Pasan las horas y no se visualiza un ganador de la segunda vuelta electoral celebrada el último domingo. Las esperadas elecciones del bicentenario son particularmente atípicas. A la crisis política se le agregó la sanitaria, luego la económica. A ello debe agregarse la existencia de partidos políticos y movimientos regionales precarios y poco representativos; de una política altamente vulnerable a prácticas de corrupción, con escasa rendición de cuentas; de una democracia con problemas de gobernabilidad y de control político, y de problemas referidos a diversas limitaciones a la participación electoral y política de los ciudadanos. De acuerdo con el Barómetro de la Américas, Perú había registrado niveles menores el apoyo a la democracia en los últimos años y se encontraba hacia el final de la tabla en una región que revela desafección y desconfianza en la política.
Así, a la crisis política cuya consecuencia fueron las cuatro presidencias sucesivas y dos congresos en cinco años se han sumado la sanitaria y económica. La crisis sanitaria ofrece un saldo de 180.000 muertos por Covid-19 y la reclamación de un acceso a servicios de salud adecuados. A ello se suma la crisis económica, el incremento de un 10% en el número de peruanos en situación de pobreza, que alcanza al 30% de la población, la pérdida de empleo formal como consecuencia de la pandemia y de las medidas tomadas. El resultado del año 2020 fue una caída de 11 puntos del Producto Interior Bruto y un incremento de la deuda pública hasta alcanzar el 35% del PIB.
Elecciones atípicas
Lo atípico deseas elecciones no es sólo el contexto descrito, sino las características de la campaña y de la competencia electoral. Un mes antes de la primera vuelta, la intención de voto de los seis candidatos era, sumada, del 50%. Entre estos seis no se encontraba Pedro Castillo, del partido político Perú Libre. Su crecimiento se dio en las últimas semanas, especialmente siete días antes, cuando ya estaba prohibida la publicación de encuestas. Así, de las 18 candidaturas fueron Castillo y Keiko Fujimori quienes pasaron a la segunda vuelta. Ambos lo hicieron con la votación históricamente más baja, como puede observarse en el Cuadro 1.
Castillo fue candidato a un Gobierno local en Cajamarca en 2002 por Perú Posible, partido del que fue militante hasta 2017. En septiembre de 2020, se afilió a Perú Libre. Su actuación pública más importante ha sido su actividad sindical, pues en 2017 lideró una larga huelga de maestros. Fujimori fue congresista en el periodo 2006-2011. Es la tercera vez que compite para alcanzar la Presidencia. Lo hizo en 2011, elección que perdió frente a Ollanta Humala, y en 2016, frente a Pedro Pablo Kuczynski.
Cuadro 1.- Resultados electorales en primera y segunda vueltas (2006-2021)
Fuente: Oficina Electoral de Procesos Electorales (Onpe). Nota: *, al 99,8% escrutado.
[Recibe los análisis de más actualidad en tu correo electrónico o en tu teléfono a través de nuestro canal de Telegram]
En el cuadro siguiente puede observarse la evolución del voto de la segunda vuelta desde la primera medición, pocos días después de la primera. Llama la atención lo rápido que creció el apoyo a Castillo frente al de su rival. A pesar de su militancia previa en Perú Posible (el partido que llevó a la Presidencia a Alejandro Toledo), Castillo se presenta como una alternativa nueva, frente a Keiko, lideresa de la bancada mayoritaria de 2016 y a quien se identifica con el Gobierno de su padre, Alberto Fujimori. Otro hecho que llamó la atención es que los candidatos no buscaron conquistar nuevos votos en el centro político, sino fidelizar a sus electores. Fujimori logró el apoyo de buena parte de sus contendientes de la primera vuelta: Renovación Popular, Avanza País, Alianza para el Progreso y del Partido Popular Cristiano; Castillo, el de Juntos por el Perú.
Grafico 1.- Evolución del voto a Castillo (rojo) Fujimori (naranja)
Fuente: Ipsos.
Elecciones Polarizadas
Las elecciones han sido muy polarizadas, con el modelo económico como parte de esta polarización. Castillo propone una mayor participación del Estado, aplicando un modelo de economía popular con mercados. Para ello, plantea convocar a una Asamblea Constituyente, la nacionalización de algunas industrias, la prohibición de algunas importaciones, el control de precios y un modelo más intervencionista. Fujimori representa la defensa del modelo económico vigente aun cuando ha ofrecido repartir el canon minero entre la población de las localidades donde se encuentran esos recursos. La polarización se da en el eje Estado/mercado, aunque también muestra una fractura entre la capital/provincias. No es extraño que, de las 27 circunscripciones, Castillo haya ganado en 16, fundamentalmente en la sierra sur y centro del país. El voto a Fujimori se concentra en Lima, donde se ubica un tercio del electorado, pero también en el Callao y la nueva circunscripción de peruanos residentes en el exterior.
La polarización también se ha dado bajo una disputa de identidades ideológicas en la que Castillo ha sido etiquetado de comunista y Fujimori de anti-comunista.
En este escenario, la polarización de los electores les ha llevado a movilizarse y votar. La participación a aumentado hasta el 76% a nivel nacional. Aunque no sea tan significativo, esta elección ha quedado marcada por la participación de personas mayores de 70 años, para las que el voto es facultativo. Las redes sociales han desempeñado un rol importante, en algunos casos con un alto nivel de violencia verbal. También ha sido el medio para transmitir desinformación.
Un aspecto destacable es la actuación de la Oficina de Procesos Electorales en la organización de esta convocaroria en pandemia. Han contribuido a fortalecer la confianza la publicación oportuna de protocolos de salud para prevenir el contagio durante la votación, la rápida rectificación de errores respecto a la primera vuelta respecto a los horarios para la población vulnerable y el desarrollo impecable de la jornada del domingo, así como la publicación de resultados en 20 horas al 95% de voto escrutado. Este hecho no es menor en un clima de sospecha y denuncias que en las últimas semanas habían puesto en cuestión a los organismos electorales.
Gobierno sin mayoría
Quien resulte elegido gobernará sin mayoría en un Congreso muy fragmentado, polarizado y con partidos débiles. Castillo contaría con el 28% de los escaños; Fujimori, con el 18%. Corresponde buscar una coalición para lograr acuerdos, pero sobre todo para lograr estabilidad en el cargo. Perú tiene un presidencialismo parlamentarizado en el que el apoyo del Congreso termina siendo fundamental para mantenerse, pues los presidentes sin mayoría y con coaliciones opositoras han estado expuestos a la causal de vacancia por permanente incapacidad moral, que es interpretada por el Congreso. De otro lado, la censura o denegación de confianza de dos gabinetes permite al presidente disolver el Congreso y convocar a elecciones parlamentarias complementarias.
Por ello, el mayor reto para el nuevo presidente de la República es el de la gobernabilidad democrática.
Contra la pandemia, información y análisis de calidad
Colabora con una aportación económica