Tradicionalmente, la Unión Europea se ha preocupado por su situación demográfica. Durante varias décadas, las instituciones comunitarias han estado identificando, analizando y publicando sobre la cuestión. Las perspectivas de despoblación, el invierno demográfico, son preocupantes.
El cambio en el tamaño de la población de un país se compone de dos ingredientes principales: el nacimiento de niños y la inmigración. El saldo natural calcula el superávit o déficit de nacimientos en relación con las muertes. La migración neta calcula el superávit o déficit del número de inmigrantes en relación con el número de emigrantes.
Todo esto es muy clásico, al igual que la publicación por parte de la Comisión de informes muy detallados sobre los cambios demográficos, sus determinantes y sus repercusiones. Lo que destaca, en su última entrega, son los datos y gráficos relativos al colapso del equilibrio natural en los diferentes estados miembros. El tema no es nuevo, pero la información recopilada da una imagen sorprendente de lo que se avecina en la Unión, con proyecciones elaboradas para 2100.
Cabe señalar que la fecha no es necesariamente tan lejana. Todos los que en 2100 serán octogenarios y aún mayores ya han nacido.
Gráfico 1.- Nacimientos y muertes en la Unión Europea (1965-2100)
Fuente: Eurostat. Unión Europea de los 27 (excluyendo Reino Unido).
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Si tomamos el perímetro de la Unión Europea contemporánea, sin el Reino Unido, observamos que el saldo de nacimientos en relación con las muertes se volvió negativo a principios de la década de 1990. Podría alcanzar los dos millones al año a mediados del milenio.
Hasta la década de 1970, desde el periodo de la posguerra por lo menos, ese saldo natural era positivo en todos los países que componen hoy la Unión. Durante la década de 1970, el descenso fue rápido y potente en Alemania (hasta los 210.000 en 1975). Desde entonces, este país nunca ha experimentado un equilibrio natural positivo. Austria, en el mismo periodo, vio su saldo natural cambiar a negativo, pero para recuperarse en la década de 1990 hasta hoy, que se ha invertido de nuevo. En la década de 1980, los países del bloque oriental (Bulgaria, Hungría, Rumanía) vieron cómo el número de muertes superaba al de nacimientos. Nunca han vuelto a saldos positivos. Dinamarca experimentó el mismo declive, aunque tuvo mejor fortuna en la década siguiente. Sin embargo, se estima que volverá al desequilibrio a partir de 2035.
Italia cayó en negativo desde 1995. Según las proyecciones, es el país que experimenta excesos más altos de fallecimientos en relación con los nacimientos (casi un cuarto de millón en la actualidad, cerca medio millón estimado para 2060). En el mismo periodo, Croacia y los tres países bálticos también caen en negativo. Les sigue Grecia, en los primeros años del nuevo milenio; pero también Suecia, aunque su balance se volverá rápidamente y debiera permanecer así hasta 2075, convirtiéndose en el último país europeo en entrar en recesión natural. Después vienen los grandes países católicos (demográficamente hablando) del sur y del este: Polonia en 2005, Portugal en 2010, España en 2015.
Las proyecciones indican un cambio a negativo para 2020 en Finlandia y para 2025 en Bélgica y Eslovaquia. En 2030 llegaría el turno de Malta, el de los Países Bajos en 2035, el de Luxemburgo en 2040, el de Chipre en 2065 y el de Irlanda en 2060.
Para Francia, el punto de inflexión se sitúa alrededor de 2035. Si bien el país representaba el 15% del saldo natural europeo positivo total en 1965, éste se elevó a los dos tercios en 1985. Cada año, de 1990 a 2010, nacían 250.000 bebés más con respecto a las muertes. La disminución es importante, alimentando un saldo natural negativo de hasta 100.000 individuos por año a mediados del milenio.
Gráfico 2.- Nacimientos y muertes en Francia (1965-2100)
Fuente: Eurostat.
En el plazo de un siglo (1975-2075), todos los países de la Unión tendrán un saldo demográfico negativo; ciertamente, con ritmos e intensidades distintos, Ciertamente con tasas variables y con intensidades variables, con políticas familiares nacionales diferentes y diversas políticas de inmigración. Por supuesto, también es cierto que las proyecciones se basan en supuestos y modelos que siempre son cuestionables. Tratan de fertilidad, que es resistente a pronósticos irrefutables. Las cifras a largo plazo también se basan en evaluaciones de futuros flujos migratorios, que pueden tener un impacto muy significativo en la fertilidad. En pocas palabras, las previsiones de nacimientos y defunciones también se basan en las previsiones de migración. En resumen, las proyecciones demográficas nunca deben tomarse al pie de la letra, especialmente a medida que se alarga su horizonte temporal.
Esta dinámica nos deja una imagen muy clara: la de una Europa que necesita ataúdes más que cunas. Esta tendencia, basada en una fuerte inercia, puede ralentizarse, pero difícilmente contrarrestarse.
(Este análisis fue publicado originalmente por nuestro partner Telos. Traducción: Isabel Serrano)
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