Corría el verano de 2020. La pandemia llevaba tiempo en Europa, pero sus efectos se dejaban sentir con especial intensidad en Italia, con miles de contagios diarios y centenares de fallecidos. En medio de la crisis, un hombre se erigió como el faro de la esperanza de millones de ciudadanos. Giuseppe Conte, dos años antes elegido por el Movimento 5 Stelle (M5S) y la Lega de Matteo Salvini como hombre de paja al frente de su Gobierno nacional-populista, empezó a volar solo.
Al antiguo líder populista, reconvertido en un europeísta progresista convencido, las encuestas le sonríen. Más de la mitad de los italianos aprueba su gestión y su figura es la única que no despierta una animadversión furibunda entre sus compatriotas. Los dos principales partidos que le apoyan, el centro-izquierda del Partido Democrático y los populistas del Movimento, empiezan a verle las orejas al lobo cuando surgen las primeras encuestas que constatan cómo un hipotético
Partito Conte obtendría alrededor del 15% de los sufragios.
Los populistas rápidamente anticipan lo que puede ocurrir: o absorbemos a Conte o él nos absorbe a nosotros.
Desde aquellos meses en los que Conte cautivaba a la opinión pública italiana, en el país transalpino han ocurrido muchas cosas. La ultraderechista Giorgia Meloni ha llevado a su partido a la cúspide demoscópica (empatando con la Lega de Salvini), ha caído el Gobierno de Conte y un nuevo líder, Mario Draghi, ha llegado al Palacio Chigi, sede del Ejecutivo italiano, para gestionar los más de 220.000 millones del Fondo Europeo de Recuperación. Una vez asentado Draghi, cuyo Gobierno apoyan todos los partidos del Parlamento a excepción de Fratelli d'Italia y uno minoritario de la izquierda (Sinistra Italiana), el país parecía caminar por fin hacia la estabilidad y la recuperación económica. Sin embargo, la herencia del M5S, principal partido en las instituciones italianas, ha empezado a agitar, de nuevo, el terreno político.
Estas semanas,
la disputa entre Guiseppe Conte y 'Beppe' Grillo por el futuro del M5S ha vuelto a convulsionar la política italiana. Mientras el segundo se aferra a su herencia omnipotente, el primero pretende acabar con la etapa impugnatoria del partido; una transición, desde uno de los populismos con mayor hiper-liderazgo hacia un liberalismo edulcorado con progresismo y ecologismo, que no está exenta de problemas.
Desde hace varios meses, Conte trabajaba en un nuevo proyecto para su eventual nueva formación.
El Movimento 5 Stelle era un partido sin líder y Conte, que llegó de rebote a la política tras el acuerdo de gobierno entre el M5S y la Lega en 2018, era un líder sin partido. Las piezas encajaban a la perfección, y sólo faltaba darle contenido al proyecto para que fuera políticamente viable. El nuevo 5 Stelle de Conte sería un partido verde, europeísta y ubicado en el centro-izquierda. Una apuesta factible, pero que iba a encontrarse con resistencias internas.
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Es preciso recordar que el M5S nació como una formación anti-
establishment que
no se definía ni de izquierdas ni de derechas. Su programa combinaba cierto ambientalismo con un fuerte énfasis en la democracia digital y un discurso anti-político que cargaba duramente contra los partidos y el sistema. Liderado por el carismático
Beppe Grillo, el Movimento fue un partido tan ambiguo como personalista. Capaz de gobernar tanto con la ultraderechista Lega de Salvini como con el Partido Democrático (centro-izquierda europeísta), el Movimento se acercaba a la extrema derecha en algunas cuestiones como la inmigración, mientras que en otras planteaba medidas de corte progresista.
Esta ambigüedad ideológica les acabó pasando factura, y tras el 33% de voto obtenido en las elecciones de 2018, desde hace casi dos años no superan el 16% en ninguna encuesta. Una cifra que podría bajar más todavía si finalmente Conte no toma las riendas del proyecto.
De esta correlación de debilidades surge la coyuntura actual, con un Movimento cuya mejor baza es amarrarse al liderazgo de Conte, y un Conte que necesita de cierta estructura para ser competitivo a nivel electoral. El proyecto del ex primer ministro para la formación era
desechar los elementos más euroescépticos y anti-políticos del M5S original y armar un partido verde y europeísta que reforzara el bloque de centro-izquierda. Con el escenario actual, donde el Partido Democrático se encuentra anclado desde hace tiempo en el 20%, existe espacio en el centro-izquierda para otra formación opuesta a la ultraderecha con cierto peso electoral.
Esto lo sabían tanto Conte como sus partidarios dentro del Movimento, que veían en el
abogado del pueblo su tabla de salvación. Sin embargo, no todos dentro del partido eran favorables a esta hipótesis.
