22 de Mayo de 2020, 18:00
"Solo una crisis, real o percibida, da lugar a un cambio verdadero". En este fundamento se basó el economista Milton Friedman para imponer su experimento de liberalización salvaje en Chile en los años 70. La periodista Naomi Klein describe su estrategia como la doctrina del shock: aprovechar la vulnerabilidad y el desorden creados por un desastre para imponer ciertas reformas. De esta astucia nace el capitalismo del desastre, en el cual poderes políticos y económicos (i.e. gobiernos, empresas, lobbies) han ido imponiendo cambios que no habrían sido aceptables en condiciones normales.
La crisis o más bien catarsis actual abre la puerta a cambios importantes en nuestro modelo socioeconómico. Ha demostrado que este sistema, que parecía imparable, se podía en realidad frenar en seco en cuestión de días. La pregunta es: ¿qué dirección tomará el nuevo modelo con el que saldremos adelante?
Friedman añade: "Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente". Las alternativas al modelo actual, cuyos impactos ecológicos y sociales han demostrado ser insostenibles, han alcanzado un reciente momentum: impulsadas por la publicación del informe especial de 1,5ºC del IPCC de octubre 2018, que confirma definitivamente la urgencia y escala del cambio necesario. Hasta ahora, los grandes cambios que demandan estas alternativas se clasificaban de políticamente imposibles, pero esta crisis ha demostrado que nada lo es.
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]
No es, sin embargo, la única idea que flota en el ambiente. El modelo económico establecido, que juega con la ventaja de estar al mando, también aprovecha este shock para reforzarse. Bajo la excusa de recortes de personal o planes de relanzamiento económico, asistimos a una serie de desregulaciones ambientales, un retroceso histórico en el progreso que había conseguido el movimiento ecologista tras décadas de arduo trabajo.
La más drástica de estas acciones se ha tomado, previsiblemente, en Estados Unidos. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EE.UU. ha anunciado una moratoria, sin fecha límite, en los controles de contaminación industrial en todo el país, una 'licencia abierta a contaminar'. Esta relajación sin precedentes en las normas y estándares ambientales de los sectores más contaminantes es la generosa respuesta de la Administración a las peticiones del lobby de la energía fósil, que lamentó dificultades por falta de personal.
La segunda potencia del mundo se une a esta tendencia. China ha anunciado que relajará igualmente su control ambiental para permitir que sus empresas relancen el crecimiento económico del país, relegando las cuestiones ambientales a un segundo plano.
La desregulación ambiental amenaza con ponerse de moda aquí también. La Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (Acea) ha pedido una relajación o un retraso en la implementación de las leyes y regulaciones ambientales de la Unión Europea, en una carta dirigida a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Aunque ésta mantiene su compromiso con el Green New Deal, podemos esperar una presión creciente de diferentes lobbies.
La tendencia llegó a España el pasado mes con un decreto-ley del Parlamento de Andalucía. Por la vía de urgencia, y tras un breve debate, un número reducido de diputados del PP, Cs y Vox decidieron modificar o derogar 21 leyes y seis decretos que regulan la actividad económica de la región. Entre otros, las nuevas medidas facilitan el desarrollo de nuevos proyectos urbanísticos, turísticos y comerciales, eliminan obligaciones de evaluación ambiental y relajan las exigencias y controles de contaminación. El decreto se declaró bajo pretexto de la crisis del coronavirus, argumentando la simplificación de la burocracia para el fomento de la actividad productiva afectada. Sin embargo, el Gobierno llevaba más de un año trabajando en él, desde antes de la pandemia, y aprovechó la situación de crisis actual para editar el modelo económico de la región con un mínimo de trabas.
Pero la disputa por el modelo post-Covid no es unilateral, y la transición socio-ecológica también está marcando ciertos puntos a su favor durante esta situación excepcional.
La ciudad de Ámsterdam está reinventando el modelo económico que adoptará a la salida de la crisis, basándose en la economía del donut elaborada por la economista Kate Raworth, de la Universidad de Oxford. Ésta cuestiona el paradigma del crecimiento económico y se centra en la prosperidad: los estándares de vida de los ciudadanos y los límites planetarios como directrices.
Pero el fenómeno más importante que observamos como parte de esta transición puede que sea la solidaridad y cohesión ciudadana que están naciendo, y la organización de las comunidades en redes de apoyo locales. Éstas han explotado en Inglaterra en cuestión de semanas, con grupos por todo el territorio y miles de miembros cooperando a escala local. Aunque más lentamente, también vemos nacer este fenómeno en España.
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La creación de estructuras de organización local es uno de los pilares más importantes de la transición socio-ecológica. Permiten una reconstrucción colectiva, que cuente con una diversidad de realidades, necesidades e ideas, y alcance decisiones más democráticas. Según el periodista británico George Monbiot, el próximo modelo debe diseñarse a través del political rewilding: dejar que surjan las nuevas políticas de los complejos sistemas de organización local; desde abajo.
Si algo debemos aprender de esta pandemia es a estar mejor preparados, y a evitar la próxima. Aunque existen riesgos naturales, todo desastre es el resultado de nuestras actividades. La aparición de enfermedades se ha cuadruplicado en los últimos 50 años, debido a la destrucción de hábitats, la intensificación agrícola y ganadera, la pérdida de biodiversidad, el tráfico de especies, y el cambio climático. A su vez, su transmisión e impactos han aumentado como consecuencia de la rápida globalización del comercio y la movilidad, y los intereses políticos locales que determinan la capacidad de respuesta.
La tendencia global hacia la desregulación ambiental no hará más que aumentar la probabilidad y los impactos del próximo desastre. La transición hacia un modelo socio-ecológico relocalizado, por el contrario, es nuestra oportunidad para mantener un mundo en el que la cuarentena no se vuelva costumbre.