounidense poco le importan las
tradiciones en política exterior. La decisión de Trump, a su vez, frustra las expectativas del Gobierno argentino y del secretario de Planeamiento Estratégico de la Nación, Gustavo Béliz, que pretendía ser el nuevo presidente del organismo.
El ex ministro de Justicia del Ejecutivo de Néstor Kirchner en 2003 regresó al primer plano de la política argentina tras la elección de Alberto Fernández. En su momento, se había visto obligado a dejar el Gobierno porque mostró en la televisión nacional una foto de Jaime Stiusso, espía de la agencia de inteligencia del país. El retorno del abogado, de 57 años, representaba el proyecto del actual presidente de reformar, finalmente, la Agencia Federal de Inteligencia. Sin embargo, la crisis desatada por la pandemia ha hecho que esto pasara a un lejano segundo plano. Béliz soñaba con ser el presidente del BID, y había sido propuesto por el Gobierno argentino.
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Es probable que esta situación revigorice las intenciones de Béliz de acceder a la Cancillería, actualmente a cargo de Felipe Solá. El ex gobernador de la provincia de Buenos Aires es un ingeniero agrónomo sin experiencia alguna en la política exterior. En los últimos meses ha sonado fuerte el nombre de Béliz para reemplazarlo, pero no ha habido ningún tipo de comentario oficial al respecto. Lo cierto es que el secretario de Planeamiento se muestra muy cercano al presidente Férnandez y es uno de sus asesores más consultados no sólo en materia de política exterior, sino también a la hora de pronunciar sus discursos en el contexto de la pandemia.
No se trata, a pesar de ello, de un golpe contra Argentina, ya que Béliz goza de buena aceptación en el
establishment estadounidense.
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La habitación donde sucedió, parece retomar fuerza con este nuevo golpe de timón del presidente norteamericano. Si bien se encuentra en medio de un panorama electoral cada vez más incierto, Trump está convencido de que ganará las elecciones del próximo 3 de noviembre y ya empieza a delinear su política respecto a América Latina en su pretendido segundo mandato.
La Casa Blanca no ha estado al margen de los desarrollos más recientes de la política china a nivel regional. Entre los pasos más contundentes y simbólicos de Beijing se destaca la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como Nueva Ruta de la Seda, que puso pie en América Latina en 2018. El primer signatario de la iniciativa fue Panamá, y en la actualidad 19 países latinoamericanos han firmado su acceso a la misma. Argentina, Brasil y México figuran entre los aún reticentes a incorporarse de manera formal. Este proyecto es el corolario político a los múltiples y densos lazos que China ya ha consolidado con todos los países de la región.
Por lo que respecta al sector bancario y financiero, la mega-firma ICBC cuenta con gran participación en América Latina. La entidad bancaria tiene sucursales en México, Perú, Argentina y Brasil. Es, con México, con quienes tienen mayor actividad; sólo en 2016, según datos oficiales chinos, el país latinoamericano exportó a los asiáticos bienes por una suma de 6.713 millones de dólares, mientras que importó por valor de 74.000 millones. A su vez, la inversión del ICBC acumulada en Brasil, según la Cepal, es superior a los 300 millones. Su sucursal en Perú ha asegurado un aumento de capital por 50 millones de dólares que se suma al ya existente. En Argentina, además de sus filiales en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, la entidad bancaria abrió en 2018 una sucursal
inteligente o
espacio digital full time, ubicado también en la capital, donde todos los trámites pueden hacerse sin la necesidad de personal.
Uno de los núcleos de la disputa entre China y EE.UU. respecto de América Latina es la batalla que se viene librando en Centroamérica y el Caribe. Aún quedan
varios países en la región que reconocen a Taiwán: Honduras, Guatemala, Nicaragua, Haití, y los pequeños estados de Santa Lucía, Belice y San Cristóbal y Nieves. Sin embargo, teniendo en cuenta el nivel de inversión extranjera directa que los chinos son capaces de proporcionar, no habría que descartar que esta situación pueda llegar a cambiar en el medio plazo; convirtiéndose en un nuevo capítulo de la larga guerra comercial que el país asiático sostiene con Estados Unidos.
Por tomar un ejemplo particular de la región: la inversión china en Panamá supera los 2.500 millones de dólares. Sólo en 2018 creció un 19%, mientras que un año más tarde lo hizo un 6%. Ésta se destina especialmente a infraestructuras y al sector financiero. El Bank of China, por ejemplo, está establecido desde hace más de 30 años en el país. A su vez, otras importantes entidades bancarias como el China Development Bank, el Exim Bank y el Banco Comercial e Industrial ya han establecido sucursales en Centroamérica.
El contexto de disputa entre Estados Unidos y la República Popular China es amplio y de ninguna manera lineal. Se encuentra atravesado por una profunda interdependencia entre ambas potencias. En el escenario global y regional que se viene en el mundo pos-pandemia, está claro que los países latinoamericanos se enfrentarán a una grave crisis de financiación.
El Gobierno de Donald Trump no está dispuesto a perder lo que consideran históricamente como su 'patio trasero' a manos de su adversario más importante. A nadie parece escapársele en Washington que ya no pueden continuar obviando la evidencia: sin una alternativa concreta, toda América Latina terminará inclinándose por Beijing.