Sectores cercanos al ex diputado Alessandro di Battista, de la corriente más populista, se oponen desde hace tiempo a la deriva más pragmática y europeísta en la que el Movimento 5 Stelle lleva inmerso desde que dejó de gobernar con la Lega. Esta deriva llegó a su punto más álgido con el apoyo del partido al Gobierno de Draghi, un tecnócrata de los que hace no tanto el M5S solía criticar. La siguiente parada de este viaje sería el desembarco de Conte a los mandos del Movimento, lo que supondría la mutación definitiva de aquel partido que llegó a la política queriendo mandar a todos los políticos "a tomar por culo".
A pesar de estas resistencias, cada día más minoritarias en un partido que es consciente de la necesidad de cambiar su ADN para sobrevivir, en los últimos días se ha sumado la irrupción de una figura que sí puede truncar los planes de Conte para liderar a un liberal y nuevo Movimento 5 Stelle:
Beppe Grillo, fundador del partido y actual garante del Movimento. Ya en las elecciones de 2018, Grillo no fue el candidato y cedió el testigo al actual ministro de Exteriores, Luigi di Maio. El liderazgo de éste nunca cuajó y durante su estancia en el primer Gobierno de Conte su figura se fue diluyendo en contraposición a la de su ex compañero de coalición Salvini. Sin embargo, Grillo nunca se fue definitivamente, reservándose ese papel de garante del Movimento. Un líder en la sombra que no tardó en ganarse la etiqueta de
padre padrone.
Según prevén sus propios estatutos, el garante es el encargado de "custodiar los valores fundamentales de la acción política del Movimento". Es una figura absolutamente anómala en cualquier partido político, que deja a Grillo con el poder de "interpretación auténtica de las normas del estatuto". A estas atribuciones mesiánicas se suma que el humorista genovés es el propietario de la marca y el logo del partido, lo que complica aún más una salida de la crisis sin su consentimiento.
Grillo y Conte: historia de un desencuentro
Tras el derribo de su Gobierno, un huérfano Conte decidió poner un aparente punto y aparte en su vida política. "Yo estoy y estaré", dijo en referencia a sus compañeros de Gobierno esperando a que alguno se diera por aludido. Poco tiempo después, fue el propio Grillo quien movió los hilos para favorecer la llegada del
abogado del pueblo al liderazgo del partido; una llegada que se materializó con el silencio sepulcral de Conte y los suyos durante meses. El motivo era la redacción de unos nuevos estatutos y líneas políticas que convirtieran al Movimento 5 Stelle en una
rara avis entre partido institucional, progresista, europeísta, con tintes ecologistas y abiertamente liberal.
Las disputas de estos días giran en torno a los estatutos, el Código Ético y la Carta de Valores del nuevo movimiento. No es cosa menor, pues éstos representarán la que será carta de presentación del nuevo M5S a la ciudadanía. La eliminación del límite de los dos mandatos (actualmente tres, por el cambio que se incorporó en 2020 añadiendo un
mandato cero), la atenuación de los poderes de la figura del garante o los pactos preferentes a su izquierda con el Partido Democrático son algunos de estos cambios. Esta apuesta obligó a Grillo a salir y cometer probablemente la última gran contradicción de su carrera: desautorizar al líder, Conte, que tres meses antes había coronado como heredero. La propuesta de los
contiani no gustó al gerente y cómico, que veía cómo su experimento se le escapaba de las manos en el nuevo reinado liberal. Y como Saturno,
Beppe Grillo quería comerse a su hijo en el crepúsculo populista.
"[Conte] no tiene visión política ni capacidad de gestión. No tiene experiencia en organizaciones, ni capacidad de innovación". Fueron las declaraciones del cómico genovés ante el ultimátum que el anterior primer ministro había expresado el día anterior en rueda de prensa. En dichas declaraciones, el
abogado del pueblo expresó que estaba siendo rehén de un proceso de
rebranding.
Como sucedió en 2018, Grillo quería usar a Conte como 'muñeco de paja' y cambiar todo para que nada cambiara. La buena valoración del anterior presidente del Consejo de Ministros debía ser utilizado por la vieja guardia
grillina para relanzar el partido, pero atando en corto a su nuevo líder. Esta vez Conte no caía en la misma piedra: "No puedo ser parte de algo en lo que no creo".
La situación ha llegado a un juego de
suma cero en el que
Conte se arriesga a quedarse sin estructura partidista y el Movimento sin líder que les revitalice. El eventual nuevo líder sabe perfectamente que sin partido detrás no llegará a 2023. En el país de la esquizofrenia política, dos años son una eternidad que dilapida cualquier herencia política, aunque ésta sea buena. Ahí está el caso reciente de Salvini y su vertiginosa pérdida de consensos.
