La prueba de fuego ha sido superada, al menos por la Unión Demócrata Cristiana (CDU), que ha conseguido la victoria en la última elección regional antes de las federales. Su triunfo en Sachsen-Anhalt no es uno más, sino que está asociado a tres debates muy intensos de la actualidad política alemana: la discusión interna en el partido en torno a su candidato a canciller, Armin Laschet; la redefinición del perfil de la CDU tras el fin de la era Merkel, y los límites reales de la agenda verde.
El 'gladiador'
Es frecuente encontrar en su carrera política triunfos en competencias que no lo tenían como favorito: las elecciones en Nordrhein-Westfalen de 2017, que lo convirtieron en ministro presidente de la mayor región de Alemania pese a lo que indicaban las encuestas; la victoria, contra todo pronóstico, frente al liberal-conservador Friedrich Merz en enero de 2021, que lo puso al frente de su partido; y la más reciente, su nominación a canciller hace pocas semanas, contra la voluntad de muchos en su formación. Los resultados de Sachsen-Anhalt se parecen mucho a esos precedentes.
Laschet, que en las últimas semanas participó activamente de la campaña, podrá decir una vez más si la CDU perdía, me iban a señalar como culpable. Ahora que ha ganado, tal vez no se le considere el padre de la victoria, pero el candidato se apoyará en ella para espantar fantasmas y trabajar tranquilo en lo que resta del programa electoral para las federales de septiembre.
¿Derechizar es el camino?
Se trata de un triunfo que se sostiene en un candidato fuerte, muy conocido y muy bien valorado (70% de satisfacción) como Reiner Haseloff, que gobierna este Estado desde hace más de una década y que seguirá haciéndolo. Ahora con más calma, ya que el 37,1% obtenido le permitirá optar por una mayor variedad de compañeros de coalición, sin estar obligado a repetir la alianza actual con socialdemócratas y verdes. Suma incluso con los liberales (FDP), que vuelven al Parlamento regional después de 10 años. Una chance para acallar a esas voces de su partido que, off the record, confesaban sentirse muy incómodos en un pacto con los verdes. Hubo hasta quien insinuó que sería preferible una coalición con los ultraderechistas de Alternative für Deutschland (AfD).
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Esa opción, descartada de raíz por Haseloff y por la cúpula del partido en Berlín, puede considerarse como la clave del esprint final. El mensaje de campaña en los últimos días, a la vista de algunas encuestas que otorgaban AfD posibilidades de arrebatar el primer lugar a la CDU, fue tan simple como efectivo: no podemos permitir que la derecha radical logre el primer puesto; sería una señal fatal para nuestra democracia. Dicho mensaje iba dirigido a todo el electorado. Que el 15% de los votos de la CDU provengan de ex abstencionistas y que otro 15% esté configurado por ex votantes socialdemócratas, verdes, liberales y pos-comunistas habla del éxito de esta fórmula.
Esta efectividad fue tal que se convirtió en la excusa de los portavoces del partido socialdemócrata (SPD) para justificar uno de los peores resultados históricos a nivel regional (8,4%). "El pobre resultado es producto de la polarización generada por la CDU", esgrimió dubitativo Lars Klingbeil, secretario general del SPD, frente a las cámaras de televisión. "Plantearon CDU o barbarie, y eso es injusto", protestó la candidata de Die Linke, Eva von Angern. Poco dijeron de sus propias debilidades. Por ejemplo, que el 44% de los votantes del SPD piensa que su partido "hoy ya no está del lado de los trabajadores", o que el 43% de los sufragantes de Die Linke sostienen que a su fuerza "le faltan nuevas ideas".
La campaña de la CDU en Sachsen-Anhalt, con mensajes claros de distanciamiento de la ultraderecha, de su discurso y de su agenda, da cuenta de que el partido de la canciller Merkel no necesita derechizarse. Durante sus 16 años al frente del Ejecutivo, la líder democristiana ha ampliado los márgenes de su partido hacia el centro del espectro político. Esta estrategia se convirtió en la pesadilla de la socialdemocracia, que en ese periodo ha perdido 10 millones de votantes.
No obstante, ciertos sectores de su partido plantean que esa estrategia también fue la que abrió un frente a la derecha; y creen que el fin de la 'era Merkel' es una oportunidad para redefinir del perfil político de la CDU y devolverla a sus posicionamientos más conservadores. El problema es que algunos confunden esa redefinición con un acercamiento a las posiciones de la ultraderecha; una trampa en la que han caído varios partidos de centro-derecha en Europa. El triunfo en Sachsen-Anhalt, basado en la firme postura de la CDU y su dirigencia frente a AfD, demuestran que ése no es el camino.
