1 de Septiembre de 2021, 15:21
¿Reconocer el nuevo régimen en Afganistán? ¿Diplomáticamente? ¿Hablar con los talibanes? ¿Llegar incluso a negociar? ¿No es precisamente eso lo que practicó Donald Trump, haciendo además gala de ello? Tres expertas y dos expertos analizan el nuevo contexto respecto a Afganistán tras la retirada de Estados Unidos y sus aliados y la respuesta es sí; aunque sea porque qué remedio, por la realpolitik, por minimizar la amenaza talibán en la región, por el pueblo afgano.
Andrés Malamud, investigador principal del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa (Portugal)
Sí. El reconocimiento diplomático no implica un juicio de valor, sino de hecho: ¿quién controla un territorio internacionalmente reconocido? Los talibanes ya negociaron con Estados Unidos y fueron recibidos por China, Rusia, Irán y Pakistán. Si algún país se siente amenazado por Afganistán, tiene derecho a declararle la guerra, no a elegirle el Gobierno. Y si la Organización de Naciones Unidas considera que Afganistán viola la paz o seguridad internacional, tiene derecho a autorizar una intervención militar, no un golpe de estado.
María Isabel Puerta Riera, profesora de Ciencia Política en el Valencia College (EE.UU.)
Con la retirada de EE.UU. y las fuerzas aliadas de la OTAN, se cierra el capítulo en el terreno militar de este conflicto de dos décadas; pero, como señalaba recientemente el secretario de Estado estadounidense Anthony Blinken, comienza la fase diplomática. Es posible que el reconocimiento diplomático no se produzca en los términos tradicionalmente acostumbrados, pero a partir del acuerdo negociado y suscrito bajo Donald Trump, es improbable lograr no solamente que el talibán cumpla con ese compromiso sino, además, poder avanzar en medidas de protección a sectores vulnerables si no hay un mecanismo de transacción con quienes, a partir de ahora, formalmente controlan el país. Por consiguiente, más allá de su reconocimiento, se trata de establecer vías que permitan afrontar de una forma más efectiva (diplomática) la amenaza que este grupo representa para la región y para los intereses estadounidenses y sus aliados.
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Diego Lombardi, profesor de Democracia y Relaciones Internacionales en el Tecnológico de Monterrey (México)
Sí. El porqué tiene al menos dos perspectivas contrapuestas: desde el punto de vista de los valores occidentales, y particularmente aquéllos enmarcados en las democracias liberales, no debiera reconocerlos ni por la forma en la que están llegando al poder ni por las implicaciones que pudiera tener respecto a los derechos humanos. Sin embargo, es difícil hablar hoy de una comunidad internacional, al menos desde la perspectiva de esos valores occidentales. Esta comunidad internacional es, en realidad, muchas comunidades, cada una con visiones distintas. Se debe pasar al lado práctico, dado que es poco probable que haya un rechazo unánime y que, por el contrario, países que están retando la visión occidental seguramente reconocerán al nuevo Gobierno, con lo que el impacto del no reconocimiento por el mundo occidental pierde efectividad y lo peor que le pudiera pasar al pueblo afgano es que el país se conviertiera en una zona muerta. Entre dejar al pueblo afgano aislado o intentar que su Gobierno adopte algunos principios comunes, como los derechos de las mujeres, el mundo occidental debería inclinarse por lo segundo.
Natividad F. Sola es catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de Universidad de Zaragoza (España)
La situación de Afganistán es peculiar, pues el grupo en el poder no puede calificarse ya como insurgente que lucha contra un Gobierno legítimo, tras la huida de éste. Además, con ellos EE.UU. ha negociado su retirada, lo que ya apunta la poca fe que tenían en el Ejecutivo apoyado por la coalición internacional. No habiendo norma jurídica al respecto, la decisión de reconocer al nuevo Gobierno es puramente política y debería basarse en el pragmatismo. Sería lógico mantener relaciones con los talibán puesto que son, hoy por hoy, el Gobierno que representa a Afganistán. Ello no pasa necesariamente por restablecer relaciones diplomáticas, si se han interrumpido, sino en dejar abiertos cauces de diálogo de interés mutuo. Previsiblemente, España actuará de acuerdo con el resto de la UE y cabe la posibilidad de someter la relación a ciertas condiciones, que difícilmente podremos imponer.
La negativa absoluta a una negociación, aunque sea de mínimos, con los talibán, fortalecería eventualmente la posición del ISIS-K, filial afgana del autodenominado Estado islámico en el país.
Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política en la UCM (España) y co-directora del portal www.geurasia.eu
El Derecho Internacional reconoce a países, no a gobiernos, aunque últimamente se está pervirtiendo la legalidad en la dirección contraria y con intencionalidades políticas, como se vio en el caso de Venezuela. Entonces, ¿cómo debería la UE en su conjunto, y los estados miembros de manera individual, afrontar sus relaciones con el Gobierno talibán? Dada la posición estratégica de Afganistán, para Europa lo más conveniente sería el mantenimiento de las relaciones diplomáticas y económicas, por tres razones: romper total o parcialmente dejaría al albur de otros actores lo que acontezca en el país, con el riesgo de una mayor radicalización y desestabilización en la región. Además, la ruptura abrupta también haría perder el acceso a la sociedad afgana y sus organizaciones por mor de una defensa a ultranza de los derechos humanos; que, por otra parte, se han estado vulnerando a lo largo de los últimos 20 años. Por último, adoptar una decisión independiente de lo que hagan otros actores reforzaría la autonomía estratégica de la UE.
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