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Las implicaciones de la economía circular en la ocupación y la formación

Mar Isla Pera

8 mins - 22 de Julio de 2021, 22:41

En los últimos años, la sostenibilidad y el tránsito hacia una nueva manera de producir y de consumir han entrado de lleno en el debate político y también en el de la ciudadanía. La pandemia y los desastres ecológicos recientes han contribuido, sin duda, a generar un clima propicio a pensar que las cosas deberían cambiar. 
Han pasado 50 años desde el informe Meadows del Club de Roma que alertaba sobre la crisis ambiental y los límites de crecimiento económico. Durante muchos años, al menos en el lenguaje coloquial, la sostenibilidad era la antítesis del crecimiento económico y del bienestar.
 
Es bien cierto también que en la mayor sensibilidad ambiental de la sociedad actual no sólo han influido la constatación de la degradación del medio y la emergencia climática, sino también la divulgación del modelo de economía circular. Ésta pone especialmente el acento en el llamado desacoplamiento entre crecimiento y medio ambiente, abogando por seguir creciendo y mejorando las condiciones de vida de la población sin que ello sea a costa del agotamiento de los recursos naturales y de la contaminación. Para ello, se trata de incorporar patrones de comportamiento distintos, de sustitución de los recursos no renovables, siempre que sea posible, de aprovechamiento intensivo de los bienes y de los materiales ya producidos extrayéndoles el máximo valor, usándolos más intensamente. Al igual que en la naturaleza, en la que se inspira la economía circular, en el nuevo modelo económico todo tiene valor: el producto o material que es un residuo para unos acaba siendo un recurso para otros consumidores o fabricantes. 

La preocupación social por el empleo tiene, pues, su atención y respuesta desde la economía circular. El consenso desde los precursores de este modelo es que la ocupación en actividades de reparación, re-manufactura o reciclaje (que está ahora en torno a los cuatro millones de trabajadores de la UE), tenderá  a crecer y a generar más riqueza. Además, habrá demanda laboral para nuevas actividades y para nuevas funciones ambientales en las empresas de todos los sectores. Son multitud los estudios que pronostican crecimientos económicos netos en el PIB y en la ocupación derivados de la transición hacia la sostenibilidad hasta el año 2030 y más allá.  

Mckinsey estimó que la economía circular impulsada por la revolución tecnológica llevaría a Europa hacia 2030 a un crecimiento anual de seis billones de euros, y adicionalmente del doble en cuanto a beneficios ambientales (reducción de costes y mejora del bienestar); y, en paralelo a este crecimiento, a un aumento también en la ocupación. Más recientemente, la UE ha calculado un crecimiento anual hacia 2030 del orden del 0,5% del PIB y del 0,3% en la ocupación; entre 650.000 y 700.000 empleos

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WRAP estimó para Europa un crecimiento de 1,2 millones de empleos hasta el año 2030 sólo en actividades vinculadas directamente a reparación, residuos, reciclaje y alquiler. Por otro lado, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), conseguir los objetivos del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global por debajo de los 2ºC sobre el nivel pre-industrial, mediante la adopción de prácticas sostenibles, del mix energético y del coche eléctrico, supondría un aumento neto de 18 millones de puestos  de trabajo. 

Para España, un reciente estudio de Servicio de Empleo Público Estatal (Sepe) viene a constatar que, efectivamente, en el último quinquenio se ha producido un crecimiento constante de la ocupación en las actividades vinculadas al medio ambiente, especialmente de reparación de maquinaria, descontaminación, reparación y alquiler de vehículos o gestión de residuos. Y ello sin contar que las empresas en general están demandando trabajadores que tengan más habilidades en eco-diseño, reducción de materias y residuos, reutilización de productos y reciclado y valorización de residuos.   
 
Los estudios disponibles difieren en la delimitación precisa de las actividades incluidas dentro de la economía circular lo que, añadido a la incertidumbre de las predicciones, hacen difícil concluir con datos precisos cuál será la dimensión del crecimiento en la ocupación. En lo que todos ellos coinciden, sean internacionales o nacionales, es en la tendencia global creciente en los niveles de ocupación que se van a generar en un escenario de economía circular.

