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Cinco claves para entender la campaña alemana

Guillermo Iñiguez

6 de Septiembre de 2021, 15:52

Queda menos de un mes para los comicios alemanes y la campana electoral ha entrado en su fase decisiva. En las últimas semanas, lo que parecía la crónica de un resultado anunciado ha dado un giro radical: la CDU ha perdido fuelle, los Verdes se han estancado y el SPD, guiado por un indudable 'efecto Scholz', se ha erigido como el nuevo rival a batir. Ante un panorama político cada vez más complejo, éstas son cinco claves para entender lo que queda de campaña.

1.- El SPD ya es el rival a batir, pero lo más difícil está por llegar

Cuando, a principios de 2020, el SPD eligió a Olaf Scholz, el partido se encontraba en plena travesía por el desierto: a más de 20 puntos de la CDU (que promediaba un 37%) y con los Verdes consolidados como segunda fuerza política. Sin embargo, el partido ha logrado entrar en la fase decisiva de la campaña en empate técnico con la CDU, con la sensación de que los Verdes serán incapaces de alcanzarlos y con Scholz como nuevo rival a batir.

Hay muchas formas de explicar este nuevo escenario. Por una parte, el SPD ha sabido evitar el desgaste que sí han sufrido tanto Annalena Baerbock (Verdes) como Armin Laschet (CDU). Por otra, Scholz ha mostrado, de nuevo, su habilidad política: ha sabido alejarse de los focos mediáticos, evitar la guerra entre sus dos rivales y aprovechar su rol de vicecanciller para proyectarse como el garante de la estabilidad política del país. Sin embargo, la mejor forma de entender el auge socialdemócrata es analizando los sondeos que miden la popularidad de los principales candidatos.

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A lo largo de la precampaña, ni Baerbock, ni Laschet ni Scholz terminaban de convencer al electorado: preguntados por su candidato preferido, la mayoría optaba por no sabe, ninguno o incluso por figuras como Jens Spahn (CDU) o Markus Söder (CSU). Por primera vez, sin embargo, los sondeos muestran una tendencia cambiante: la semana pasada, sendas encuestas colocaban a Scholz como el canciller preferido por la mayoría de los alemanes, con el número de indecisos alcanzando su nivel más bajo en varios meses. Estas cifras, sugiere el analista Christian Odendahl, indican que el SPD aún puede estar lejos de alcanzar su techo electoral: con los comicios a la vuelta de la esquina y en plena ventana para votar por correo, el electorado está empezando a mojarse; y Scholz, a hacerse con un segmento fundamental de los votantes.

Sin embargo, y pese a su posición aparentemente inmejorable, lo más difícil para el SPD está por llegar. A lo largo de las próximas semanas, deberá aguantar los ataques (cada vez más feroces) de sus rivales, evitar el desgaste que vivieron CDU y Verdes y saber gestionar las expectativas que está generando. Aún es pronto, por lo tanto, para ver al SPD como favorito indiscutible a la Cancillería.

2.- Quedar segundo puede ser suficiente

Hace escasas semanas, con los Verdes desinflados y la CDU comandando las encuestas con holgura, el duelo electoral más interesante parecía aquél entre Verdes y SPD. El que quedase segundo, se decía, podía hacerse con carteras importantes en un nuevo Gobierno con los democristianos; o bien, si los números lo permitían, aspirar a liderar un tripartito sin la CDU.

Tras el vuelco que han dado las encuestas, una coalición de dos partidos parece cada vez menos probable. Sin embargo, apunta Wolfgang Krach, el duelo por la segunda plaza ha cobrado una importancia aún mayor. Con la CDU en la horquilla del 22%-24%, y pese a la posibilidad de una coalición Jamaica (CDU, Verdes, FDP), el que finalice segundo tendrá un pie y medio en la Cancillería, ya sea liderando una coalición semáforo (SPD, Verdes, FDP) o incluso un tripartito de izquierdas (Verdes, SPD, Die Linke). A estas alturas de la campaña, parece difícil imaginar que los Verdes vayan a dar caza a los socialdemócratas. Sin embargo, con tres semanas largas y dos debates electorales de por medio (el primero ya se celebró), los de Baerbock aún pueden estar a tiempo de recuperar el fuelle que han perdido a lo largo de estos meses. La recompensa es enorme.

3.- El FDP puede tener la llave del Gobierno

El duelo a tres entre democristianos, socialdemócratas y verdes ha eclipsado la campaña del FDP de Christian Lindner, que con el 12%-13% que le dan las encuestas puede tener la llave de la futura coalición gubernamental. De ellos puede depender, en otras palabras, si ésta es semáforo (con SPD y Verdes), Jamaica (con CDU y Verdes) o incluso –aunque menos probable– Kenia (con CDU y SPD).

Pese a haber sido más discreta, la campaña del FDP está siendo inteligente: los liberales están destacando su agenda económica, disputándole el electorado a la CDU y recuperando su papel tradicional de partido bisagra. El partido, además, está aprovechando el tirón mediático de su líder: sus carteles electorales son los más personalistas, el propio Lindner se mueve bien en redes y sus apariciones mediáticas le han mostrado como un candidato solvente.

