Cuando acabe el largo confinamiento domiciliario por la pandemia de la Covid-19, se vaticina el retorno a una nueva normalidad. En lo relativo a la educación universitaria, ¿será una vuelta a la vieja normalidad presencial o un reforzamiento de la nueva normalidad virtual?
En realidad, la instrucción universitaria a distancia no es algo novedoso. Ya se ha venido realizando desde mediados del siglo pasado. La Open University británica y la Universidad nacional de Educación a Distancia (Uned) española fueron pioneras en desarrollar un sistema efectivo de educación superior capaz de ofrecer una instrucción equivalente al de las universidades presenciales, así como de otorgar títulos de igual rango universitario. Nuestra Uned es un ejemplo notable de educación superior no presencial. No se trata de una universidad abierta, como la Open University, ya que se requieren estrictos requisitos de entrada, como en las otras universidades presenciales españolas. La mayoría de la instrucción en la Uned es a distancia y facilita la obtención de grados universitarios a alumnos que, por razones de lejanía o incompatibilidad de horarios, no puedan acudir a cursos presenciales. Mientras que en sus inicios (1972) se basaba en un sistema de enseñanza por correo y con soporte por televisión y radio, hoy en día dispone de un avanzado equipo de medios informáticos.
También, la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) inició sus actividades en el curso 1995-96 con 200 estudiantes de las titulaciones oficiales de Psicopedagogía y Empresariales. En la actualidad, y según se expone en su información telemática corporativa, más de 200.000 personas forman parte de su comunidad universitaria. Manuel Castells, uno de los tres sociólogos españoles más reputados internacionalmente en los últimos decenios (los malogrados Juan Linz y Salvador Giner completan esa tríada de excelencia sociológica), es catedrático de esta Universidad, como lo ha sido de otras destacadas como Berkeley, París, Oxford, Cambridge o el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts).
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Ahora Castells, como ministro de Universidades en el Gobierno presidido por Pedro Sánchez, ha auspiciado un debate sobre la enseñanza superior y la necesidad de transformar la universidad española en un modelo mixto que incluya educación remota, la cual adquirirá mayor protagonismo en el futuro, utilizando medios tecnológicos más avanzados, y la tradicional enseñanza presencial, cuando así sea necesario. No pocos docentes y personal de administración y servicios (PAS), así como influencers de todo pelaje, han puesto el grito en el cielo. Miembros de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue), principal órgano de interlocución de las universidades con el Gobierno central y expresión institucional de la autonomía universitaria recogida en nuestra Constitución de 1978, se mantienen a la expectativa de los acontecimientos y de los eventuales cambios que pudieran producirse en el futuro organizativo universitario. Isabel Celaá, compañera de Castells en el Gabinete de Sánchez como ministra de Educación, ha sido más explícita: "La educación presencial es insustituible. Así de rotundo".
Debe señalarse que tanto las universidades presenciales, así como las virtuales, y en especial las escuelas de negocios y gestión empresarial (de gran expansión en los últimos tiempos en España) ofrecen cursos telemáticos de máster, parcialmente o en su totalidad. En realidad, estas escuelas de negocios se han desarrollado notablemente, y algunas de ellas han alcanzado amplia reputación internacional. En este sector concreto de la enseñanza superior de posgrado, los medios telemáticos se han hecho imprescindibles para profesores y alumnos. Sin duda, su futuro se verá afectado por el impacto socioeconómico de la pandemia, el cual augura un shock económico de larga duración.
Estos efectos nos han hecho reflexionar sobre la conveniencia de optimizar la robotización en curso a fin de mejorar nuestra calidad de vida y el bienestar de nuestras democracias. Un argumento crucial para profundizar en esa robotización liberadora de rutinas poco útiles, como ha evidenciado nuestra vida confinada domiciliaria, es que nos liberan de disponibilidad para dedicarse a labores lúdicas y productivas; y a estudiar, en su caso, más intensamente. El ordenador personal, y muy especialmente el teléfono inteligente (smartphone), han provisto de una ventana instantánea y permanente al mundo exterior desde el ámbito más íntimo y hogareño. El propio Immanuel Wallerstein, pionero en la conceptualización global frente a los análisis estatalistas y parroquiales de los países, ya resaltó la importancia de los hogares en la futura configuración de las relaciones socioeconómicas y como unidades básicas del sistema mundial. El confinamiento ha evidenciado en manera inapelable la optimización comunicacional de todo tipo de actividades educativas, económicas y de entretenimiento. ¿Qué habríamos hecho (hacemos) sin nuestros móviles?
¿Es conveniente impulsar la educación a distancia a base de las tecnologías virtuales? Nuestra respuesta es un sí inequívoco. Por ejemplo, es obvio constatar que a nadie le parece la forma más eficiente de enseñar dirigirse a un auditorio de más de 300 alumnos con megáfono desde una pizarra prácticamente invisible para aquellos alumnos más alejados del podio del enseñante. El modelo anglosajón, con el cual los autores de este artículo están más familiarizados, proporciona casos de buenas prácticas en muchas de sus universidades. Éstas promocionan de forma funcional los estudios con un reducido número de clases presenciales. Un semestre estándar suele incluir unas 15-20 horas lectivas. El resto de la enseñanza se organiza de forma remota por el propio estudiante mediante interacción telemática para la realización de ejercicios o trabajos de los cursos. Además, los denominados tutorials favorecen el funcionamiento de grupos pequeños de estudiantes que pueden concentrarse en la resolución de problemas del temario. Aunque en muchos casos los estudiantes residen en el campus universitario y, por lo tanto, la educación no es remota per se, las horas efectivas de contacto presencial con el profesor no son necesariamente muchas.
