En la década transcurrida desde la crisis financiera mundial, los progresistas han retrocedido. La austeridad se ha convertido en la norma económica, permitiendo que crezcan las desigualdades. Mientras tanto, el auge de las redes sociales ha generado cambios positivos y negativos para nuestras democracias, transformando la forma en que hacemos campañas políticas y nos organizamos, pero también cómo vemos a nuestros vecinos y conciudadanos. En este contexto, ha salido a la palestra una ola de nuevo nacionalismo, iliberalismo y conservadurismo de derecha, reformulando la política a nivel mundial, avivando los temores y la ansiedad y promoviendo el odio y la división. Es hora de que los progresistas se concentren menos en responder a los marcos populistas y pasen mucho más tiempo pensando en cómo promover de manera proactiva sus propias visiones, valores y agendas. Los progresistas, en otras palabras, deben actuar en sus propios términos.
La pandemia de Covid-19 nos ha dado a todos un momento de pausa. La enorme pérdida de vidas humanas, los profundos cambios de nuestras formas de vida y la necesidad de medidas gubernamentales para proteger la salud pública, el empleo y las empresas no tienen precedentes. En unos pocos meses, la Covid-19 ha mostrado sin piedad las desigualdades (algunas a la vista, otras ocultas) que afectan a tantas sociedades occidentales, así como la fragilidad de nuestros servicios públicos diezmados por una década de infra-inversión. Con algunos de los gobiernos más conservadores sintiéndose presionados para intervenir en la protección de los empleos, los ingresos y las empresas, es el momento para que los progresistas propongan un Estado intervencionista renovado que dé forma al futuro.
Si bien la renovación de la agenda política progresista es una condición necesaria para fortalecer a nuestras sociedades y hacerlas más equitativas, aún queda mucho trabajo por hacer. Si los progresistas se recuperan, tanto electoral como ideológicamente, debemos repensar fundamentalmente cómo conducimos la política en sí. Fue con esto en mente que los 'Insurgents papers' se encargaron por primera vez el otoño pasado, mucho antes de que surgiera el coronavirus. La esperanza era que, al reunir informes internos de exitosas campañas progresistas en Italia, Canadá, Francia, Nueva Zelanda y Hungría, pudiéramos extraer algunas lecciones de interés para todos los que pretenden que la causa progresista avance. Cada lector podrá extraer algo diferente de estos ensayos, pero cuatro elementos clave sustentan estas campañas exitosas: liderazgo auténtico, un sentido de insurgencia con una propósito claro, la capacidad de unificar y la voluntad de experimentar con la innovación organizativa.
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Jacinda Ardern y Justin Trudeau comparten la capacidad de contar y encarnar una historia sobre su país y su futuro que no sólo resuena entre la gente, sino que también eleva el gobierno por encima de la división partidista. La emergencia de Ardern como líder del Partido Laborista de Nueva Zelanda sólo ocho semanas antes de las elecciones transformó de la noche a la mañana lo que la nación sentía por el partido. La implacable positividad y determinación de Ardern definieron la campaña, y su compasión y amabilidad han dado sentido a su manera de gobernar desde entonces, al responder a la masacre de Christchurch y a la crisis del coronavirus.
De manera similar, Justin Trudeau ha encarnado la renovación del Partido Liberal de Canadá al transformar un partido infame por sus acuerdos en la sombra en un movimiento abierto que pertenece a sus partidarios. El restablecimiento de esta conexión con los votantes permitió al partido de Trudeau reinventarse auténticamente a medida que el partido se enfocaba en el avance de la clase media, una misión que se vio con claridad tanto en la campaña como en el primer mandato del Gobierno.
Campañas insurgentes también hubo en Italia y Francia. Matteo Renzi se hizo desde fuera con el control del Partito Democratico y trató de llevar con urgencia al poder a una nueva generación de liderazgo, mientras perseguía una agenda enfocada en abordar los problemas de una manera que tendría un impacto real e inmediato en la vida de los italianos. Emmanuel Macron y su equipo construyeron un nuevo movimiento político desde cero, trayendo a la política una cohorte de personas que se encontraban fuera de los partidos. Tanto uno como otro buscaron un apoyo constructivo contra el statu quo para ofrecer una agenda progresista muy definida, pero arriesgaron su liderazgo cuando perdieron la conexión con sus bases.
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Si es una verdad obvia que los progresistas pierden cuando se dividen, en ningún lado lo es más que en Hungría. Gergely Karacsony entendió que la única forma de vencer en su carrera hacia la Alcaldía de Budapest era unir a aquellos que se oponían al liderazgo vigente entonces, e inició un proceso para unificar a los progresistas en torno a un candidato común y una agenda compartida. Las lecciones de Hungría son aplicables en todas partes: los partidos progresistas con diferentes tradiciones y culturas deben aceptar que lo que tienen en común ahora es más importante que lo que los diferencia.
Afortunadamente, vivimos en una era donde la tecnología puede ayudarnos a forjar estas nuevas coaliciones. En Budapest, la campaña de Karacsony utilizó una combinación de ChatBots, Facebook adds, anuncios y otras herramientas de redes sociales para crear una campaña en línea integrada y de base capaz de unir a los ciudadanos en torno a una agenda para defender la democracia y garantizar que la ciudad fuera liderada en interés de todos. Los liberales de Trudeau crearon un movimiento abierto, inclusivo y participativo que utilizó la tecnología para capacitar a sus seguidores, involucrarlos en debates de políticas, recaudar fondos y coordinar una serie de actividades. En Marche creó grupos locales con acceso a recursos nacionales para convertirse en creadores de cambio en sus comunidades locales, pidiendo de manera proactiva a los partidarios que trabajen para cambiar la vida de las personas donde viven y usándolo para informar las políticas nacionales. Mirando hacia el futuro, la experimentación continua con las nuevas tecnologías y nuevas formas de hacer las cosas será cada vez más importante, especialmente en la adaptación a la campaña durante y después de la pandemia de Covid-19.
Esperamos que las historias de Insurgents muestren cómo los progresistas inspiradores pueden repensar cómo hacer política, cómo podrían buscar empoderar a sus seguidores y contar juntos las historias de nuestro futuro común.
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