Tanto el programa electoral del partido como los mensajes del propio Lindner –que hace escasos días se fotografiaba frente al Ministerio de Economía– sugieren que el FDP aspirará a llevarse las carteras económicas de una futura coalición, como ya sucediera en sus dos últimas etapas en el Gobierno. Con Merkel (2009-2013) lideraron los ministerios de Economía y Tecnología y de Cooperación Económica, mientras que en el quinto gabinete de Helmut Kohl (1994-1998), se hicieron con el de Economía.

Sea cual sea su resultado, los liberales deberán medir bien sus fuerzas a la hora de alcanzar pactos gubernamentales. Como socio menor en un posible tripartito, su posición en un futuro Ejecutivo sería más débil que en 1994 o 2009, cuando las coaliciones (CDU/CSU y FDP) fueron más pequeñas y homogéneas. Asimismo, una hipotética suma de izquierdas, que permitiese a SPD y Verdes pactar con Die Linke, le restaría aún más poder en unas hipotéticas negociaciones. Por otra parte, el FDP haría bien en aprender de sus propios errores: tras las elecciones de 2017, sus exigencias programáticas tumbaron las negociaciones con CDU y Verdes, facilitando una nueva Gran Coalición. El partido pagó un precio electoral muy alto, y Lindner afronta las elecciones con la presión de entrar, esta vez sí, en el Gobierno.

4.- Los debates electorales serán decisivos

A lo largo de las próximas semanas se celebrarán otros dos debates electorales entre Scholz, Laschet y Baerbock. Si bien en Alemania no tienen la misma importancia que en otros países, existen tres razones para pensar que, este año, los cara a cara pueden ser decisivos.

En primer lugar, las encuestas muestran un panorama más abierto que nunca, con una diferencia entre la CDU y el SPD dentro del margen de error de los sondeos, los Verdes a unos cuatro puntos de la cabeza y hasta cinco posibles pactos poselectorales: por lo tanto, un buen (o mal) debate puede decantar el sentido de decenas de miles de votos. Más importante aún es el alto número de votantes indecisos (un bloque de alrededor del 20% del electorado, según las encuestas mencionadas con anterioridad) y el voto por correo, que usará en torno al 50% de los llamados a las urnas y cuyo plazo ya ha empezado. Ambos serán fundamentales para el resultado final, y los partidos tratarán de aprovechar el debate para atar a dichos votantes. Por último, las elecciones de este año son una lucha por un centro político más codiciado que nunca, con los debates como mejor forma de evaluar los programas políticos de los tres candidatos.

¿A quién puede beneficiar esta maratón de debates? Del primero, en el que los tres candidatos estuvieron correctos, salió vencedor Scholz: pese a ser el que menos intervino (según la emisora RTL, casi un minuto menos que sus rivales), los votantes le vieron, siempre según la agencia Forsa, como el más creíble (36%), el más competente e informado (46%) y el más capacitado para liderar el país (47%). Sin embargo, tanto Baerbock como Laschet lograron ponerle en apuros: la primera, en los bloques sobre Afganistán y la crisis climática; el segundo, en la sección sobre pactos electorales, cuando insistió en que Scholz descartase un tripartito de izquierdas.

En los próximos duelos televisivos, a medida que el SPD se afiance en las encuestas, es previsible que tanto Baerbock como Laschet se vean obligados a arriesgar y, por lo tanto, a pasar al ataque, centrándose en su continuismo respecto a la Gran Coalición (el ataque más repetido por Baerbock en el último debate) o el radicalismo de un gobierno liderado por el SPD (la línea de ataque de la CDU). 

5.- Guerra civil en la CDU: ¿qué papel desempeñarán Merkel y Söder?

Hace escasos días, la CDU y la CSU inauguraron su campaña electoral en un acto conjunto de Laschet con Angela Merkel y Markus Söder. La coalición democristiana quiso mandar un mensaje inequívoco: Merkel y Söder, las dos únicas figuras que pueden frenar la crisis electoral del partido, apoyan a su candidato.

La guerra civil en la Union, que parecía haber quedado atrás a lo largo del verano, ha recobrado fuerza en los últimos días. La semana pasada, revelaba la Bild Zeitung, un sector importante del grupo parlamentario pidió a Laschet que diera un paso atrás "por el bien" de su partido. En un acto público el pasado lunes, Friedrich Merz, estandarte de la derecha de la CDU y rival de Laschet en las últimas primarias, se preguntó si Söder estaba haciendo todo lo posible para que la formación ganase las elecciones –insinuando, apunta el diario Tagesspiegel, que estaba "saboteando" la campaña. En otras palabras, a la crisis electoral de la coalición se empiezan a sumar las luchas internas, tanto por el control de la campaña en sí como por el relato tras una eventual derrota de Laschet.

La decisión que tomen tanto Merkel como Söder dependerá, principalmente, de sus propios cálculos políticos. La primera, que sigue ostentando los niveles de valoración más altos del país, deberá elegir entre acudir al rescate de su propio proyecto político (el merkelismo representado por Laschet) o mantenerse al margen. El segundo, un personaje carismático pero netamente personalista, se dejará guiar por lo que más le convenga: una victoria de la CDU (y quizás un rol importante en un Gobierno liderado por Laschet) o un hundimiento del partido que le permita liderarlo de cara a las próximas elecciones.

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