Ahora bien, se trata de un crecimiento neto y no todos los sectores y, como derivada tampoco todos los territorios, se verán igualmente beneficiados por la transición. A grandes rasgos, parece vislumbrarse que los sectores intensivos en materiales naturales vírgenes, basados en el uso de combustibles fósiles y de bienes duraderos –y, por tanto, sus proveedores– verán reducir su demanda al ser sustituidos por otros productos o por modelos de alquiler. Por el contrario, actividades de reciclado, mantenimiento, reparación y productos basados en energías renovables, así como sus proveedores, pasarán a tener mayor relevancia. Será necesario, en consecuencia, prever las consecuencias y planificar los traspasos entre sectores



En muchos aspectos, el modelo de economía circular es más intensivo en trabajo que el actual; y no solamente en los sectores tradicionales de esta economía. La revisión de la experiencia parece confirmar que cualquier empresa que adapte su proceso al modelo circular aumenta las necesidades de mano de obra, aunque finalmente en conjunto se produce un ahorro económico por compensación con la mejora en la eficiencia de los recursos.    

Así pues, vistas las oportunidades de la transición para la economía y la ocupación, uno de los retos más importantes para el avance hacia un modelo más sostenible es que exista en el mercado laboral el nivel de formación, el tipo de conocimiento y las habilidades que requiere el sistema (ver aquí y aquí).

Todo parece indicar que, aunque con matices según el tipo de actividad, la nueva demanda de formación irá orientada mayoritariamente a personal técnico de niveles intermediosEn las actividades más nuevas, de 'servitización', re-manufactura o bio-refinerías se requieren proporcionalmente profesionales de mayor cualificación, en contraste con las más tradicionales de gestión de residuos y de reciclaje, donde  predomina la demanda  de profesionales menos cualificados. En general, estas últimas son las que han ofertado en el pasado puestos peor retribuidos y acaparan trabajadores por cuenta propia y en actividades informales. Cabe mencionar también a las entidades sin ánimo de lucro, de economía social, que han desempeñado en este terreno un papel muy relevante tanto desde la perspectiva social como ambiental. Por eso, desde la economía circular se apuesta por la calidad del trabajo y se reivindica que los empleos deben ser decentes y garantizar salarios dignos y la seguridad del trabajador en su exposición a sustancias peligrosas.

Sobre la importancia de prever las necesidades de formación sirva de referencia un estudio reciente de Manpower en el que se señala que, con la recuperación económica post-pandemia, se prevé la creación entre 2021 y 2022 de 188.000 empleos en Cataluña, principalmente de perfiles profesionales y técnicos y que el  64% de las empresas manifiesta tener problemas para encontrarlos. Está claro que la formación profesional tendrá un papel central en dar cobertura a la mayor parte del mercado laboral previsto en la transición.

En cuanto a las especialidades técnicas, profesiones vinculadas a la preservación del capital natural, a la agricultura regenerativa, al tratamiento de materiales renovables, como la madera o la biomasa u oficios en desuso como la reparación y reforma recuperaran vigencia. Pero, también en el ámbito universitario, la economía circular interpela todas las disciplinas. Mientras que, en el pasado, el medio ambiente quedaba relegado a las tecnológicas y científicas, cada día son más necesarios especialistas que provengan del campo social, muy especialmente de la economía y de la empresa. Naturalmente, no se trata sólo de que aumenten los profesionales de estas disciplinas, sino que estén dotados de los conocimientos que ahora se requieren: sobre materiales, procesos, impactos, de logística inversa, de eco-diseño, de contabilidad o de finanzas verdes, entre otros, que no eran antes abordados o tenían carácter optativo en los currículos formativos, pasan a ser conocimientos troncales para los nuevos profesionales.   

Por último, y no menos importante: aparte de los conocimientos técnicos específicos, los profesionales del futuro habrán de estar formados en la cultura de la sostenibilidad, y las competencias transversales de cualquiera de los programas formativos deberían contemplarla. 

En definitiva, perspectivas de ocupación, pero mucho trabajo por delante. Las nuevas prioridades y los cambios no se improvisan; ni se reforman los programas ni se educan los educadores. Tampoco se forman las generaciones de un día para otro. Todo requiere tiempo, pero ahí está el reto y el camino por recorrer.
 
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