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Un problema del sistema anglosajón que hemos descrito sucintamente es que el ratio de estudiantes por profesor es muy bajo. Tan bajo que su extensión en España a toda la población estudiantil universitaria lo haría impracticable. La manera de optimizar este sistema es que la información y enseñanza a transferir a los alumnos se realice por medios informáticos. Como ya se ha demostrado en prestigiosas universidades, tales como Harvard o el MIT, basta con facilitar la información necesaria a estudiantes y personal asociado a la enseñanza universitaria en cualquier lugar donde haya una conexión internet. El desarrollo del 5G va a ser crucial para poder interconectar a personas en cualquier localización geográfica.
Otra gran ventaja de la educación remota, y especialmente en un sistema mixto de educación remota/presencial, es evitar que los profesores repitan un número ingente de veces la misma materia. Se pueden grabar diversas clases para su visualización en línea que los estudiantes pueden seguir en el momento más adecuado para ellos. La segunda es que la información siempre está disponible online de forma permanente. No hay necesidad de dedicarse en el tiempo presencial a tomar apuntes. Quizá el aspecto más interesante es que se puede prestar un apoyo cada vez más personalizado que estimule la implicación del alumno.
¿De qué tecnologías disponemos en la actualidad y cuáles sería conveniente impulsar en mayor medida? El confinamiento ha hecho patente la funcionalidad de la enseñanza a distancia, desde la educación primaria a los estudios de doctorado. Ha sido algo realizado de manera práctica y natural sin mayores complicaciones. En primer lugar, la existencia de redes de comunicación altamente capaces de manejar un gran incremento de tráfico comunicacional ha sido posible, en parte, porque las compañías tecnológicas implicadas han tenido que aumentar el ancho de banda para que, por ejemplo, se vean películas en streaming. Un ejemplo en el mundo de la tecnología donde un producto se ha beneficiado de la extensión masiva de otro producto es el coche eléctrico: sus baterías poseen tanta autonomía gracias al desarrollo de nuestros teléfonos móviles y la necesidad de tener baterías cada vez más potentes y de larga duración.
En segundo lugar, hay que destacar la existencia de herramientas de colaboración virtual como Zoom o Microsoft Teams que utilizan tecnologías de computación en la nube, es decir, servicios de almacenamiento de datos y capacidad de cómputo para hacer posible la comunicación eficiente entre muchos nodos de inter-actores virtuales (algo que hace poco tiempo no era un problema trivial). En tercer lugar, la generalización de los dispositivos portátiles ha permitido la disponibilidad de esta intercomunicación ubicuamente.
Recientemente, la Universidad de Cambridge ha anunciado que todas sus lectures, es decir, clases lectivas para el curso académico 2020-2021, serán en línea y no presenciales, al igual que lo manifestado por la Columbia University de Nueva York. Ambas instituciones indican una dirección inequívoca hacia un mayor uso de las herramientas de enseñanza que la Universidad española bien haría en prestar atención. Además de las actuales capacidades tecnológicas de la enseñanza a distancia, debería tenerse en cuenta que hay también nuevas herramientas en un horizonte no muy lejano que harían de la educación superior remota todavía más funcional.
La primera sería la capacidad de que todos los datos estén disponibles en la nube. Estos datos son de índole variada como, por ejemplo, desde observaciones astronómicas del telescopio Hubble a datos estadísticos sobre la movilidad urbana según el ingreso de las personas ante un crisis como la actual, o nuevos textos originales medievales o imágenes arqueológicas. La capacidad de poder usar estas herramientas online para analizar datos es algo que no se puede ejecutar en horas muy reducidas en clases con más de 300 alumnos. Parece más adecuado enseñar cómo manejarlas a través de seminarios online muy especializados y disponer, complementariamente, de horas de contacto personal para solventar dudas.
Otra nueva herramienta que puede ayudar a preservar la implicación directa del alumno en la enseñanza remota es la posibilidad de usar la encriptación de datos --o cifrado de archivos-- de 'blockchain' para intercambiar soluciones a problemas, textos o simplemente debates sobre ideas a discutir.
Entendemos, en la línea argumental de Manuel Castells, que el 'aula invertida' (flipped classroom) mejorará en gran medida la calidad de la enseñanza. Recuérdese que flip the class es una expresión que implica que las lecciones se realicen online de forma remota y que el alumno tenga una tutoría personal para discutir y aprender telemáticamente de forma individualizada. El modelo pedagógico del aula invertida permitirá, en primera instancia, la transferencia del aprendizaje fuera del aula, pero no elimina la conveniencia del tiempo de enseñanza presencial para favorecer el denominado 'aprendizaje significativo'; es decir, la posibilidad de que un estudiante asocie la información nueva con la que ya tiene, a fin de reajustar y mejorar su conocimiento y destrezas cognitivas.
Lo anterior será recibido con no poca prevención por los lectores incómodos con la idea de la nueva normalidad tras los efectos de la pandemia del Covid-19. Para ellos no habría que enredar la vida universitaria tal y como la hemos conocido en la vieja normalidad. Pensamos que quizá ha llegado el momento de evitar nuevas brechas generacionales y sociales, como cantaba Bob Dylan en The Times They Are a-changin: "Vuestro viejo camino está envejeciendo rápidamente. Por favor, salid del nuevo si no podéis echar una mano, porque los tiempos están cambiando".
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