Esta semana podíamos leer en este
artículo un completísimo repaso de los elementos que caracterizan a la derecha populista radical en Europa. Cada una de las dimensiones exploradas merece, sin duda, un análisis pormenorizado. Nos centraremos aquí en un aspecto a menudo considerado como secundario: su posición ante la igualdad de género.
Cierto es que resulta común hablar de valores tradicionales o de posiciones anti-feministas cuando se estudian estos partidos. De hecho, discursos de este tipo articulan muchas de las reacciones y del impacto que generan en medios y redes. Sin embargo,
la mayor parte de los análisis académicos entiende que no es un componente central de su ideología. El nativismo y las posiciones anti-inmigración, así como la perspectiva 'punitivista' ante los problemas sociales suelen centrar la atención, y articulan definiciones de referencia como la del politólogo
Cas Mudde. No obstante, cuando se incorpora la perspectiva de género a la ecuación, obtenemos una fotografía bien distinta.
Lejos de ser marginales, las ideas acerca de la (des)igualdad entre mujeres y hombres son una clave de bóveda para articular su discurso.
Niels Spierings define el género en un
libro de reciente publicación como un elemento
pivotal en el marco ideológico de la derecha radical. Entiende que
sirve para enfatizar la idea de orden social, confrontar con las élites y su proyecto emancipatorio (que ha ido
demasiado lejos en cuestionar las formas tradicionales de vida)
y también construir ese enemigo externo que amenaza a la sociedad autóctona. Es precisamente esta centralidad estratégicamente elegida la que deriva en posicionamientos que,
a priori, pueden parecer inconsistentes. Es común en estos partidos combinar un fuerte discurso anti-feminista con una defensa (más o menos amplia, más o menos explícita) de la igualdad entre mujeres y hombres.
Entienden que no existe discriminación formal en Occidente. Las políticas articuladas en torno al
género son, por lo tanto, innecesarias, generan desigualdades hacia los hombres y forman parte de un proyecto un ideológico de la izquierda que tildan de
totalitario.
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Resulta pernicioso seguir implementando políticas clave como la transversalidad, las cuotas o la educación sexual en las aulas. Los partidos de derecha populista radical consideran que
la atención debiera centrarse en el enemigo externo. Las personas migrantes y sus valores anti-igualitarios representan la verdadera amenaza hacia las mujeres
nativas. La discriminación constituye un fenómeno importado de otras culturas, que ya no forma parte de las democracias occidentales. El concepto de
femonacionalismo, acuñado por
Sara R. Farris, refleja esta práctica de invocar los intereses de las mujeres para cercenar los derechos de las minorías
no autóctonas.
El caso de Vox resulta paradigmático de esta articulación. Ha destacado por cuestionar abiertamente los marcos legislativos de lucha contra la violencia de género o de interrupción voluntaria del embarazo, centrales para la promoción de la igualdad en España. Ambas políticas son consideradas como parte del legado de la
dictadura progre impulsada por el
establishment español. Como alternativa, han propuesto actuaciones centradas en las políticas de apoyo a la familia y a la maternidad que, a su entender, abordan problemas reales de la sociedad como la baja natalidad.
Esta visión tradicionalista la combinan con la instrumentalización de la igualdad entre mujeres y hombres para criminalizar a las personas migrantes y proponer abordajes
punitivistas. Múltiples son los discursos y acciones que dirigen la atención a la necesidad de
proteger a las mujeres españolas y de actuar con dureza frente a la delincuencia de los no nacionales. Ha sido, de hecho, una temática recurrente durante las últimas campañas electorales, protagonizando
actos de gran impacto mediático y político. Vox articula también el discurso que identifica la discriminación como parte de culturas ajenas a la española y llama al
movimiento feminista a ocuparse de las desigualdades en otras zonas del mundo.
Por supuesto, los matices en cada país son múltiples. Las variaciones entre partidos de derecha populista se achacan a factores diversos, como el marco legal y político existente para promover la igualdad en los diferentes estados. Así, encontraremos divergencias entre partidos del norte, este o sur de Europa. Sin embargo, el uso estratégico del
género para articular el discurso contra las élites y los
no nativos, a la vez que se defienden las virtudes de un cierto orden social tradicional, resultan cada vez más comunes. En casos como el de Reagrupación Nacional en Francia, se conciben incluso como un factor clave de la modernización del partido tras su cambio de liderazgo.
Las ideas sobre la igualdad de género han venido, por lo tanto, para quedarse. Esto hace necesario tenerlas presentes cuando se aborda los posicionamientos de los partidos de derecha populista radical.
No son un elemento accesorio, sino que constituyen el hilo que conecta los pilares de su ideología. El carácter del género o la igualdad como términos maleables (y en permanente disputa) permite utilizarlos para justificar una pluralidad de objetivos políticos.