Sin embargo, algo ha cambiado en el espectro populista de Italia. Grillo, por primera vez, tuvo que explicar sus declaraciones en un nuevo vídeo al día siguiente. La autoridad y determinación que mostraba antiguamente han desaparecido.
Sus ataques a Conte despertaron una furibunda ola de críticas en las redes que le obligaron a justificar y matizar sus palabras. El tono, mucho más relajado, dejaba ver cómo no era ya el cómico que conseguía acelerar el pulso a miles de italianos. Y el juego de
suma cero tornó en una posible victoria para Conte. Sólo dos datos: alrededor de la mitad de italianos ve con buenos ojos a Conte, mientras que menos de uno de cada 10 piensa lo mismo del cómico genovés.
Una cena para calmar los ánimos
En esta suerte de callejón sin salida, dos personas acudieron a apagar el incendio. Luigi di Maio y Roberto Fico, dos pesos pesados y representantes del alma democristiana y progresista del Movimento, fueron a casa de
Beppe Grillo para tratar de calmar los ánimos. Los actuales ministro de Exteriores y presidente del Congreso son de las pocas personas a las que Grillo escucha, y su intervención ha conseguido evitar una escisión inminente.
Conte aceptó gratamente la mediación de los dos mandatarios, que
se saldó con la convocatoria, por parte de Grillo, de un comité de siete personas que reforme el estatuto del Movimento. Esta reforma debiera satisfacer a ambas partes, y seguramente trate de buscar un punto medio entre lo que pretende Grillo y a lo que aspira Conte. La alternativa, la escisión de una parte sustantiva del Movimento en torno a la personalidad de Conte, únicamente añadiría un eslabón más al ya extremadamente fragmentado centro-izquierda italiano, que actualmente pivota sobre más de cinco formaciones.
Hoy, la balanza que oscila entre acabar con la vieja guardia del Movimento y una escisión de Conte parece inclinarse hacia la primera. Así lo muestran las últimas
encuestas, donde
entre los simpatizantes del partido una clara mayoría (72%) está a favor de las tesis propuestas por Conte, y una posible formación personalista suya conseguiría el apoyo de más de uno de cada 10 italianos, absorbiendo apoyos tanto al Movimento como al Partido Democrático, pero sin ensanchar el espacio político.
¿El dique de contención de la ultraderecha?
En realidad, la disputa entre Conte y Grillo se trata más de una competición de poder que de un intento de reconfiguración de la correlación de fuerzas del escenario político italiano. Éste ha vuelto a la bipolaridad característica desde el inicio de la Segunda República de los 90, cuando los dos polos, izquierda y derecha, estructuraban toda la competición política. Sólo el paréntesis tripolar del primer Movimento 5 Stelle (2013-2018), con una fuerza anti-
establishment que se negaba a pactar con el resto de partidos, interrumpió esta dinámica.
Hoy asistimos a una vuelta de la bipolaridad donde las dos ultraderechas, una más nacional-popular (Lega) y otra de raíces post-fascistas (Fratelli d'Italia) que aglutinan alrededor del 40% de los votos, una cifra mágica en el actual sistema electoral que les daría la mayoría absoluta. El otro lado del tablero, liberal, europeísta y donde confluyen restos comunistas, democristianos y socialistas, se encuentra desorientado desde hace años y sin una estrategia clara.
Con estas cartas sobre la mesa,
quien más beneficiada saldría de una hipotética ruptura entre Conte y el Movimento sería la ultraderecha, que como comentábamos previamente rozaría, a decir de las encuestas, la mayoría absoluta. La única posibilidad que existe de evitar que Salvini o Meloni acaben dirigiendo el país en 2023 pasa por un Movimento 5 Stelle lo suficientemente fuerte como para acercarse al 20% de los sufragios. Para ello, la figura de Conte es indispensable; de ahí la relevancia que puede tener para el resto del país lo que
a priori parecía una mera discusión interna de un partido político.
El Movimento 5 Stelle sin Conte ya no tiene capacidad de ser competitivo electoralmente. Esto lo saben hasta los propios hijos de Grillo, Di Maio y Fico, entre otros, que parecen convencidos en desahuciar al
padre antes de que éste termine de hundir el barco que un día sacó a flote. El aura que antaño desprendía Grillo no brilla con la misma intensidad, y Conte ha sabido leer la necesidad de una nueva fase programática e ideológica para salvar al Movimento del ya abundante cementerio italiano de partidos políticos. Progresismo, ecologismo y modernización son los tres pilares del nuevo proyecto
contiano que pretende frenar a la ultraderecha. Una competición virtuosa con el resto de formaciones del centro-izquierda es la única salida a una probable llegada de la ultraderecha al Gobierno. Todas las miradas están puestas en 2022 y un posible salto de Draghi a la Presidencia de la República, cuando una nueva crisis política haga girar de nuevo el tablero político.
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