6 mins - 13 de Julio de 2021, 22:16
Una década perdidaLa primera limitación es el nivel de ambición de las normas de CO2 para los automóviles en el periodo posterior a 2020. No es casualidad que Europa lidere el sector de los coches eléctricos. Los exigentes objetivos de la UE obligaron a los fabricantes a invertir en lo eléctrico. Si Europa replica las tasas de crecimiento que ya experimentaron países como Países Bajos y Suecia a partir del momento en que sus mercados alcanzaron la cota del 10% en enchufables, deberíamos llegar a una del 18% este año y del 36% en 2022 en todo el continente. Esto nos sitúa muy por encima de los niveles de ambición exigidos por la actual regulación de CO2 hasta 2029. Por lo tanto, a menos que los fabricantes produzcan voluntariamente más coches eléctricos de lo que les exige la normativa (algo que la experiencia ha demostrado que no ocurre), será la misma regulación comunitaria que impulsó a Europa al liderazgo en 2020 la que frustrará el avance de la electro-movilidad en esta década.
Una antigua idea que parece nuevaEl segundo obstáculo se deriva del deseo de la presidenta de la Comisión Europea de aplicar al sector del transporte por carretera el régimen de límites máximos y de comercio de derechos de emisión de la UE (RCDE UE o EU ETS por sus siglas en inglés). Los modelos económicos indican que si los precios de los combustibles suben, los consumidores dan el paso a las alternativas limpias. Por lo tanto, en el plano teórico, esto podría ser muy buena idea; pero, en la práctica, las personas de bajos ingresos no pueden permitirse cambiar de coche sin más, con lo que los recortes de las emisiones no se materializan y lo único que se consigue son disturbios como las protestas de los chalecos amarillos en Francia.
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Desde los inicios de la regulación comunitaria de los automóviles, numerosos actores de la industria han pedido que se recurra a la tarificación del carbono en lugar de a las normas sobre las emisiones CO2 de los vehículos, conscientes de que esa otra opción no impondría muchos cambios en su negocio. Pero, en realidad, esa vía ralentizaría la electrificación del transporte en lugar de fomentarla. Ahora vuelve a ponerse sobre la mesa esta misma idea en el marco de la nueva iniciativa para el Pacto Verde Europeo, con el respaldo de directivos como Herbert Diess, el CEO de Volkswagen. Y como es fácil de imaginar, en esa nueva iniciativa no hay mención alguna a la legislación del CO2 de los turismos, tan esencial en la transformación actual.Una decisión de consumo independiente de los fabricantesLa tercera traba proviene de la alianza entre las compañías petroleras y los proveedores de la industria automovilística que favorecen los combustibles sintéticos. Éstos se fabrican utilizando electricidad renovable a través de las reacciones Fischer-Tropsch entre el hidrógeno y el monóxido de carbono para producir hidrocarburos sintéticos que se parecen al carburante actual y que pueden quemarse en los motores convencionales. Aparte de los motivos ocultos en torno a éstos últimos, la utilización de combustibles sintéticos en los coches es un sinsentido por varias razones. En primer lugar, los también denominados e-combustibles aún no son más que una posibilidad futura muy lejana, y para su fabricación serán necesarias cantidades significativas de energía y capital. La obligación de que el 10% de los automóviles nuevos utilicen electro-combustibles aumentará la demanda de electricidad al menos un 30%.