20 de Mayo de 2021, 16:21
El lunes pasado, ERC y Junts anunciaron un acuerdo para la formación de un Gobierno en Cataluña tras las elecciones del 14 de febrero, a falta de que lo validen las bases del segundo. La distribución de carteras es muy similar a la de la anterior legislatura, pero intercambiando los papeles de cada partido. Cada socio tomará el mando de siete consejerías, más la Presidencia para ERC. Los números reflejan claramente la llamada Ley de Gamson, según la cual el número de carteras que recibe un socio en un Gobierno de coalición es proporcional al número de escaños parlamentarios que aporta a la mayoría gubernamental. En este caso, ERC obtiene el 53% de las consejerías aportando el 50,7% de los escaños, mientras 'Junts' se queda en el 47% con el 49,3% de los escaños.
Más allá del reparto cuantitativo de las carteras, ha generado cierta sorpresa y hasta indignación el cualitativo de las mismas. 'Junts' ha obtenido la mayoría de las carteras sociales que en la anterior legislatura ocupaba ERC, y que se hubiera esperado que ésta retuviera para remarcar su perfil socialdemócrata en un contexto de recuperación post-pandemia. Para explicar el reparto individual de cada cartera, es útil utilizar el modelo propuesto por Ecker, Meyer y Müller, según el cual la distribución es un proceso secuencial donde cada partido va declarando sucesivamente sus preferencias según su peso dentro de la coalición. De acuerdo con estos autores, cada partido elige la cartera, o competencia, más deseada de entre las que quedan disponibles en cada ronda de negociación.
Las preferencias de cada formación con relación a cada cartera vendrían dadas por dos factores. Primero, la importancia objetiva que tiene cada cartera en términos políticos, y también presupuestarios; una importancia que es compartida por todos los actores dentro de la negociación. Y, en segundo lugar, la relevancia subjetiva que cada partido otorga a una cartera según su ideología.
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Pongamos por ejemplo la negociación de un Ejecutivo entre un partido socialdemócrata y uno verde, donde el primero aporta el 70% de los escaños de la mayoría gubernamental. Debido a la diferencia de escaños, el socialdemócrata elige primero la Presidencia y seguramente otra cartera importante como Economía. En segundo lugar, como aún quedan varias de las carteras relevantes para elegir, muy probablemente los verdes elijan una de ellas. Pongamos que Exteriores. A continuación, los socialdemócratas elegirían una o dos carteras sustanciales, como Interior. Luego, es esperable que los verdes eligieran Medio Ambiente.
Pese a que quedarían otras carteras objetivamente más relevantes como Justicia o Educación, es probable que en este caso el elemento subjetivo de las preferencias supere al objetivo. Como muestran Bäck, Debus y Dumont, es más probable que los partidos reciban aquellas carteras a las que dedican más atención en sus programas electorales. El juego seguiría hasta agotar las responsabilidades disponibles, y reflejando cómo la decisión de cada actor es condicional a aquello decidido por el resto en las rondas anteriores.
Aplicando este modelo al pacto entre ERC y Junts, la sorpresa ha venido por las pocas preferencias subjetivas que parece haber mostrado ERC. Sin embargo, aplicando el modelo anterior al caso catalán, es posible que ERC no haya tenido demasiadas oportunidades para mostrar esas preferencias debido al peso similar de ambos partidos. Cabe destacar que la importancia de cada cartera autonómica difiere de su equivalente nacional, y de hecho la importancia de éstas ha ido variando según avanzaba el proceso de devolución de competencias. Debido a que ambos actores aportan prácticamente el mismo numero de escaños a la coalición, podemos suponer una elección alterna, tanto ahora como en 2017. El partido más grande elige primero la Presidencia de la Generalitat, el segundo la cartera de Economía y su Vicepresidencia asociada, y el primero en tercer lugar otra cartera; podemos suponer que el Departamento de Presidencia y Administración Pública. Y así sucesivamente.
Que muchas carteras hayan pasado de manos invita a pensar que poseen un valor objetivo compartido para ambos partidos, y que la rotación sobre quién elije primero las haya hecho cambiar de bando. Aun así, podemos observar algunos datos interesantes, que apuntan a que las preferencias subjetivas de cada partido si han desempeñado un papel secundario. Por ejemplo, ERC mantiene la cartera de Educación y las competencias de trabajo dentro de la Consejería de Empresa (que asume de Junts). Además, mantiene Agricultura y le suma Acción Climática. Por su parte, Junts mantiene el control sobre la obra publica. En una situación donde uno de los socios poseyera un mayor poder de negociación sobre el otro, es probable que viéramos una mayor capacidad para articular esas preferencias subjetivas y que cada socio mostrara un perfil más acorde a sus postulados ideológicos.
El reparto de las carteras es un episodio más del eterno empate entre 'Junts' y Esquerra, marcado por la desconfianza y la falta de cohesión en el eje socioeconómico; e, incipientemente, también en el eje nacional, como muestra la discusión con relación al Consell per la República. El nuevo Gobierno mantiene el equilibrio entre ambos, y mientras continúe la polarización en torno al eje nacional es improbable que veamos cambios destacables. Sin embargo, una desescalada del conflicto nacional, por pequeña que fuera, abriría nuevos escenarios en el Gobierno de coalición; quizá, si llegaren los indultos de los presos del procés.
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