Por otra parte, el electorado de AfD, un partido que ya lleva más de ocho años en la arena política alemana, se ha transformado e incluso consolidado. Si bien es cierto que ayer perdió más de tres puntos en relación a la última elección, sigue por encima del 20%, duplicando a la otrora poderosa izquierda de Die Linke. De hecho, en el voto trabajador AfD consigue un porcentaje mayor que el de esta formación y el SPD juntos. Sería necio sólo atribuirle la característica de votante de protesta al electorado de la derecha radical. Si observamos los votos por convicción o por decepción, se observa que en la primera categoría AfD sube del 27% en 2016 al 44% en 2021.
Asimismo, durante la campaña se ha puesto a prueba la hipótesis de la supuesta falta de socialización democrática de su población. Incluso el encargado del Gobierno federal para Alemania Oriental (Bundesbeauftragte für Ostdeutschland) llegó a declarar que "sólo nos queda esperar a la próxima generación". Las estadísticas de voto por edades contradicen esta conjetura. En efecto, AfD es el partido más votado, incluso por encima de la CDU, entre los menores de 25 años. El muro cayó hace 32.
La última frontera para los verdes
Los verdes están frente a una oportunidad histórica. Durante el mes de mayo consiguieron arrebatarle el primer puesto a la CDU en las encuestas. Sin embargo, Sachsen-Anhalt aporta una cuota de realismo y posiblemente sea la chance para que los verdes adecúen sus expectativas y afinen su estrategia.
En primer lugar, el discurso verde en la antigua Alemania Oriental sigue siendo algo de fuera; algo que no encuentra asidero en un electorado con preocupaciones e intereses diferentes y, en algunos casos, hasta incompatibles con la agenda de los ecologistas. La importancia del carbón en la economía regional y del automóvil frente a la falta de desarrollo de la red de transporte son ejemplos de ello. Las propuestas verdes colisionan con estos elementos y refuerzan la idea de que no entienden al este.
En segundo término, el reducido número de centros urbanos en relación al oeste se corresponden con una disminución del electorado verde. Éste es urbano, cosmopolita, incluso universitario. Sin ciudades y suburbios de familias de clase media alta, el partido de la candidata a canciller Annalena Baerbock se queda sin su nutriente principal, ése que abunda en el oeste del país y que, de tener su paralelismo en el este, habría colocado a los verdes muy por encima del magro 5,9% obtenido ayer en Sachsen-Anhalt. Sólo para reforzar esta realidad cabe destacar que en las dos ciudades importantes de la región, Magdeburg y Halle, ambas con universidades, los verdes han conseguido entre el 15% y el 23% en algunos distritos.
En tercer lugar, la política federal ha desempeñado un rol relevante. Los verdes no dejan de ser el partido retador, el que desde la oposición busca desbancar al partido más importante de Alemania. Y pese a la existencia de un clima de cambio tras tantos años de gobierno ininterrumpido de la CDU, la tarea no es fácil. Primero, porque la percepción de mejora en cualquier aspecto se atribuye generalmente al Ejecutivo; y el ejemplo más claro de ello es la pandemia: caída en el número de contagios y continuo avance en la vacunación. Ante esto, los verdes tienen poco que hacer.
No obstante, sí lo tiene en relación a los errores que están cometiendo. El hecho de decidir optar por la Cancillería y nominar a la primera candidata a canciller de la historia del partido implica algo más que visibilidad y generación de expectativas: conlleva también estar en el centro de las críticas, de los ataques de los contrincantes, de las miradas de todos. Y el impacto positivo de la candidatura de Baerbock, y su consiguiente subida en las encuestas, también ha generado una reacción desde todos los partidos y otros actores ajenos a la política.
Por un lado, se observa una fuerte operación de campaña sucia contra la candidata; en parte desde fuentes anónimas en el campo de la mensajería instantánea, y en parte desde partidos como la Unión Social Cristiana (CSU), que desde sus redes sociales lanza descalificaciones sin fundamento. Por otro lado, tanto la candidata como su compañero al frente del partido, Robert Habeck, han cometido errores imperdonables, como no declarar ante el Parlamento federal ingresos secundarios o realizar declaraciones sobre la exportación armamentística contradictorias con las propuestas del propio partido.
Todo lo mencionado le pasa a todos los partidos, en distintos momentos. Y más allá de ser más o menos injusto, los verdes deben entender que si no están preparados para ello, entonces tampoco lo están para ubicarse en el centro y, tal vez, para lograr su objetivo máximo este año.
En resumen, Sachsen-Anhalt demuestra que Reiner Haseloff tiene razón: "En el oeste tienes chances de ser canciller, pero el este tiene el poder de impedirlo".
(Todos los datos mencionados están disponibles aquí)
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