La semana pasada se ha generado la polémica en torno al acto que el partido de derecha extrema Vox celebró el 7 de abril en el barrio madrileño de Vallecas. Lo hizo en un lugar emblemático: la plaza de la Constitución, más conocida como 'plaza roja', en busca de voto del electorado obrero.
En el mitin intervino el líder de la formación, Santiago Abascal, y habló ante una muchedumbre deseosa de boicotear el acto del partido. En este marco se produjeron incidentes y cargas policiales contra quienes protestaban y se lanzaron de piedras contra los participantes de Vox.
Se ha atribuido el inicio de los hechos a que Abascal habría actuado de forma provocativa, según esta crónica:
"[Abascal] dejó de hablar, se bajó de la tribuna y se dirigió, acompañado de su seguridad y de otros dirigentes de Vox y algunos de sus seguidores, al grupo de manifestantes que tenía más cerca, y hay que decir que estaban bastante cerca.
Queda la duda de si fue una reacción espontánea o si ya tenía previsto hacerlo. Lo que es indudable es que los incidentes comenzaron cuando Abascal quiso que empezaran. Pretendía que los antidisturbios desalojaran por la fuerza a todos los que le estaban gritando a unas pocas decenas de metros".
Aquí otra versión de lo acaecido:
"En un clima de tensión y violencia inédito en una campaña electoral en Madrid, la Policía Nacional tuvo que cargar contra los boicoteadores que se presentaron en una zona de la plaza de la Constitución conocida como plaza roja, donde desde las 19.30 horas del pasado miércoles estaba teniendo lugar el acto del partido que preside Santiago Abascal".
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Los incidentes se saldaron (según este último rotativo) con "cuatro detenidos, 14 heridos y 20 policías atendidos por contusiones". Más allá de las versiones de lo allí sucedido y el eventual protagonismo que pudo tener la iniciativa de Abascal en su desarrollo, nos parece pertinente analizar el impacto del episodio en la campaña de Vox (vaya por delante nuestra condena a las agresiones a cualquier partido político, al margen de la ideología que profese).
Con el acto de Vallecas, Vox ha entrado en campaña
Vox estaba desaparecida en combate antes de este suceso. No tenía una gran visibilidad en el desarrollo de la larga precampaña electoral de los comicios de la Comunidad de Madrid del próximo 4 de mayo.
Recordemos al respecto que Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP, supera en la preferencia de voto de los electores de Vox a la propia candidata de este partido, Rocío Monasterio.
Ahora Vox ha logrado acaparar los focos mediáticos, por lo que consideramos que los sucesos de Vallecas han beneficiado a Abascal y a su formación por tres circunstancias que rodean a los hechos señalados y que exponemos a continuación.
Como es sabido y hemos explicado desde este blog, el relato político de Vox se ha desarrollado en torno al concepto de Reconquista, fundiendo un imaginario de lucha contra el musulmán con la realidad política actual. De este modo, la formación actúa presuntamente para recuperar la España que ha quedado cautiva en manos de sus pretendidos enemigos, a los que el propio Abascal aludió con el difuso término de "Anti-España".
Su meta es "recuperar" o "reconquistar" el territorio perdido. Así, la campaña de Vox en los comicios catalanes del 14-F tuvo como lema '¡Recuperemos Cataluña!' (la ejemplificó en este vídeo electoral).
El acto de Vallecas ha escenificado de nuevo su supuesta "recuperación" del espacio urbano por parte de la formación. Abascal lo ha enfatizado al manifestar que Vox sería el único partido que "pisa las calles y los barrios".
Al mostrar su retorno al combate en el espacio público, lo sucedido en Vallecas dota de épica al relato de Vox. Esta formación no se siente cómoda en lo que es genuino y consustancial a la actividad política: la gestión de los asuntos públicos.
Esto se visualizó en la campaña catalana del 14-F. Todo el programa de Vox se reducía a una hoja con "10 medidas para Cataluña", la mayoría genéricas, y el candidato del partido, Ignacio Garriga, demostró ignorar el Presupuesto de la Generalitat de Cataluña de forma ostentosa: creía que este era "altísimo, alrededor de los 27 millones" de euros, cuando suma 30.000.
El combustible de Vox no radica en el debate técnico sobre inversiones, presupuestos y gestión, sino en convertir la política en algo trascendente y emocional. Abascal la expuso en su libro-entrevista con el escritor y ensayista Fernando Sánchez Dragó (España vertebrada, p. 43):
"La política no es sólo el plan de urbanismo, ni el horario escolar, ni el alumbrado de las calles. Todo eso a mí nunca me ha interesado, aunque he sido concejal durante ocho años. Son debates en los que me da casi igual una cosa que su contraria. Y no me importa decirlo, aunque escandalice".
Ateniéndonos a lo expuesto, el acto de Vallecas sitúa a Vox en la posición en la que más cómodo se halla. Ésta no es el plató donde se debaten Presupuestos, medidas contra la pandemia o sobre urbanismo, sino confrontando contra su antagonista por excelencia, Podemos. Gabriela Ortega, profesora de la Universidad Camilo José Cela, lo expuso gráficamente en el huffingtonpost:
[Los líderes de Vox] Han tomado como bandera el cinturón rojo [de Madrid]. Y no se plantean al PSOE como rival, sino a Pablo Iglesias, a quien ven como principal villano. Tenemos al héroe, Santiago Abascal (porque la imagen de Monasterio está un poco relegada para darle protagonismo), y al villano, que es Iglesias. Y tienen el discurso bien montado: el marqués de Galapagar ha traicionado a las bases del cinturón rojo y nosotros somos una opción para los que se han quedado huérfanos.
Un saldo netamente positivo
En definitiva, con los incidentes de Vallecas Vox entra en campaña y ubica al partido ultraderechista en su escenario favorito: la pretendida lucha por recuperar España. Y lo hace ante su rival por antonomasia, Podemos. La formación logra visualizar así su oferta electoral más preciada: épica para las emociones. En las próximas semanas veremos su impacto.
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